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Después de las elecciones, a trabajar juntos
Precedidas de campañas y propagandas de discutible utilidad, pasaron las elecciones, el nervioso recuento de los votos y los miles de comentarios sobre los resultados. Estamos en la fase de pactos y componendas para conseguir mayorías de gobierno, pero dentro de unos días quedarán constituidas las corporaciones municipales que habrán de regir la vida ciudadana por cuatro años, así como las diputaciones, parlamentos y gobiernos autonómicos, en cuyo momento tendrían que cesar las luchas y confrontaciones y ponerse todos a trabajar, desde el gobierno o desde la oposición, pues para ello han sido elegidos.
Ser investidos para un cargo es asumir la obligación de servir a la totalidad de los ciudadanos del municipio, provincia o autonomía, sin distinguir entre los de un partido u otro, los que votaron o los que no votaron y servirlos con honradez, sin favoritismos ni discriminaciones, con economía y transparencia.
Todos, mayoría de gobierno y oposición, tienen la ineludible obligación de tomar decisiones en interés de todos y nunca en beneficio de amigos, parientes o compañeros de partido. Cualquier iniciativa, tanto del gobierno como de la oposición, debe ser considerada, estudiada, debatida, sin rechazarla de antemano por haber sido formulada por los del partido contrario.
Nunca pueden olvidar que no son propietarios sino administradores del dinero que reciben de los contribuyentes y que han de utilizarlo con economía y absoluta transparencia. No es admisible que los elegidos para servir al pueblo, vivan a costa del mismo por encima del nivel medio de los demás.
En el control del gasto la oposición tiene un papel esencial y debe tener abierto siempre el acceso a toda la documentación económica sobre contrataciones y gastos. La ejecución del presupuesto y las cuentas de ingresos y gastos municipales, provinciales o autonómicos, deberían ser publicadas cada mes para general conocimiento.
Hay gobernantes que resultan elegidos una y otra vez, lo cual puede ser el reconocimiento de su valía o el apego al cargo sostenido por una red clientelar. Para evitar cualquier sospecha de estas situaciones sería conveniente que nadie pudiera ejercer un cargo más de dos legislaturas, aunque podría volver a presentarse pasadas otras dos.
Servir a los ciudadanos exige reducir al mínimo las normas a imponer, pero una vez determinada su necesidad, hacerlas cumplir sin excepciones.
Aun en el mejor de los mundos posibles siempre habrá descontentos y críticas de los ciudadanos hacia sus gobernantes. Están en su derecho de hacerlas y los criticados deberán examinarlas con atención y rectificar cuando proceda.
Creo que todo esto puede llevarse a la práctica si hay el deseo de hacer las cosas bien sin necesidad de grandes cambios legales. Si, por el contrario, existe realmente una casta política parasitaria, dispuesta a disfrutar del poder, enriquecerse y favorecer a los amigos, parientes y partidarios, sería la sociedad entera la que tendría que desalojarla de todos los ámbitos de poder y no sería fácil.
Quizás la crisis que padecemos nos ayude a ver las cosas más claras. Además de mostrar indignación contra el sistema, hay que trabajar cada día para que evitar que se hunda y nos arrastre a todos.
Del director
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