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Indígenas en los altares
Pocas cosas pueden elevar tanto el alma como la heroica vida de otros, así, con el simple ejemplo de su vida, la Madre Teresa de Calcuta atrajo a millares de jóvenes a la vida religiosa, porque «la vida de los Santos es el Evangelio puesto en práctica y por esto son los modelos que tenemos que conocer e imitar para salvarnos. Sin embargo, los que hoy llamamos santos eran hombres como nosotros, que tenían problemas y dificultades en sus familias, con sus hijos y sus vecinos. También ellos tenían tentaciones, pecados e incluso algunos de ellos fueron grandes pecadores como San Agustín».
Había una revista titulada «Vidas ejemplares», impresa quincenalmente en México (bajo la dirección de sacerdotes jesuitas). A través de ella, conocí las vidas de cientos de beatos y santos, y las de otros católicos ejemplares como Douglas Hyde y León Bloy.
Una de las que me impresionó fue la vida de Kateri Tekakwitha una indígena nacida piel roja (mohawk),–beatificada por Juan Pablo Magno el 22 de junio de 1980– y que será canonizada, Dios mediante, por Benedicto XVI el próximo 21 de octubre.
Kateri nació en una aldea cerca de Auriesville, Nueva York en el año 1656 y era hija deuna piel roja católica y de un luchador de la tribu mohawk. Pasó la mayor parte de su vida en medio de un ambiente duro y feroz, donde las tribus peleaban constantemente unas contra otras, guerreros feroces que no perdonaban a sus enemigos, y en medio también de muchas supersticiones, donde se adoraban extraños dioses y practicaban ceremonias rituales tan raras como impresionantes.
Su madre murió de rubéola cuando ella tenía apenas 4 años, Kateri también padeció esa enfermedad que desfiguró su rostro. Siendo muy joven se convirtió a la Fe Católica y fue bautizada a los veinte años, lo que le ocasionó una gran hostilidad por parte de su tribu, por lo que tuvo que sufrir mucho.
Después de un tiempo se fue a una nueva colonia indígena en Canadá, donde vivió una vida de intensa oración y penitencia al cuidado de los enfermos y ancianos. Fue muy devota de la eucaristía y de Jesús Crucificado. Cada día a las cuatro de la mañana, aún durante los inviernos más fuertes, se situabaa la puerta de la capilla hasta que se abría, quedándose hasta la ultima misa del día.
Lo sorprendente es que «la azucena del Canadá» o «lirio de los Mohawks» –como la llamó Juan Pablo II, en la ceremonia de su beatificación– fue, a pesar del virulento ambiente en que vivió, primero una niña dulce y buena, luego una joven espiritual, y después, con el tiempo, un notable ejemplo de pureza y desprendimiento. Ciertamente fue no solamente unabuena cristiana, (porque buenos pueden ser también los ateos), no sólo «un indio que reza», sino santa, una virgen cristiana santa. Kateri es considerada junto a san Francisco de Asís patrona del medio ambiente y de la ecología.
Desde el principio de la evangelización de América se pensó que los indígenas debían ser los apóstoles de sus pares. En esa gesta evangelizadora «hubo numerosos indios santos, que evidentemente colaboraron en forma decisiva a la evangelización de sus hermanos indígenas»: junto a san Juan Diego, el primer santo indígena mexicano y los otros cinco indígenas beatos mexicanos «primeros frutos de la evangelización»: los tres niños de Tlaxcala (Cristóbal, Antonio y Juan) y los dos mártires de Oaxaca (los hermanos Juan Bautista y Jacinto), matados en 1700 con garrotes y machetes por denunciar reuniones idolátricas.
Tito Yupanqui, el Inca apóstol, es otro ejemplo modélico de santidad «india», cuando iincisivamente desde la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América venimos confrontandouna mentalidad revanchista, que pretende desplazar como perversión cultural todo lo que provenga de los cinco siglos precedentes de nuestra historia, incluido claro está la valoración de la Religión Católica como un componente importante del patrimonio espiritual y cultural del Nuevo Mundo.
La acción anti-católica, no escatimó, ni escatima, sus ácidas críticas a la Iglesia y a la epopeya evangelizadora del Nuevo Mundo:
«La buena nueva se volvió mala nueva. Esta perversión histórica es la gran herida de la evangelización, que aún sangra, después de siglos»(Mons. Ivo Lorsheider);
«El cristianismo, para los nativos y para los africanos esclavizados, se les presentaba como la religión del enemigo que sojuzgaba y mataba. El evangelio, para ellos, no podía ser un Anuncio de Alegría sino un anuncio de infortunio»(Leonardo Boff),por lo tanto «somos nosotros los que tenemos que convertirnos a sus culturas» (Tomás Balduino).
En estos tiempos en los que la increencia y la apostasía quieren derribar la obra divina, haciendo aparecer la evangelización de los nativos como una imposición colonizadora, los santos indígenas (canonizados o no), son la prueba más clara de que Dios se busca sus instrumentos, y cuando éstos responden a su Gracia, el Espíritu Santo actúa de la manera más impensada. Sí, porque Reino y Salvación son gracia y don de Dios, pero cada uno ha de conquistarlos por el camino del amor, de la renuncia, y, ante todo con la conversión, es decir con la transformación profunda de la mente y el corazón.
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