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«¡Dar al mundo lo que el mundo necesita de vosotros!»
Cuando me propuse escribir sobre el papel de los laicos en la Nueva Evangelización, lo primero que me vino a la cabeza fueron estas palabras de Juan Pablo II: «Cada laico cristiano es una obra extraordinaria de la gracia de Dios y está llamado a las más altas cimas de la santidad».
¡Qué extraordinaria manera de llamarnos a la responsabilidad ante este gran reto que supone nuestra vocación a la santidad!
Una santidad que se logra en la normalidad de cada una de nuestras vidas, y con las circunstancias concretas que Dios ha elegido para cada uno de nosotros. Porque es en la familia, el trabajo, la cultura y los medios de comunicación, la política y el deporte, etc., donde, sin rarezas, y dejando a un lado apariencias forzadas y/o forzosas, tenemos que hacer presente el rostro de Cristo.
Es verdad, que «a veces, los seglares, hombres y mujeres, no parecen apreciar del todo la dignidad y vocación que nos es propia como laicos», tal y como afirmaba Juan Pablo II. Pero nosotros sabemos que «no, no se puede hablar de un «vulgar seglar«, porque todos vosotros habéis sido llamados a… desempeñar vuestro papel en la evangelización del mundo». (Juan Pablo II, Limerick (Irlanda), 1-X-1979).
De ahí que un conocido mío diga con frecuencia: «Si los laicos no existieran en la Iglesia, habría que inventarlos». A fin de cuentas, los fieles laicos estamos en todas partes, porque nuestro lugar es el mundo, porque somos «de todas partes»; no somos «como ellos«, como los demás hombres y mujeres del mundo; no, somos «ellos»; y tenemos la responsabilidad divina de «transformar, iluminar y redimir» nuestro mundo, haciendo atractivos el Bien y la Verdad.
Puesto que, como viene recordándonos Benedicto XVI:«uno de los principales objetivos de la actividad del laicado es la renovación moral de la sociedad, que no puede ser superficial, parcial e inmediata. Debería caracterizarse por una profunda transformación del ethos de los hombres, es decir, por la aceptación de una oportuna jerarquía de valores, según la cual se formen las actitudes».
Y para esta tarea inmensa que tenemos ante nosotros, para «tocar» los corazones de los que nos rodean, se necesitan personas piadosas, alegres, valientes y sin complejos. Hombres y mujeres bien formados, que tengan argumentos para hacer frente a los ataques contra la familia, la vida, el matrimonio, la educación, etc. Cristianos de una pieza, sin doblez ni engaño, que cautiven a los hombres con su ejemplo lleno de optimismo, de amor y de esperanza. Puesto que, «el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los hechos que en las teorías» (Redemptoris Missio, n. 42).
El secreto es sencillo: estar enamorados de Cristo. Esta es nuestra fuerza: el amor a las personas porque amamos a Jesucristo.
Y como «consejos sin ejemplo, letra sin aval», a continuación dejo algunos de ellos:
Susana Moreu. Master de Orientación Familiar por la UMA.Autora de Y fueron felices….
«Es mucho lo que los «cristianos de a pie» podemos y debemos de hacer por llevar los valores cristianos a la sociedad».
Es evidente que los laicos debemos asumir nuestra responsabilidad de evangelizar dentro de las circunstancias personales de cada uno, si bien no es tanto lo que podemos decir como lo que podamos hacer, ya que cuando el evangelio se hace Vida es infinitamente más atractivo. Personalmente me he sentido urgida a formarme en temas de Orientación Familiar para poder impartir cursos, escribir artículos y publicar un libro sobre amor conyugal, que en un principio escribí pensando en todas las personas que intentan ser felices en pareja pero desconocen el verdadero sentido del amor, del compromiso y de la entrega. Mis lectores son muchas personas alejadas de la fe, pero también sacerdotes y grupos cristianos que lo utilizan como material de trabajo en sesiones de matrimonio.
Margarita Mir. Profesora de filosofía y religión católica
«Mis alumnos tienen que sentirse queridos desde el primer día»
Nuestra presencia pasa a menudo desapercibida porque no siempre llevamos un signo visible de nuestra fe.Mi lugar es el aula, rodeada siempre de jóvenes adolescentes. Cada año una promoción nueva. Mi reto diario: querer a cada alumno como es y no como quisiera que fuera.Me repito a menudo que Jesús quiso a todos sin distinción: al listo y al torpe; al bien parecido y al tullido, al joven y al viejo, al rico y al pobre, al maleducado y al amable… Como fiel cristiana, me preocupa que tengan un encuentro personal con Jesús. En mis clases intento contar anécdotas que puedan llegar a su corazón (en apariencia duro). Les muestro testimonios valientes de cristianos con sus luchas, sus fracasos y sus éxitos. Les animo a asistir a actos que pueden sacarles de su aparente letargo, y que constaten que no están solos.Esta es mi misión y mi apostolado. Y rezo para ser un buen instrumento a pesar de mi torpeza y de mis limitaciones.
Joaquín Romero, enfermo de esclerosis múltiple. Autor de «El invitado imprevisto».
«No pienses que eres un trasto inútil, una sanguijuela… no. Todo lo contrario, tío… tienes la oportunidad de poder hacer ver el valor tan grande que esconde el dolor. Es una misión».
Es importante que la gente entienda que una persona con discapacidad - lleva casi veinte años en una silla de ruedas-,no es una persona inservible. En términos de salud, lo he perdido todo. Pero hay una cosa no he perdido jamás: lo que tengo dentro que me da una gran paz; una seguridad de saber que lo que he elegido –por lo que apostado– eso, funciona. Para mí, lo que estoy viviendo es como un milagro, una caricia de Dios. Puede sonar a risa, a ironía, a locura… no. Esto no lo hace un hombre. No: eso sólo lo sabe y puede hacer Dios
¿Qué le dirías a Dios cuando llegues al Cielo? Le daría un «gracias» y un besazo. Gracias y un beso muy grande por la vida que me ha dado. Porque además, no hubiera deseado otra vida. Deseo lo que Él ha querido. Diría «chapeau». Si tuviera un sombrero, me lo quitaría. Me pondría de rodillas –porque entonces sí podría– y le diría: «increíble. Lo has bordado». (Entrevista publicada en Mundo Cristiano)
Cecilia Deustua. Psicóloga y madre de 7 hijos
«Vivirnos es mostrarnos»
Cada ser humano tiene una misión, la propia, y para nuestro Creador no es mayor o menor en términos comparativos. Se trata de llegar a ser la mejor persona que cada cual pueda llegar a ser,y que la única medida es el Amor, porque nuestro Dios es Amor. Hoy se entiende poco la Iglesia. Las personas de a pie no sospechan que la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo somos las personas, que la Iglesia es un qué VIVO, que Dios es mas intimo a nosotros mismos que nuestra propia intimidad. Vivirnos es mostrarnos.
Si hablamos del papel de la mujer, pues, no estamos hablando de roles diferenciados sino más bien de maneras de vivir. Cuál es el diferencial, por voluntad divina de la mujer: ¡la maternidad! Arraigar al hombre a la vida, en lo concreto, amando sin límites.
Por ejemplo, ¿Qué hizo Santa Mónica? Amó a Dios con todas sus fuerzas, lo trató, lo conoció, formó parte de su vida en un constante coloquio. No se cansó nunca de pedir por el bien de su hijo, rezó. Por el bien y la verdad para los demás. Una vida así es carismática, se convierte en un ejemplo de cariño, de coherencia, de fidelidad, de paciencia y de confianza.
Y esto es lo que llega a los demás,» llega la vida.» Las teorías se quedan en el mundo de las ideas, pero no comemos con ellas. En cambio vivimos con Dios y con las personas portadoras de Dios
Dolores Maluenda. Médico
«Hemos de aprender a «vender» nuestro mensaje»
Vivimos en un país de raíces cristianas pero descristianizado. El gobierno laicista- tanto en España como el hoy reinante en Europa-, «nos ha convencido» de que «hay que ser moderno». Los medios de comunicación nos muestran formas de vivir «modélicas» de minorías, como si fueran de mayorías. Coincidiendo con un mayor materialismo, y una cultura del bienestar mal entendida, la gente ha dejado de reflexionar sobre sus convicciones y modos de vida, y «ha vendido su herencia cristiana» a cambio de «luces de bengala» que brillaban más.
Ha dejado de funcionar por los principios y valores que hasta entonces le orientaban en su vida, en aras del progreso. «Vivir como antes» suena a rancio. Ahora, lo moderno es romper con lo tradicional. «Hemos dado un paso adelante en «las libertades», dicen. Así nos lo venden. Las mujeres han roto con el paradigma de belleza en aras de «ir moderna». Se ha perdido la identidad personal: ¿Qué quiero ser de mayor?¿quién –qué tipo de persona quiero llegar a ser?
Desde el aspecto cristiano, se ha roto con la Iglesia. Es lo que estorbaba. Es quien te recuerda las «normas de funcionamiento para ser feliz».
Realmente, lo han hecho francamente bien. Alucinantemente bien. Hemos de aprender, los que no pensamos así, a «vender» nuestro mensaje. Y de esto es de lo que se trata. ¿Cómo venderlo? ¿Qué mensaje? ¿A quién dirigirlo? ¿Por dónde empezar?
En este mundo que corre se necesitan mensajes cortos e inteligibles: Ganar primero el corazón, hacer atractivo el bien, sonreír siempre, hablar de lo que une,ser muy amigo de tus amigos: dedicarles tiempo.
Y un gran reto: conseguir espacios que permitan hablar. Buscarlos, porque, de entrada, no interesa que hablemos. Tener mucha imaginación para sacar temas que te conviertan en «persona interesante» en el ambiente en que te mueves.
Explicar -con ejemplos- la libertad, el progreso, la esperanza,…. Se está perdiendo lo más propio del hombre-la humanidad, el respeto por los ancianos, la confianza como esencia de la convivencia- y no podemos quedarnos con los brazos cruzados.
Teresa Villodre. Publicista.23 años.
«Intento transmitir en mi lugar de trabajo los valores y virtudes cristianas que yo misma intento alcanzar y vivir».
El sector en el que trabajo es un sector muy joven y en constante cambio. Como católica que soy, intento transmitir en mi lugar de trabajo los valores y virtudes cristianas que yo misma intento alcanzar y vivir.
En el día a día he ido observando que esos valores y virtudes atraen a todo el mundo, sean como sean. Lo que más valora la gente que me rodea es ver que te esfuerzas cada día por intentar adquirir esas virtudes y vivir siendo fiel a tus valores, sin dejarte influir por lo que se lleva, o lo que hacen los demás. Me he dado cuenta de que siendo natural, sencilla y moderna (en mi estilo), es como mejor transmito lo que soy: una persona corriente que busca a Dios en su rutina diaria.
La mayoría de veces, antes de explicar nada sobre mis creencias, son los compañeros los que te preguntan por qué siempre entras sonriendo por las mañanas, el porqué de tu alegría o de tu forma de tratar a los demás. Es entonces cuando empieza a ser más fácil hablarles de Dios…
Del director
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