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El relativismo es débil

William D. Gairdner —The Book of Absolutes: A Critique of Relativism and a Defence of Universals— comienza señalando que en otros tiempos una persona educada e instruida se gloriaba de la defensa de valores y conocimiento a los que consideraba absolutos y dignos de un convencimiento solido.

En cambio, ahora una persona que quiera dar la apariencia de ser educada y razonable hace lo opuesto. Presume de tolerante, abierto, plural y aceptar con flexibilidad y apertura lo que todos digan y sostengan.

Esa persona de la actualidad es un relativista y de él se esperaría una sólida justificación de su posición. Debe ser capaz de defenderla con lógica y responder a las críticas con éxito.

Esto es lo que a continuación hace el autor, una lista de objeciones del relativismo, doce de ellas, que se presentan ahora.

1. El relativismo se refuta a sí mismo

El corazón del relativismo es la idea de que todos los reclamos de verdad que se hacen tienen la misma validez y son igualmente ciertos. En estricta lógica, si esa afirmación es verdad, por consecuencia también es verdad la afirmación de que el relativismo es falso.

Es la critica más popular del relativismo y quizá la más devastadora. Decir que todas las afirmaciones son relativamente verdaderas es en realidad una afirmación absoluta y que el relativismo niega que puedan existir. Es una posición que se niega a sí misma.

Pero si acaso se ignora esa crítica, quedaría por establecer si el relativismo es absoluta o relativamente cierto. Si es absolutamente cierto, entonces debe concluirse que no todas las verdades son relativas. Y si es relativamente cierto, entonces no lo es para otros.

Más aún, si una persona dice «esto es verdad para mí y lo otro es verdad para ti», ella está afirmando que se trata de una verdad absoluta lo que dice y, por tanto, usa una idea que trata de negar para probar estar en lo cierto. Quiere combatir la existencia de verdades absolutas, pero usa una al decir que todas las creencias son al mismo tiempo ciertas y dudosas.

2. El relativismo necesita usar absolutos

Para que el relativismo sea demostrado como cierto requiere que las afirmaciones comparadas y el marco de la comparación sean absolutos. Esto puede verse en lo que sigue.

En la comprensión clásica no relativista, la verdad es la correspondencia entre una afirmación y la realidad. Si lo que se afirma no corresponde a la realidad, la afirmación se considera falsa. Es una relación que va de la manera siguiente afirmación > mundo.

Los relativistas añaden un elemento a esa relación, la de una especie de filtro que hace imposible la observación directa del mundo: afirmación > filtro > mundo.

Ese filtro es una visión personal que puede tener la forma de una opinión, una creencia cultural, un valor moral, o una simple percepción sobre el mundo. Esta visión personal es lo que hace imposible el conocimiento de la realidad, según el relativismo.

Tiene una apariencia atractiva, pero es una trampa: siendo lógicos, si el filtro existe, entonces no puede conocerse nada más que el filtro o visión personal; pero entonces el conocimiento de ese filtro debe ser absoluto y no relativo (aunque en cada persona sea diferente).

Y si esas visiones o filtros son absolutos, según el relativismo, no pueden ser conocidos y su existencia no puede ser demostrada.

Más aún, si como dicen los relativistas ninguna afirmación puede considerarse falsa, entonces debe concluirse que tampoco ninguna afirmación es verdadera.

3. La cuestión de las «verdades» en conflicto

Gairdner acude a la situación en la que dos personas sostienen opiniones que son contradictorias y opuestas entre sí. Según el relativismo, ambas opiniones deben aceptarse como verdaderas. Pero esto significa aceptar que algo puede ser y no ser al mismo tiempo.

Si todas las opiniones son verdaderas, entonces necesariamente se cae en una contradicción: una cosa cualquiera puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo y en el mismo sentido. Es una violación del principio de la no contradicción: es imposible que algo sea una cosa al mismo tiempo que no lo sea.

El relativismo, por diseño, sostienen que las opiniones contrarias son verdaderas al mismo tiempo. Si se acepta eso, tendría que declararse que una persona puede ser al mismo tiempo una pared y que una pared puede ser un barco. Con sólo pensar que una persona no es un barco, la persona sería un no barco; pero pensar que una persona es un barco, haría que lo fuera.

4. Una creencia no se prueba a sí misma

Sobre una misma cosa pueden existir opiniones muy variadas, distintas y contradictorias, en las que se cree con convicción.

Esta realidad no prueba que no exista una realidad que puede coincidir con algunas de las opiniones o con ninguna. Es posible que todas las opiniones sean falsas.

Una creencia u opinión es una afirmación que se sostiene en la expectativa de que que cierta, es decir, corresponder a la realidad. Esa expectativa de correspondencia no es una prueba en favor de la opinión sostenida.

La creencia de un sistema en el que el sol gira alrededor de la tierra era falsa, siempre lo ha sido y será, sin que haya importando la fuerza con la que eso se opinaba.

5. La dificultad en encontrar la verdad

Las verdades no son conocidas de inmediato. Algunas de ellas toman tiempo. Tardan en ser descubiertas, lo que significa que el no conocerlas no significa que no existan.

Simplemente aún no se conocen, y los expertos suelen estar divididos con creencias opuestas y explicaciones alternas.

Lo que el autor señala aquí es el riesgo de confundir la dificultad en encontrar verdades con la imposibilidad de hacerlo. Más aún, en esa dificultad se encuentran discusiones arduas que tampoco significan la no existencia de una verdad.

6. El relativismo cultural es una teoría débil

El autor ahora pone su atención en uno de los conceptos más populares, el del relativismo cultural, sobre el que señala los puntos siguientes.

Primero, se contradice a si mismo. El relativismo cultural parte de la noción de que no existe lo bueno ni lo malo en las culturas, es decir, aplica un criterio que es el de la flexibilidad para comparar culturas.

Necesariamente supone que ese estándar de comparación es bueno y si lo bueno y lo malo es imposible de identificar, entonces ese estándar no existiría. Usar un estándar de bueno-malo significar admitir que es posible diferenciar entre lo cierto-falso, o entre lo bueno-malo.

Segundo, todo sería admisible. Si se admite como bueno lo que se piensa, cree y hace en una cultura, entonces tendrían que aceptarse que, por ejemplo, el nazismo debe ser visto positivamente. Si en algunas culturas la esclavitud fue considerada aceptable, debe admitirse que la esclavitud es buena, al menos en algunos tiempos, pero que ahora ya no lo es.

Además, el relativismo cultural es una idea de las culturas occidentales. Aceptarlo sería admitir que ese rasgo es positivo y debe ser impuesto en culturas en las que no existe, lo que contradice la expectativa lógica: que no exista el relativismo cultural en algunas culturas debe ser visto como bueno.

7. No es lo mismo variación que relatividad

El relativismo puede ser provocado por la confusión que produce el no diferenciar entre variaciones y relatividad. Un mismo principio, invariable, puede tener variaciones de aplicación o interpretación, pero eso no implica que el principio sea relativo.

Un principio como en no robar, que es equivalente al respeto de la propiedad privada, no puede anularse considerándolo como relativo por causa de haber sido aplicado de maneras diferentes en diversas partes.

8. Tres fallas fatales del relativismo moral y cultural

Bajo este encabezado, Gairdner apunta tres fallas de esos dos relativismos.

A. Según el relativismo, todas las creencias y prácticas son aceptables. Si eso es sostenido, entonces nada hay que decir sobre la bondad o la verdad de las cosas y todas las culturas y sistemas de moral se encuentran en una posición óptima que no admite la idea de mejorar.

Nada existiría que pudieran aprender unos de otros pues todo ha llegado al punto de la perfección.

B. El relativismo afirma que la moralidad está determinada por las creencias culturales y sus prácticas. Si se sostiene eso, debe concluirse que el canibalismo puede ser malo aquí ahora, pero que fue bueno en otro momento o es bueno en otra parte.

Es decir, lo que en un lugar o en un momento se crea tiene el poder de alterar la naturaleza del objeto. Y, más aún, la verdad y la moral dependerán del número de personas que crean en algo.

C. Según el relativismo, todas las culturas son igualmente buenas. Si esto se sostiene, entonces se llega a conclusiones que son absurdas: considerar como deseables y positivas costumbres como la esclavitud, los sacrificios humanos, los genocidios, si es que esas prácticas son parte de la cultura en un momento y lugar.

9. Ni el creer ni el hacer cambian la naturaleza del objeto

Gairdner señala un punto adicional de mero sentido común, las cosas no pueden ser cambiadas, la realidad no cambia por causa de un acto de voluntad.

Querer que algo sea bueno o malo, o que sea verdadero o falso, no puede ser logrado por el simple quererlo así. Que algo se haga o piense, no lo hace ni bueno ni verdadero.

10. El relativismo da legitimidad al autoritarismo

Antes se había señalado que los relativistas afirman que las creencias personales o culturales deben ser consideradas como ciertas para esa persona o cultura, concluyendo que eso implica no poder mejorar nada. Ya que lo que se cree o hace es cierto y bueno, no hay posibilidad de cambio para mejora.

La consecuencia de esto es vital: se justifica y valida lo que sea que se crea y haga en una sociedad, es decir, se da legitimidad y continuidad a formas autoritarias de gobierno y prácticas crueles existentes, las que sean.

El relativismo toma a lo que existe y sin más requisito que ése afirma que es bueno y verdadero, sea un gobierno genocida o uno democrático.

Más aún, el relativismo presupone que lo que existe es bueno y verdadero, que no tiene posibilidad de mejorar. Por consecuencia, se opone a sistemas políticos que admiten esa posibilidad por medio de diálogos, discusión y búsqueda de mejoras.

Ya que para el relativismo lo que existe, se piensa o cree es la verdad y lo bueno, todo diálogo carece de sentido y no existe así posibilidad de evitar prácticas totalitarias.

11. El relativismo socava la libertad

Para el relativismo no existen valores absolutos. Quien cree que la libertad humana es un derecho universal, tiene tanta razón como el que piensa que esa libertad no existe.

El relativismo, por tanto, va en contra de nociones de dignidad humana, propiedad privada, libertad, estado de derecho y otras que sirven de contrapeso al despotismo.

Para el relativismo ningún principio es digno de ser defendido (excepto el de que todo es relativo). Como consecuencia, bajo una mentalidad relativista, el totalitarismo es perfectamente aceptable y ningún principio podría oponérsele.

Tal es el efecto de tesis que sostienen, por ejemplo, que la moralidad es un simple producto de la clase social a la que se pertenece.

Escuelas de pensamiento como el marxismo, el fascismo y el nazismo justifican de esa manera las acciones de sus gobiernos a las que no ponen límites. Igualmente, las forman de pensar que hacen flexibles a principios que debían ser absolutos, facilitan prácticas que los violan, como en el caso del aborto.

El relativismo crea una impresión paradójica. Quien lo sostiene pretende estar siendo liberado de la tiranía de los absolutos, a los que considera como opresores de su libertad.

Sin esos absolutos, se razona, llegará la real y total libertad. De aquí surgen los conceptos de tolerancia, pluralismo, diversidad y que en última instancia solicitan que se suspenda la emisión de juicios, pues nada es mal ni nada es falso.

El resultado de esa mentalidad es la pérdida de un eje moral, cuyo vacío es llenado por las decisiones de gobierno, las que sean, cuando entonces esa libertad que se creía haber conquistado se pierde.

Creyendo que todo juicio moral es un imposición indebida en la persona, se pierde la defensa moral de la libertad y queda el gobernante como árbitro de lo que es bueno y cierto.

12. El relativismo es otra moral

El relativismo presume estar por encima de la moral y la ética al afirmar que no existen absolutos de ese tipo.

Sin embargo, el relativista es en realidad un moralista también y no lo puede negar, pues sus ideas necesariamente presuponen que son buenas y que el resto de las ideas son malas. Es decir, también hace una distinción entre lo debido y lo indebido.

El relativista también usa un estándar moral que usa para juzgar acciones y creencias, caliificando de malas a las que no coinciden con sus ideas. Este estándar moral del relativista es en sí mismo un principio absoluto que son los que el relativista combate. Al combatir a los valores absolutos, el relativista termina creando uno de ellos.

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