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La educación como un riesgo
Acompañar al alumno en su descubrimiento de lo bueno, lo bello y lo verdadero, tal habría sido el "proyecto curricular" de Platón. Muy lejos parece de los proyectos curriculares inventados por lo "maestros" del constructivismo en la LOGSE y más tarde en la LOE, los sistemas educativos diseñados desde el amparo ideológico de los gobiernos de Felipe González y Zapatero. Hace tiempo que el sistema educativo español experimenta indicios de un colapso que los profesores padecemos en primera persona: unos de los índices más altos de Europa de abandono escolar, pérdida progresiva de la autoridad del profesor, desaparición del valor del esfuerzo, transformación de los centros en una especie de guardería donde el criterio de retener a los alumnos prevalece sobre la excelencia académica y donde los buenos alumnos tienen que adaptar su ritmo a un grupo de compañeros desmotivados; alumnos sin hábitos de socialización a los que la disciplina solo les ayuda tangencialmente conviviendo con alumnos que deben soportarlos… Sin embargo con semejante instrumento desafinado –la LOE– cada día en nuestras aulas sigue siendo posible la proeza de arrancar una melodía armoniosa gracias a docentes –la mayoría– que ama su trabajo; y gracias a un grupo significativo de alumnos de cuya bondad siempre me he sentido orgulloso: aunque no siempre estoy satisfecho de su rendimiento académico, o de su motivación, su sonrisa cuando me cruzo con ellos por los pasillos es uno de los alicientes más bellos de la noble y arriesgada tarea de educar.
Hay por tanto claros y oscuros en la educación. Pero ciertamente la zona más oscura procede de la influencia de la política en el sistema educativo. En el resto de los países europeos, al menos tras la caída del muro de Berlín, la ideología ya no utiliza el sistema educativo para intentar fortalecerse. Pero Spain is different. El socialismo español actual ha experimentado una regresión hacia el pasado romántico de las ideologías como revancha anacrónica de la dictadura franquista (no menos ideológica y romántica cuando los niños cantábamos, "impasible el ademán" y "formaré junto a los luceros…").
¿Cuándo tendremos en España un socialismo que supere su resentimiento del pasado? Y, lo que es más triste ¿qué culpa tenemos los que nos hemos criado vacunados contra las ideologías y queremos educar a nuestros hijos en nuestras propias convicciones y no en las que dicte un gobierno franquista o zapaterista?
Sin embargo, poco a poco, suavemente, la mentira se disuelve –no sin antes haber provocado mucho dolor– como el mito del sistema económico comunista se disolvió en los países del Este hasta la caída del muro de Berlín. El sistema educativo se está envenenando con su propia sangre: Educación para la Ciudadanía, por ejemplo, nació enferma y después de una movilización ciudadana sin precedentes en la historia de la democracia, ha quedado herida de muerte. Muy pocos profesores se atreven a cumplir sus verdaderos objetivos adoctrinadores, se ha degradado a mera maría que casi nadie desea dar y que se utiliza incluso para rellenar horarios; y el contenido del currículo ha quedado reducido a meras recomendaciones cívicas que no merecen la dedicación horaria que se le concede. Es un nuevo fracaso de la ideología frente a la realidad que es tozuda: el peor enemigo que puede encontrar el Poder es el enfrentamiento con unos padres que intentan transmitir a sus hijos lo mejor de la vida. El coraje ejemplar de tantos padres objetores ha reventado la estrategia de la ideología.
Sin embargo, los ideólogos que diseñaron Educación para la Ciudadanía como modo de inculcar el relativismo moral y la ideología de género no han cedido en su empeño. La nueva ley del aborto intenta de nuevo la intromisión de la ideología en la enseñanza. Tristemente la escuela ha dejado de ser un lugar seguro y los padres deben velar continuamente sobre las actividades que realizan sus hijos. La necesaria educación sexual está diseñada para introducir una ideología que falsea la condición humana proponiendo una libertad ilusoria que, en definitiva, queda sostenida por un voluntarismo ciego.
No son tiempos, por tanto, para acomodarse en el desentendimiento. Los padres deben velar, vigilar para que la escuela (también la concertada) no responda a consignas políticas y seguir poniendo todos los medios a su alcance para evitarlo. Deben ocuparse, cada vez con mayor responsabilidad y formación, de los temas que el actual sistema pretende instrumentalizar para sus fines. Deben, en definitiva, asociarse hasta que los nuevos mitos ideológicos sean disueltos por la fuerza de la realidad.
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