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Cristianos y musulmanes

En todo el decurso de su historia, el Islam es un fenómeno, por que merece atención. Como el Cristianismo, el Islam tuvo un origen humilde, a partir del cual fue alcanzando cimas de grandeza.

Ser musulmán significa, ante todo, someterse a Dios, tal como hizo en otros tiempos Abraham el amigo de Dios. Al rechazar las aportaciones del Hebraísmo y del Cristianismo, que consideran falsas, el Islam quiere reproducir y continuar el más puro monoteísmo que Dios habría enseñado a Adán, revelado a Abraham y confirmado a Mahoma, mediante el Corán.

El Islam es al mismo tiempo «religión y estado»: con orgullo los musulmanes lo han afirmado siempre, pero no se logran poner de acuerdo, a la hora de determinar cuál es la relación que liga estrechamente o que une la religión al Estado.

Después del fracaso de los nacionalismos locales y de los socialismos panárabes, estos países conocen hoy en día las reivindicaciones crecientes de los movimientos fundamentalistas, y es en función de esta dinámica, que los musulmanes, practicantes o no, se encuentran obligados a ejercitar una elección entre las grandes corrientes ideológicas del Islam contemporáneo, siempre con el riesgo de que sus energías espirituales sean utilizadas para la construcción ideológica de una sociedad islámica.

Entre los siglos VII y XVII rivalizó con el Cristianismo como una fuerza religiosa y de gobierno, y por un momento parecía superarlo, pero fue derrotado militarmente y expulsado de Europa, «esfera especial de influencia del Cristianismo», así, la historia común de cristianos y musulmanes está marcada por la violencia y la espada, por el odio y la guerra. Nos encontramos en la llamada era atómica, y sabemos bien cuáles son las secuelas de las armas atómicas, biológicas y químicas así como las secuelas catastróficas del nuevo terrorismo internacional e interestatal, cuya horrible cara mostró el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

El Beato Juan Pablo Magno tuvo que lidiar con el comunismo, que no era una religión pero sí una ideología atea. Él nunca perdió la esperanza de que vencería al comunismo. Con la ayuda de muchas personas (el sindicato Solidaridad en Polonia y la transigencia de Mijail Gorbachov), y con la ayuda del Cielo (la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de la Madre de Dios), logró vencer el comunismo moscovita en 1989. También él siguió confiando en contra de toda esperanza. Y el rápido y pacífico final del bolchevismo le dio la razón.

La omnipotencia intercesora de la Madre de Dios ante el trono divino, participó esencialmente en este giro. Desde la consagración el 24 de marzo de 1984, un plan de ataque militar oriental no pudo ser ejecutado por numerosas explosiones de bases militares (p.e. en la península Kola).

Naturalmente que una victoria divina sobre los representantes radicales del Islam es mucho más difícil de lograr ya que ellos quieren conquistar y "salvar" el mundo en el nombre de Dios y no a través del ateísmo (como en el comunismo), pero fue Juan Pablo Magno, quien efectuó la primera visita oficial de un Papa a un país musulmán (Marruecos, 1985), y asimismo el primer Pontífice en visitar una Mezquita (Gran Mezquita Omeya, de Damasco, mayo 2001). Promovió un sincero diálogo con el Islam a lo largo de todo su pontificado.

El Evangelio nos dice que los pacificadores serán llamados hijos de Dios y que los bondadosos recibirán la tierra como herencia. Pero con las herramientas políticas y militares no avanzaremos. Esto lo demuestran los acontecimientos en Nueva York, Londres y Madrid, el asalto del presidente Bush a Irak en 2003 y tantos otros del día a día. Como cristianos, sabemos que si la humanidad desea sobrevivir, no se puede continuar así.

Cuando el Papa Benedicto XVI pronunció su conferencia sobre fe y razón durante su visita a la Universidad de Ratisbona, sus palabras causaron tal revuelo entre muchos musulmanes, porque habló del actuar inhumano de Mahoma durante el despliegue violento y guerrerista de la nueva religión en aquel tiempo en Asia y Europa. Aparentemente el Espíritu Santo había abandonado al Papa en el momento de su crítica expresión. Pero en realidad el Espíritu Santo, a través de él, nos ha hecho prestar atención a cristianos y musulmanes, respecto al hecho de que básicamente todas las religiones deben renunciar a la violencia y la guerra si quieren conservar su credibilidad ante Dios y ante los seres humanos de esta época, cristianos y musulmanes deben aprender a trabajar unidos para la paz.

Benedicto lo dice en serio pues sabe cuan amenazada se encuentra la paz mundial. El tiempo apremia. El quiere promover un diálogo verdadero entre las religiones y culturas para salvar la paz. El Papa desea continuar y desarrollar el diálogo que inició su antecesor Juan Pablo II. Este respetuoso intercambio de ideas debe llevar a conocerse mejor, a estimar los valores mutuos y respetar las diferencias. El Papa ha rechazado todo acto de violencia, así como la intolerancia.

El diálogo pretende ayudar a los musulmanes a que acaben con los atentados suicidas, el terror y la guerra en sus filas. Que comprendan que solamente por medio de un diálogo pacífico se puede lograr una oportunidad de supervivencia para todos. Que todos comprendan que solamente por ese medio podremos sobrevivir, y que coexistamos de manera tolerante en este nivel humano para garantizar la supervivencia. La alternativa es diálogo o guerra. Ahora no hay otra opción. Sigamos a Benedicto XVI. Siguiéndolo, deberíamos articular claramente y renovar las verdades agradables y desagradables del pasado y del presente de ambos lados. Ha llegado la hora de limpiar la conciencia de cada parte y no de culpamos mutuamente.

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