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De Satán a la vida consagrada
Michela tiene ahora 41 años y hace trece que ingresó en la comunidad «Nuovi Orizzonti», después de tener una auténtica vida de película. Cuando era una recién nacida fue abandonada por sus padres en el hospital, y hasta los seis años tuvo que vivir en un orfanato. «Había conocido todo menos el amor, y cuando un niño no conoce el amor, es difícil que de adulto sepa dar amor», comenta Michela. Llevaba una vida desordenada, hasta que se enamoró de un chico católico. Poco después de empezar con los preparativos de la boda, a Michela se le vendría el mundo encima: su novio había contraído sida en una transfusión. «Ahí pude ver que con dinero había comprado todo. Pero que no podía comprar la vida de Luca», comenta. El joven moriría al poco tiempo.
Renegando de Dios por la vida que le había dado, Michela se marchó, la noche del funeral de Luca, a la playa para hacer un juramento: «Dios, si tú no existes, pasaré toda mi vida diciéndoselo a todo el mundo. Pero si existes de verdad, empeñaré mi vida en destruirte». Decidió entonces hacer psicoterapia, pero nunca pensó que la doctora que la trataría iba a ser en realidad una sacerdotisa de una secta satánica. Le propusieron que entrara en la secta y allí permaneció dos años. En la Navidad de 1996 le ofrecieron ser sacerdotisa si antes afrontaba una prueba de filiación. «Me dijeron: «En Roma hay una joven llamada Chiara que ha fundado una nueva comunidad. Para nosotros es un obstáculo. Deberás matarla», comenta. Cuando llamó a la puerta salió Chiara, la abrazó y le dio la bienvenida. «Ese abrazo cambió mi vida, fue algo indeleble que me llegó al corazón. Entramos en casa y le entregué el arma con que iba a matarla», relata. Unos días más tarde recibió la comunión e hizo los votos de la comunidad fundada por Chiara en 1984.
Pero Michela no era feliz del todo, tenía la necesidad de una madre. Acudía a ayudar a un centro para madres embarazadas que iban a abortar. Impresionada por lo que sentía tras sus visitas al centro decidió buscar a la suya. Quedó con ella, pero ésta le dijo: «Tú para mí no has existido nunca, sal de mi vida». Aquello fue la gota que colmó el vaso, Michela no entendía por qué Dios le había dado aquella vida plagada de sufrimientos.
«Era como un trasplante de corazón»
Un día Chiara invitó a Michela a ir a Medjugorje. No estaba muy por la labor, pero al final acudió. Mientras estaba tomando el sol se encontró con Marija, una de las videntes, que la invitó a acudir a una aparición. «En cierto momento empecé a sentir un calor en el cuerpo, como si me hiciesen un trasplante de corazón. Entonces Marija se levantó y me dijo: «La Virgen María ha hecho suyo el dolor de tu corazón. A partir de hoy sólo ella será tu madre».
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