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La reanimación de los neonatos
En los últimos años se ha asistido a un florecer de las guías clínicas para regular la suspensión de los tratamientos en los neonatos. Las guías clínicas más en boga en los países occidentales se basan en la no reanimación por debajo de una cierta edad gestacional, por lo que se dejarían sin reanimación a neonatos que tendrían posibilidad de sobrevivir. Esta decisión se justifica por la creencia que por debajo de una cierta edad gestacional el riesgo de padecer alguna discapacidad es tan alto que hace pensar que la sobrevivencia no es lo mejor para el niño.
Por otro lado, según investigaciones recientes, muchos médicos no sólo tienen en cuenta el interés del neonato sino también de sus padres, especialmente cuando se trata de un neonato extremadamente prematuro.
Es decir, existen criterios diferentes en cuanto al tratamiento a administrar a un neonato o a un adulto. Los criterios médicos para suspender el tratamiento a un adulto se fundamentan en: certeza del diagnóstico y pronóstico; consentimiento informado; pronóstico de muerte cierta; inutilidad del tratamiento y, en casos particulares, intolerabilidad del tratamiento, según se desprende de la guía clínica de la «American Lung Associatión» el documento más citado en cuanto a la reanimación del paciente adulto se refiere.
Pero cuando se trata de neonatos se introducen dos criterios que no se tienen en cuenta en los adultos: los intereses de terceros y la probabilidad pronóstica. En cuanto los intereses de terceros existe un consenso general para tener en cuenta lo que opinan los padres, en función de lo que creen que les interesa más a los neonatos.
Esta diferente consideración ética entre la conducta a seguir con el adulto y el neonato está bien fundamentada en los estudios de Annie Janvier. Otros estudios muestran que el pronóstico y la cualidad de vida de los niños que podrían ser candidatos a que se las suspendiera el tratamiento son mejores de lo que incluso el médico cree, y que los propios niños que han sobrevivido tienen una impresión de su calidad de vida que la que tenían los médicos que los atendían.
En fin, no se puede olvidar cuánto influyen los prejuicios personales en la toma de decisiones sobre la vida y la muerte de los neonatos. En un estudio australiano se muestra que los médicos que son menos proclives a reanimar a los neonatos graves son aquellos que tienen más miedo a la muerte.
Pero en general se puede decir que los resultados en función de la discapacidad de los neonatos que sobreviven es peor en donde se seleccionan los niños a los que se les da tratamiento, que en aquellos otros en donde a todos los niños se les da la posibilidad de vivir, incluso a los neonatos de 22 semanas de gestación o con enfermedades que se consideraban mortales hasta hace muy poco tiempo. En resumen, conviene recordar que en el momento del nacimiento no existen instrumentos pronósticos, seguros para saber cual será la evolución del neonato. Quizá la diferencia en el tratamiento que se da a un adulto con respecto a un neonato, es que para muchos estos últimos son personas.
Con la finalidad de escapar al riesgo de eugenesia propongo una guía para regular la reanimación de los neonatos:
- La reanimación debe ser intentada para todos los niños de una edad de gestación en la que la literatura científica muestra probabilidad de supervivencia (actualmente el límite es de 22 semanas), teniendo en cuenta los límites legales y las posibilidades técnicas locales, que varían de unas naciones a otras.
- La reanimación puede ser negada por debajo de la edad gestacional comentada y se puede detener si se demuestra que es ineficiente.
- Los tratamientos que son excesivamente graves para el niño pueden ser suspendidos, así como aquellos que no son capaces de alejar la muerte o de mejorar la vida del neonato.
- La posibilidad de una discapacidad, aunque se prevea grave, no es motivo suficiente para suspender un tratamiento que puede salvar la vida.
- El tratamiento no puede ser interrumpido o negado en relación con los intereses de los padres, sino solamente en función de los intereses de los niños.
- Los padres deben ser siempre informados y su acuerdo debe ser obligatorio. Pero en la elección entre la vida y la muerte debe prevalecer la objetividad científica de la posibilidad de tratamiento sobre los intereses de los padres, sino que debe prevalecer el interés del neonato.
Comunicación presentada en la 17 Asamblea de la Academia Pontificia para la Vida
Roma 24-26 de febrero de 2011.
Del director
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