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Dios nos sorprende: los fenómenos sobrenaturales

Hace algunas décadas se puso de moda entre cierta corriente «modernista» de teólogos católicos y protestantes la práctica de «desmitificar» las Sagradas Escrituras. Ello significaba desechar todo lo que de sobrenatural presentaba la Biblia; es decir, aquello que la razón humana no alcanzaba a entender debía interpretarse como «mito» y, por tanto, como no histórico. Por supuesto, con semejante invento lo único que se logró fue convertir a Dios en esclavo de las propias leyes naturales que Él creo, incapaz, por tanto, de manifestar su omnipotencia. Así, fenómenos como el esplendor en el rostro de Moisés (cfr. Ex 34, 29-35) o la fuerza de Sansón (cfr. Jue 13-16) debían considerarse meras leyendas.

Pero la verdad es que Dios no sólo hizo lo que la Biblia dice que hizo en tiempos del Antiguo Testamento, sino que, a partir del Nuevo, Él hace eso y mucho más. ¿Pruebas? La vida de numerosos varones y mujeres de Dios a los largo de la era cristiana. He aquí algunos de los numerosísimos fenómenos sobrenaturales:

Fenómenos de orden cognoscitivo

Las visiones. Son de tres tipos. 1) Visiones externas son aquellas en que los ojos del cuerpo perciben una realidad naturalmente invisible al hombre; en tal caso no es necesario que el objeto que se ve (persona o cosa) esté física y realmente presente, sino que basta que se forme la imagen en la retina. Es a lo que de ordinario se le llama apariciones. 2) Visiones imaginativas son aquellas en que Dios estimula la imaginación del individuo a fin de comunicarle un mensaje, de manera que el subconsciente humano no es capaz de controlar o dirigir el proceso. De este tipo son los sueños proféticos. 3) Visiones intelectuales son aquellas en las que ya no intervienen los sentidos sino sólo la inteligencia, pero sin necesidad de emplear la facultad de razonar, por ello se accede a un entendimiento puro, superior a todo lo humanamente posible.

Las locuciones. Son comunicaciones que Dios hace. Pueden ser percibidas por los sentidos externos (el oído) o interiormente. Es común que visiones y locuciones se den al mismo tiempo, pero no necesariamente. El beato Francisco Marto veía pero no podía oír a la Virgen en Fátima.

Las revelaciones. Son manifestaciones sobrenaturales de una verdad oculta o un secreto divino que Dios decide comunicar para bien general o para la utilidad de quien la recibe. Pueden ser privadas (cuando son hechas a un individuo, y no entran en el depósito de la fe) o universales (las Sagradas Escrituras y la Tradición).

Conocimiento del interior de otro. Dios comunica a un siervo suyo los secretos del corazón de otras personas, por ejemplo, sus pecados. Fue algo que experimentaron frecuentemente el Santo Cura de Ars y el padre san Pío de Pietrelcina.

La hierognosis. Es el conocimiento de lo que es sagrado. Quienes reciben esta gracia son capaces de distinguir sin ningún esfuerzo de su parte un objeto bendito de uno que no lo está, o las auténticas reliquias de los santos.

Ciencia infusa universal. Tiene lugar cuando, sin estudio alguno, se posee un vastísimo conocimiento de la Sagrada Escritura, de los principios de la vida espiritual o de la teología.

Fenómenos de orden corporal

Los estigmas. Se trata de llagas o heridas, visibles o invisibles, que concuerdan con las de Jesucristo en la Pasión. Pueden ser varias o solo una.

Sudor de sangre. Es la expulsión de líquido sanguinolento a través de los poros de la piel, particularmente los de la cara. El hecho histórico por excelencia es el de Jesucristo (Lc 22, 44). Ha habido un número pequeño de santos y personas pías que también han tenido sudor de sangre.

Lágrimas de sangre. Son una efusión sanguinolenta a través de los lagrimales. Estos casos son más raros.

Ayuno absoluto. En la Iglesia ha habido muchos casos de ayuno absoluto prolongado sin detrimento alguno de la salud. El de santa Catalina de Siena duró ocho años; el santa Ludovina de Schiedman, 28 años, el de la beata Caterina de Raconigi, diez años.

La vigilia o privación prolongada del sueño. San Macario de Alejandría pasó 20 años continuos sin dormir.

La agilidad. Consiste en la traslación corporal prácticamente instantánea de un lugar a otro. La Biblia recoge el caso del diácono Felipe, que fue de pronto transportado por Dios a la ciudad de Azoto tras bautizar al etíope (cfr. Hch 8, 39-40). Otros santos que experimentaron este fenómeno fueron san san Felipe Neri, san Antonio de Padua y san Martín de Porres.

La bilocación. Consiste en la presencia de una misma persona en dos lugares distintos al mismo tiempo.

Las levitaciones. Es la elevación espontánea del suelo y el mantenimiento del cuerpo humano en el aire sin causa visible. Si el cuerpo se eleva un poco se llama éxtasis ascen sional; si se eleva a gran altura recibe el nombre de vuelo extático; y si comienza a andar velozmente a ras del suelo, pero sin tocarlo, se llama marcha extática.

La sutileza. Es el paso de un cuerpo a través de otro. San Raymundo de Peñafort entró en su convento a puertas cerradas.

Esplendores. Son irradiaciones luminosas que a veces despiden los cuerpos de los santos, sobre todo durante la contemplación o el éxtasis.

Osmogénesis. Es la emanación sobrenatural de un cierto perfume de exquisita suavidad del cuerpo de los santos.

Fenómenos de orden afectivo

Éxtasis místico. Estado de contemplación tan profundo que se suspenden los sentidos.

Los incendios de amor. Fenómeno en el que el amor hacia Dios se manifiesta exteriormente bajo la forma de fuego que quema, incluso materialmente, la carne y la ropa cercana al corazón.

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