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Abundan los ídolos

Asistimos en los últimos años, a una resurrección de prácticas pseudo religiosas, particularmente desde la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América de 1992, con el objetivo de minar los cimientos de la Iglesia Católica especialmente en los llamados países bolivarianos, partiendo de un concepto indigenista muy bien calculado.

Un sistemático plan de retorno a la idolatría y al paganismo, a los dioses ancestrales y el culto a la Pachamama, y, como es el caso que se da en estos días, de un culto al Ekeko denominado dios de la fortuna. Aunque ya en 1612, cuando el jesuita Ludovico Bertonio publicó el Vocabulario de la Lengua Aymara, citó a la señalada deidad andina, que en el siglo precedente, ésta se encontraba mayormente arraigada en la ciudad de La Paz, y no tanto en otras zonas del Altiplano boliviano, su actual tendencia de expansión tiene poco tiempo.

Por cierto, que la Iglesia Católica tiene en cuenta el pluralismo religioso, lee los signos de los tiempos, pero a fuerza de afirmar los derechos de la conciencia humana, ¿va a olvidar la Iglesia los derechos de la verdad divina?: en primer término el sagrado Concilio profesa que Dios mismo manifestó al género humano el camino por el cual los hombres, sirviéndole a Él, pueden salvarse y llegar a ser bienaventurados en Cristo. Creemos que esta única religión verdadera subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los hombres» (Declaración sobre la libertad religiosa).

Consecuentemente no puede un verdadero discípulo de la Iglesia llamarse cristiano y practicar conjuntamente otras religiosidades. El sincretismo es una ofensa a Dios (se pone al Dios verdadero a la altura de los ídolos) y a la razón humana que busca la Verdad, sabe que no todas las religiones son iguales y que es injusto equiparar a la Verdad con el error. El Papa Pío XI en su extraordinaria Encíclica Quas Primas definió como ignominiosa la colocación de la religión verdadera de Jesucristo en el mismo nivel de las falsas religiones.

Ídolo es un objeto o una afición a los que se diviniza voluntariamente, y a los que se esclaviza la voluntad. De estos ídolos hay en abundancia.

Todos los hombres primitivos sentían en sí mismos, una fuerza superior que los guiaba, y no teniendo ninguna revelación de las cosas sobrenaturales, se daban a la adoración de las cosas materiales. Todos sentimos que nuestra suerte no depende de nosotros mismos, sino que hay una fuerza oculta que guía los acontecimientos de nuestra vida. Todos admitieron, y lo admitimos también nosotros, los creyentes, que esta fuerza que nos guía se llama Dios.

Sólo el pueblo hebreo, guiado por Dios y por sus profetas, conservó la fe en el Dios verdadero, principio y fin de todas las cosas, y, cuando se olvidó de su promesa y adoró el becerro de oro cerca del Sinaí, Dios se le revela y le coloca el Decálogo. La primera llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo adore: Adorarás al Señor tu Dios y le servirás […] no vayas en pos de otros dioses (Dt 6, 13-14). El primer mandamiento del Decálogo prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo, condena el politeísmo y exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios.

En todas las religiones, se da el hecho de que el hombre busca a Dios. Y aquí encontramos el punto esencial por el que el Cristianismo se diferencia de las demás religiones: en la Religión Cristiana, no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino es Dios quien viene en Persona a hablar de Sí mismo al hombre y a mostrarle el camino para llegar a Él. Con Cristo Jesús, no sólo el hombre busca a Dios, sino que Dios habla al hombre.

El beato Juan Pablo II al respecto recordó que a las confusiones relativas a la persona de Cristo, como el no distinguirlo bien de los fundadores de otras religiones, en las cuales también se encuentran elementos de verdad que la Iglesia considera con sincero respeto. Confusiones, ambigüedades o sincretismos que pueden llevar al cristiano a contaminarse de errores que a su vez le lleven a abandonar la Verdad plena por verdades parciales.

Más, la idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Tres son los ídolos más corrientes que quedan en el mundo cuando se ha dado la espalda al Dios verdadero: la idolatría de la riqueza y el confort, la idolatría de la lujuria, y la idolatría del poder y de la ambición.

 

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