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Naciones Unidas, población y desarrollo

En el boletín semanal Friday fax del 15 de abril, que publica el Instituto Familia Católica y Derechos Humanos, leo que en un panel presentado por la Santa Sede, Honduras y Malta, con el título: «Desarrollo humano seguro: matrimonio, familia y comunidad», dentro de las actividades de la última sesión de la Comisión de Población y Desarrollo de las Naciones Unidas, puso de manifiesto el contraste entre las prioridades del mundo desarrollado y las del mundo en desarrollo.

La representante de Estados Unidos expresó que es perjudicial no contar con los recursos de planificación familiar adecuados, incluido el aborto seguro y que no se podía decir que se valora la familia, la comunidad y el matrimonio sin considerar que tanto los hombres como las mujeres tienen derecho a una vida saludable, a poder evitar el aborto inseguro, a un mayor nivel de salud reproductiva y a decidir el número de hijos a tener. También se quejó de los altos índices de fertilidad de África.

Es la postura que de forma permanente vienen defendiendo los grupos de presión de los países ricos que, al amparo de Naciones Unidas, trabajan sin descanso por reducir la natalidad del planeta, a través de todos los medios contraceptivos imaginables, incluidos la esterilización y el aborto. Es más, van imponiendo que cualquier ayuda a los países pobres vaya ligada a la realización de programas que limiten el crecimiento de la población.

La representante de Santa Lucía, un pequeñísimo estado antillano, dio una amarga respuesta: «Nos dijeron que necesitábamos reducir nuestro índice de fertilidad; ahora tenemos una población envejecida. «¿Cómo logramos que aumente nuestro índice de fertilidad?

El representante de la Santa Sede advirtió que los programas internacionales de asistencia económica dirigidos al financiamiento de campañas de esterilización y anticoncepción y la subordinación de la asistencia económica a tales campañas, son afrentas a la dignidad de la persona, a la familia y a la comunidad humana.

La drástica disminución de la natalidad en el mundo, propiciada desde la ONU, está consiguiendo un envejecimiento alarmante de la población. Los países ricos y desarrollados ya se están enfrentando el problema de una estructura poblacional insostenible, en la que no hay relevo generacional que pueda mantener el tan alabado estado del bienestar.

Los países pobres, si además son pequeños, por este camino desaparecerán. No llegan a ellos medicamentos que frenen la mortalidad, pero llegan en abundancia preservativos que reducen su fertilidad, anticonceptivos y aborto que los corrompen. No es reducir su fertilidad y limitar el crecimiento lo que necesitan, sino auténtica cooperación y ayuda, uno de los principios de la Carta de Naciones Unidas, bastante degradado desde hace tiempo.

Sería necesario revisar la actuación de la mastodóntica organización de Naciones Unidas para comprobar si sigue siendo un instrumento útil para la consecución de los objetivos que se fijaron en su Carta fundacional: la paz y la seguridad, la cooperación internacional y el respeto a los derechos humanos. A mí me parece que no.

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