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Por qué los cristianos están en vías de extinción
Más de 600 cristianos han muerto en poco más de 12 meses. Es el terrorífico balance de la violencia atroz desarrollada en Nigeria por el grupo extremista islámico Boko Haram. A decir verdad, ya son muchos años los que esta secta lleva haciendo que se hable de ella, por la ferocidad de sus acciones, pero también por la desfachatez con la que mantiene controlado al gobierno nigeriano, que no encuentra las medidas adecuadas para poner fin, política y militarmente, a este auténtico ejército de la muerte.
En los últimos meses hay quien ha hablado insistentemente del gran peligro de llegar a una guerra civil: durante casi diez años, en muchas ciudades y pueblos de Nigeria, sobre todo en los estados de Plateau y Kaduna, han tenido lugar graves actos de violencia y enfrentamientos étnicos masivos entre musulmanes y grupos cristianos. Una violencia que causó miles de muertes durante los graves enfrentamientos provocados por la aplicación de la sharía en el estado de Kaduna: enfrentamientos que en 2001 causaron en Jos mil muertos y la destrucción de centenares de lugares de culto. Otros episodios trágicos de violencia masiva tuvieron lugar en noviembre de 2002 (más de 200 muertos en el estado de Kaduna), en mayo de 2004 (cientos de muertos en Yelma, Nigeria central, y entre 500 y 600 muertos en Kano, al norte del país), en noviembre de 2008 (700 muertos en Jos), en julio de 2009 (700 muertos en los estados islámicos de la Nigeria septentrional) y en diciembre de 2009 (70 muertos). Y así hasta nuestros días.
En un escenario como éste, es muy difícil exorcizar con palabras el fantasma de una guerra civil, que no solo existe ya en acto desde hace muchos años, sino que se está transformando en un auténtico conflicto interreligioso. Los aspectos religiosos del prolongado conflicto entre musulmanes y cristianos son el resultado más evidente de los conflictos étnicos, sociales y económicos, que contribuyen al deterioro de la situación general de muchos millones de nigerianos, y que ya han provocado la escalada de violencia que acabamos de describir. El dato singular, y nada despreciable, es que en esta guerra de religión solo combaten los fundamentalistas islámicos, que están exterminando a los cristianos sin encontrar oposición alguna.
La situación de las relaciones étnicas y religiosas entre los diversos grupos ha empeorado en los últimos diez años precisamente a causa de la penetración en Nigeria del islamismo radical, inspirado por Al-Qaeda y por la adopción, por parte de los estados del norte (12 de 36), de las leyes de la sharía como ley del Estado. Boko Harman ha intensificado la violencia en el último año, sobre todo desde abril de 2011, cuando el cristiano Goodluck Jonathan fue elegido para ocupar la presidencia del país africano más poblado. La elección de Jonathan suponía un punto de inflexión en la historia del país: de hecho, se ha producido un vuelco en los equilibrios que hasta entonces habían visto cómo las elites septentrionales gestionaban una mayor riqueza que las regiones del sur.
En este contexto, el factor religioso que divide Nigeria entre el norte musulmán y el sur cristiano se inserta en una fuerte competición por el poder y el reparto de recursos según un criterio étnico-regional: como sucede en varias partes del mundo, también en Nigeria se usan motivaciones de carácter religioso para satisfacer la propia ansia de poder. Por tanto, como Boko Haram son los fundamentalistas islámicos (el nombre en lengua hausa significa «"la educación occidental es pecado"»), las razones de la creciente actividad de este movimiento afectan también a las relaciones que sus miembros habrían establecido con políticos locales y miembros de las fuerzas de seguridad pertenecientes a las etnias del norte, interesadas en radicalizar la violencia para hacer al Estado ingobernable.
El Gobierno está demostrando que no tiene fuerza alguna para contrarrestar el ascenso de los talibanes africanos, por eso, sin una intervención sólida de la comunidad internacional, la comunidad cristiana está destinada a desaparecer en muy poco tiempo.
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