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Principio de sustancia (I)
La sustancia
Res sunt: hay cosas, existen realidades. Éste es el punto de partida de la reflexión filosófica. La filosofía parte de la constatación de que existen cosas más bien que nada: res sunt. Ésta es la primera evidencia que tiene el hombre y de ella nace la filosofía. El hecho de que las cosas existen constituye el fundamento inconmovible de la especulación filosófica. Es una primera evidencia que de ningún modo admite demostración. Si no captáramos esto, sencillamente seríamos animales.
Esta realidad de las cosas la suponemos siempre que pensamos. Ni siquiera podríamos hablar de no conocer las realidades que nos rodean como tales realidades. En efecto, el lenguaje simbólico consiste en que el hombre da a cada realidad que existe un nombre que la significa y representa. Pero esto no sería posible si no las conociese previamente como realidades distintas de su subjetividad: res sunt. Dice con aplomo Gilson: «si el ente constituye el primer objeto del intelecto en tanto que concebido, ello se debe a que él resulta inmediatamente percibido: res sunt, ergo cogito».
En efecto, la gran equivocación de Descartes consistió en poner como fundamento el «cogito», pues olvidó que no podría haber dicho «yo pienso», si previamente no se hubiera captado como realidad pensante. Lo había dicho ya santo Tomás. Lo primero que captamos es esto: «ahí hay una realidad» o «yo soy una realidad»; lo primero que conocemos es siempre que hay una realidad (la propia o la ajena, es indiferente).
No hay conocimiento si no se nos hace patente lo real como real. El conocimiento, ante todo, es conocimiento de algo, mientras que conocer el conocimiento es una reflexión posterior, que viene, en todo caso, después. Lo primero que capta el hombre es la realidad; luego, los adjetivos que la especifican.
El hecho de que hay cosas y el hecho de que yo mismo soy una realidad resulta tan evidente, que sería absurdo querer demostrarlo. Ha escrito Gilson con acierto: «las dificultades comienzan sólo cuando el filósofo se empeña en transformar esta certidumbre en una certidumbre de naturaleza demostrativa, que sería la obra del intelecto».
La metafísica es, por lo tanto, la ciencia que trata de todo lo que existe en cuanto que es una realidad. Pero ¿de qué realidad se trata? La realidad de la que trata la metafísica es la substancia. En efecto, captamos que existen cosas, realidades, independientemente de mí. Esto es la substancia: todo aquello que existe en sí. La substancia no es un substrato físico que está debajo de: substancia es igual a subsistencia. Como dice Brugger, lo característico de la substancia no es su relación a los accidentes, sino la subsistencia propia. Substancia es lo que tiene su ser no en otro sino en sí.
A la captación del en sí de las cosas sólo se llega por la inteligencia y nunca por los sentidos. Yo capto que ahí hay algo, una realidad, una substancia, un ente, y esto lo capto por mi inteligencia. Los animales carecen de inteligencia y por ello jamás hacen la experiencia de captar que hay realidades en sí frente a ellos. Es por eso por lo que carecen de lenguaje simbólico.
Lo que sí captan los sentidos son las manifestaciones o dimensiones físicas de la substancia. Estas dimensiones físicas existen porque tienen una subsistencia propia (la substancia) sólo captable por la inteligencia. Los sentidos, repetimos, sólo captan las dimensiones físicas que son la epifanía de la substancia. Pues bien, de las dimensiones físicas unas son esenciales y otras accidentales, según los casos. Pongamos un ejemplo: El lápiz que yo tengo en la mano no sería lápiz si no tuviera mina (elemento esencial), pero es completamente accidental que sea de color blanco o negro. Por cierto, el accidente hace referencia a la esencia más que a la substancia. No podemos decir que todas las dimensiones físicas de una cosa sean simplemente accidente de la misma: es de la esencia del lápiz el tener mina, pero no lo es el que el lápiz sea de color negro o amarillo (accidente).
Pues bien, cuando conocemos la realidad que está frente a nosotros y estudiamos las notas que determinan su definición, entonces tenemos la esencia. La esencia responde a la pregunta: ¿qué tipo de realidad es ésta? La esencia se configura por la determinación de una realidad concreta mediante sus notas diferenciales. La naturaleza añade a la esencia un momento dinámico; es la misma esencia en cuanto principio de desarrollo, en cuanto principio de operación.
El hombre capta, por tanto, que hay realidades frente a él de una determinada factura. Todo aquello que existe en sí es una substancia. La substancia es, por lo tanto, un concepto irrenunciable no sólo por las exigencias del dogma eucarístico, sino también por las exigencias de un sano realismo: negar que existan cosas en sí es negar la realidad. Una de las dificultades que se levantan contra el concepto de substancia es que la materia está compuesta de elementos varios que hacen desaparecer el concepto de la unidad ontológica de las cosas. Ahora bien, el problema se resuelve si tenemos en cuenta que cada uno de esos elementos es real y que, en combinación con otros, forma un conjunto (libro, lápiz) que también es real y subsistente. El concepto de substancia se impone a todo el que percibe que las cosas que le rodean son reales y no producto de su imaginación.
Lo que capta el entendimiento es que hay realidades en sí, que esto que tengo en la mano es una realidad, una substancia, algo (aliquid).
Este punto suele dar lugar a confusiones que no favorecen en nada a la metafísica. Cuando, por ejemplo, se dice que la metafísica estudia el ser, o el ente, la persona ajena a dicha ciencia se pregunta en seguida: ¿Dónde está ese ser? Lo mismo ocurre cuando se dice que la metafísica estudia el ente. El ser o el ente no existe y con ello se comete una extrapolación, una excesiva abstracción que desorienta al que se inicia en la materia. Otra cosa es decir que la metafísica estudia todas las cosas (por ejemplo este lápiz, esta mesa) en cuanto que son una realidad, un ente, una substancia, algo (aliquid).
A propósito de la substancia, tenemos que decir que substancia no tiene nada que ver con una especie de substrato físico. La substancia es la subsistencia ontológica de las cosas en virtud de la cual se diferencian de Dios creador, y es justamente él el que ha dado a las criaturas una subsistencia propia, en virtud de la cual existen frente a la nada. Hablaremos más delante de Dios creador (conocido por el principio de causalidad) y es justamente él el que ha dado a las criaturas una subsistencia propia en virtud de la cual existen antes, durante y después del conocimiento que de ellas tenemos. Yo ahora, al escribir, capto que sobre la mesa hay una realidad (algo) que subsiste en sí misma y por ello sé que existía antes de que yo la conociese. Se trata de un libro que subsiste en sí, que la inteligencia capta como una realidad en sí. No es, pues, nada físico, sino la subsistencia ontológica propia de la que está dotado. Lo capto cuando digo: «ahí hay algo».
La estructura del juicio
Lo que hemos dicho hasta ahora lo vamos a explicar de otro modo hablando de la estructura del juicio.
Es sabido que el tomismo ha hecho del esse entendido como actus essendi la clave de su filosofía. Este acto de ser se encuentra en Dios de forma plena e imparticipada. Mientras que en la criatura se encuentra de forma participada y limitada por la esencia receptora con la que realiza una composición real, no en cuanto dos entes acabados, sino en cuanto dos coprincipios de una única realidad. Es un dogma sagrado en el tomismo decir que el esse es absolutamente inconceptualizable, no es un quid, no es un algo. Se substrae, por lo tanto, al conocimiento quiditativo: esse non est ens, sed est quo ens es.
Pues bien, lo que quisiéramos es mostrar que el ser es conceptualizable, que el primer concepto y más genuino que hace el hombre es que ahí hay una realidad, es decir, algo. Y no se puede decir que el juicio «Dios existe» sea irreductible al juicio «Dios es una realidad», es decir, algo, alegando que cometeríamos entonces una tautología. Reflexionemos sobre ello.
El juicio puede ser ciertamente esencial y existencial. Juicio esencial es éste: «Pedro es un hombre». Juicio existencial es aquel que se limita a decir de un sujeto que existe: «Pedro existe». Analicemos, pues, estos dos juicios con el fin de ver si el verbo ser como existencia puede ser o no predicado. Comencemos por el análisis del juicio esencial.
En el juicio esencial «Pedro es hombre», atribuimos la esencia de «hombre» a un sujeto conocido ya como realidad, conocido como algo. Implica este juicio que conocemos ya la realidad de Pedro como tal realidad. Ya sabemos que Pedro es algo, una realidad, una substancia. En efecto, si a la pregunta ¿qué es Pedro?, respondo diciendo que Pedro es algo, una realidad, cometo una tautología. Ya sabíamos que Pedro era una realidad, que Pedro era algo. Lo que quiero saber en este juicio es qué tipo de realidad es. Así pues, el sujeto de este juicio es «la realidad de Pedro» (Pedro en cuanto realidad) y el predicado es la esencia de hombre. En este juicio, en consecuencia, se predica una esencia de una realidad, conocida previamente como realidad. En él se establece la verdad esencial: es verdad que Pedro es hombre. Hay adecuación de una esencia a una realidad, a una substancia.
Una variedad del juicio esencial es aquel juicio en el que se predica de una realidad ya conocida como realidad, o bien una propiedad esencial, o bien una nota accidental. Si yo digo «Pedro es de color blanco», estoy diciendo en realidad: «Pedro es un hombre blanco». Se trata de una determinación ulterior de la esencia de hombre que atribuimos a la realidad de Pedro.
Vayamos ahora al juicio existencial. Comencemos por este juicio: «el hombre existe». ¿Qué es lo que hacemos en este juicio? Lo primero que hay que decir es que el juicio «el hombre existe» es absolutamente equivalente al juicio «el hombre es una realidad». Este último juicio tiene perfecto sentido, el mismo sentido que el primero. La prueba es que en la conversación normal sirve para recalcar la existencia de algo. Si yo digo: «los extraterrestres existen» y provoco perplejidad o in- certidumbre en los que me escuchan, puedo recalcar la idea diciendo: «sí, los extraterrestres son una realidad».
Ahora bien, decir de una cosa determinada que es una realidad, ¿es cometer una tautología? En absoluto. Cuando en el juicio existencial afirmo «el hombre existe», tomo el sujeto «hombre» no como una realidad sino como una esencia. Sé perfectamente lo que es ser hombre: animal racional; pero no sé si existe, no sé si es una realidad. Entonces, lo que hago en el juicio «el hombre existe» o «el hombre es una realidad» es atribuir la realidad a una esencia. Es decir, lo que hago aquí es lo contrario a lo que hacía en el juicio esencial. En el juicio esencial «Pedro es hombre» atribuía la esencia de hombre a la realidad de Pedro conocida sólo como realidad. Ahora, lo que hago en el juicio existencial es atribuir la realidad a una esencia conocida como esencia. El juicio existencial predica, por lo tanto, la realidad de una esencia. En el juicio existencial se da también la verdad, en cuanto que en él se adecua la realidad a una esencia.
Pongamos otro ejemplo. Yo puedo afirmar «Dios existe. Dios es una realidad». En este caso sé perfectamente lo que es la esencia de Dios (ser creador, infinito, etc.). Lo que me falta es saber si lo que conocemos con el nombre de Dios es o no una realidad. Cuando afirmo que Dios existe, lo que entonces hago es decir que lo que conocemos por Dios (esencia de Dios) es una realidad. Predico de nuevo una realidad de una esencia.
En ninguno de los juicios referidos cometemos tautología alguna, puesto que lo que hacemos es predicar no una realidad de una realidad, sino una esencia de una realidad o una realidad de una esencia. Pero veamos otro ejemplo más difícil. ¿Cómo entendemos el juicio existencial «Pedro existe»? ¿Qué es lo que hacemos en este juicio?
Indudablemente, en el juicio «Pedro existe» afirmamos la existencia de Pedro, o lo que es lo mismo, decimos que Pedro es una realidad. Pero, ¿qué es Pedro como sujeto del juicio? Cuando respondemos a esto, decimos que Pedro es un hombre, que tiene por lo tanto la esencia de hombre, incluso que tiene la esencia de hombre determinada por algunas notas ulteriores como las de alto, guapo, etc. Es decir, conozco algunas de las notas determinantes de este hombre, pero todavía no sé si existe. Imaginemos que he visto la pintura de un hombre, debajo de la cual estaba escrito: «retrato de Pedro». Todavía puedo preguntarme: pero, ¿este Pedro de la pintura es una realidad o una ficción del pintor? Lo mismo ocurre si de Pedro he oído hablar o he escuchado descripciones de él. Puedo entonces preguntarme: el tal Pedro ¿existe o no en la realidad? o ¿es un personaje legendario? Por lo tanto, también en el juicio «Pedro existe». «Pedro es una realidad». Atribuyo una realidad a una esencia, en este caso particularizada por ciertas notas ulteriores. Estamos, en consecuencia, en un caso particular del juicio «el hombre existe».
Según esto, podemos decir que la esencia se configura por la determinación de una realidad concreta por sus notas diferenciales. La existencia, en cambio, por la atribución de una realidad a una esencia. La esencia responde a la pregunta: ¿qué tipo de realidad es una realidad conocida ya como realidad? La existencia responde a la pregunta de si una esencia tiene o no realidad. La esencia es siempre la esencia de una realidad, de una substancia; y la existencia, la realidad de una esencia. No existe la existencia como tal, por ello no es adecuado decir que Dios es la pura existencia, porque las existencias no existen. Existen las realidades.
De todos modos, en el juicio esencial y en el existencial entran los conceptos de algo (una substancia, una realidad, un ente) y de esencia. En el primer caso (juicio esencial) predico la esencia de una substancia, de una realidad, ya previamente conocida como realidad. En el segundo caso (juicio existencial) digo que una esencia determinada es una realidad, una substancia, algo (aliquid). Por lo tanto, el ser es un predicado, un quid. Es conceptualizable. Decir que «Pedro existe» es lo mismo que decir que es una substancia, una realidad, algo. Lo primero que podemos decir de todas las cosas, el primer predicado que les atribuimos consiste en decir que son una realidad, una substancia, algo.
El entendimiento, por su parte, no tiene que demostrar que las cosas son una realidad. El hecho de que las cosas son una realidad es algo evidente y es el fundamento inconmovible de toda especulación realista. Desde Aristóteles se ha dicho que lo primero que captamos es que hay realidades. A partir de ahí y no antes comienza la filosofía. Es algo que goza de evidencia y no puede ser sometido a demostración. Con todo, es necesario insistir en que, cuando captamos que una esencia determinada (el hombre) es una realidad, no captamos el ser en general. Si así fuera, no distinguiríamos el ser percibido del sujeto perceptor, pues ambos estarían abarcados y confundidos en la generalidad de ese ser. Captar que el hombre es una realidad es captar. Por el contrario, que el hombre se opone a la nada, pero limitadamente, como una realidad, como una substancia y no como la totalidad de lo real. Dicho de otra forma, no se opone a la nada como el ser, sino como un ser, como una substancia, como algo que implica absolutez y limitación en su entidad.
Es obvio, por otro lado, que lo que es absoluto y limitado en su entidad dice identidad consigo mismo dentro de sus límites, y en consecuencia, diferenciación de todo lo que está fuera de dichos límites. De ahí que se diferencie también de la realidad del sujeto perceptor. Cuando digo «ahí hay algo», estoy diciendo que es una realidad diferente de mí, que es un en sí, que es una substancia, un ente que rechaza absoluta y parcialmente la nada.
El juicio nos lleva a esto: a percibir que las cosas son una realidad. El entendimiento no tiene que demostrar lo que resulta evidente: que hay realidades. Lo único que puede mostrar es cómo (y esto es obra de la epistemología) el sujeto se hace fielmente con la realidad conocida. Habría que resolver el eterno problema de conjugar la racionalidad abstracta de nuestros conceptos con la realidad concreta conocida. A esto responderemos más adelante; ahora sólo nos basta con haber mostrado que por el juicio no captamos el ser en general y que, por otra parte, acudir al ser en general es obstruir ya de entrada la posibilidad de un conocimiento objetivo.
El primer predicado objetivo que podemos tener de las cosas es que son un ser, una substancia, una realidad, algo en definitiva. Porque decir que una cosa es una realidad o una substancia es lo mismo que decir que es algo. Al decir de una cosa que es algo, quiero decir que se opone a la nada, pero siempre de un modo parcial, en cuanto que es una realidad, una substancia y no la totalidad de lo real. Por ello, el concepto de algo es el más apropiado. Se dice de una realidad en singular o también de varias realidades en plural, connotando tanto la absolutez como la limitación de las cosas conocidas, es decir, conociéndolas en su realidad concreta y singular. Algo es todo aquello que se opone a la nada de un modo parcial. Pero entendámonos bien, las cosas no son algo porque lo diga o imponga mi conocimiento, sino porque son realidades que, en su singularidad concreta, se oponen a la nada absoluta y parcialmente. Dicho de otro modo, son una excepción a la nada.
Por ello, el objeto de la metafísica no es el ser ni el ente en general que no existen, sino todas las cosas en cuanto que son una realidad, una substancia, algo. El ser es siempre un algo, un quid. No es acto ni principio y, si decimos de una cosa que existe, es porque hemos captado que es algo, que es un quid, aunque todavía no sepamos qué tipo de quid (esencia) es.
Concluyamos. Yo no capto el ser o el ente. Yo no capto el ser o el ente, sino que simplemente capto lo que está frente a mí y mi propia realidad como una realidad, como una substancia, como algo. La noción de algo implica esto: el ser una excepción a la nada, una realidad, una substancia. Lo que existe como algo se opone a la nada no como el ser en general, sino como un ser, una substancia, como algo que implica absolutez y limitación en su entidad, como lo que rechaza la nada absoluta pero parcialmente. Dice identidad consigo mismo dentro de sus límites y. en consecuencia, diferenciación de todo lo que está fuera de dichos límites. De ahí que todo aquello que es una realidad, algo, se diferencia también de la realidad del sujeto perceptor: subsiste en sí independientemente de mí, es algo. Yo capto una realidad diferente de mí.
Por ello volvemos a decir que el primer principio es el de substancia, es captar que existen cosas, excepciones a la nada, algo s. No partimos de una noción de ser en general o de un actus essendi que, como tal, dice sólo perfección absoluta de ser y que luego hay que limitar con la esencia receptora. La realidad que tengo frente a mi es algo que está limitado en cuanto algo antes incluso de saber qué esencia tiene.
Ser algo conlleva una identidad consigo mismo dentro de los propios límites y por ello una diferenciación de lo que está fuera de dichos límites, es decir, de las otras realidades. La misma etimología de algo (aliguid = alud quid) implica un quid (identidad) y un aliud (diferenciación de los demás).
Se diferencia de todo, incluido el sujeto perceptor. Es por tanto una realidad objetiva (obiectum).
Por el hecho de ser algo, una realidad, no es otras realidades. Otros entes podrán tener la misma esencia, pero al ser otras realidades ya son distintos. Sencillamente, todo aquello que es una realidad, algo, dice identidad entitativa dentro de los límites propios y por lo tanto se diferencia de todos los demás seres. Ser algo es una posesión parcial de ser y por lo tanto se diferencia de todas las otras partes de ser que existen. La limitación y la absolutez que implica son dos aspectos de la realidad que conocemos. Pero no dos coprincipios en composición real.
A su vez, la noción de algo es. Como tal noción abstracta, válida para todas las cosas. Sin embargo, en su condición de noción abstracta, no desfigura la realidad concreta. Es decir, la noción de algo no dice sólo absolutez de ser, en una abstracción que no representa ya las cosas concretas, sino que dice absolutez y parcialidad de ser, y por ello designa perfectamente la realidad concreta que está frente a mí, porque es una realidad que, en su singularidad concreta, se opone a la nada absoluta y parcialmente.
La noción de algo, en su abstracción, refleja la realidad concreta que tenemos frente a nosotros, porque refleja tanto la absolutez como la limitación entitativas que encierran las cosas singulares que encontramos. En una palabra, con este concepto capto la realidad que hay frente a mí en su entidad singular, en su concreción entitativa, porque capto al mismo tiempo la absolutez y la limitación de su ser. Capto que, frente a mí, hay una realidad que, en su singularidad concreta, rechaza la nada absoluta y parcialmente. Eso es lo que quiero decir cuando digo: ahí hay algo.
Esta delimitación que hemos hecho respecto de la noción de ser hay que hacerla también respecto de los otros trascendentales: verum, bonum, etc., diciendo que la metafísica atiende también a todo aquello que en su concreción es bueno y verdadero.
Del director
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