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Fausto

Fausto

Título Original: Faust
Año de producción: 2011
País: Rusia
Estreno en España: 2 de marzo de 2012
Dirección: Alexander Sokurov
Intérpretes: Hanna Schygulla, Maxim Mehmet, Georg Friedrich, Antoine Monot Jr., Katrin Filzen, Isolda Dychauk
Guión: Alexander Sokurov y Marina Koreneva; basado en el libro de Yuri Arabov; basado a su vez en la obra de Johann Wolfgang Goethe
Música: Andrey Sigle
Fotografía: Bruno Delbonnel
Duración: 134 min
Género: Drama

Sinópsis

«Fausto», dirigida por Alexander Sokurov, no es una adaptación cinematográfica de la obra de Goethe en el sentido habitual de la palabra, sino una lectura de lo que queda entre líneas. ¿De qué color es un mundo que da a luz ideas tan colosales? ¿A qué huele? El universo de Fausto es sofocante: ideas que harán temblar el mundo nacen en el espacio reducido en el que se mueve. Es un pensador, un portavoz de ideas, un transmisor de palabras, un maquinador, un soñador. Un hombre anónimo empujado por instintos básicos: el hambre, la codicia, la lujuria. Una criatura infeliz y perseguida que plantea un reto al Fausto de Goethe. ¿Por qué contentarse con el momento si se puede ir más allá? Cada vez más allá, siempre hacia delante, sin darse cuenta de que el tiempo se ha detenido. Tú también desaparecerás.

Críticas

[Juan Xipell - TacOnline]

Alexandr Sokurov triunfó en el pasado Festival de Venecia con esta nueva revisión a la leyenda germana de Fausto, convertida por Goethe en obra cumbre de la literatura europea y del Romanticismo alemán. Con ella, el reputado cineasta ruso afirma haber culminado su tetralogía sobre el poder, una serie que le ha llevado a representar el ocaso de los grandes líderes del siglo XX (Hitler, en Moloch; Lenin, en Taurus; y el emperador japonés Hirohito, en Solntse), que encuentran ahora su germen mítico en el paradigmático representante del hombre contemporáneo insatisfecho y en la máxima goethiana, que hace suya Sokurov, que advierte sobre el peligro de las personas infelices.

Heredero de la escuela rusa más retórica, Sokurov aborda el difícil reto de plasmar en imágenes la obra de un autor complejo tratando de mantener la esencia de las ideas de una fuente riquísima en pensamientos, pero dotando, con mucha personalidad, a este Fausto de una nueva dimensión estética y simbólica de gran densidad. Introduce, además, variaciones en el orden de las tramas, nuevos personajes y transforma la naturaleza de algunos de los protagonistas (el caso más evidente es el de un torpe e histriónico Mefistófeles). Así, entre Goethe y Sokurov (y una carga alegórica difícil de abarcar), la película penetra en las profundidades del alma humana en busca de reflexiones universales sobre un hombre con ansias divinas y una voluntad insaciable, tentada por un poder absoluto que es incapaz de dominar.

El director ruso, consciente de la juventud de una expresión cinematográfica a la que, según dice, le queda mucho camino por recorrer para poder equipararse a otras muestras artísticas, convierte su cine en una experiencia pictórica que se sirve de una extraordinaria fotografía de Bruno Delbonnel. Ambos dirigen a Fausto hacia una combinación entre el realismo fantástico y el expresionismo, llena de matices, detalles y contrastes, y con una contundencia visual que desde el primer plano de la película trasciende, para bien o para mal, los límites de la pantalla.

[Jerónimo José Martín - COPE]

Alemania, a principios del siglo XIX. Tras diseccionar un cadáver humano al borde de la putrefacción, el doctor Fausto (Johannes Zeiler) se reafirma en su convicción de que «Todo lo fugaz es un hedor» y, en consecuencia, de la inexistencia del alma. Esta pérdida del sentido de la existencia le sume en una profunda depresión, agravada por su lacerante pobreza. Ni siquiera la lectura de la Biblia le saca de su postración. Hasta que el mismísimo diablo Mefistófeles, encarnado en un prestamista (Anton Adasinski), le ofrece satisfacer todos sus deseos a cambio de su alma. Fausto firma el pacto con su sangre, y se deja guiar por el prestamista, que alentará al doctor a dar rienda suelta a sus pasiones más bajas, sobre todo respecto a la idolatrada Margarita (Isolda Dychauk), una joven bella e inocente, que atrae profundamente a Fausto.

Rodada íntegramente en alemán, esta película se basa en un relato de Yuri Arabov que, a su vez, adapta libremente la famosa tragedia de Johann Wolfgang Goethe, sobre todo su primera parte. Con ella, el prestigioso cineasta ruso Alexander Sokurov (El arca rusa, Alexandra) ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2011 y completó su singular tetralogía sobre la naturaleza del poder, iniciada por Molock –sobre Hitler–, Telets –en torno a Lenin– y Solntse, sobre el emperador japonés Hirohito. En Fausto, Sokurov confirma su personalidad visual a través de una espesa puesta en escena, que sumerge al espectador en la miseria que rodea y domina a Fausto, subrayada por una esmerada ambientación feísta, una fotografía degradada casi al blanco y negro, y una agobiante planificación en formato 4:3 y a ratos fuertemente distorsionada al estilo expresionista. También los actores refuerzan el efecto con su premeditado histrionismo.

Sin embargo, el guión –a cargo del propio Sokurov y Marina Korenevaresulta demasiado caótico, discursivo, plúmbeo y críptico, de modo que aleja al espectador de los íntimos conflictos morales de los personajes. Además, el cineasta ruso carga la mano en la morbosa podredumbre de la carnalidad humana, lo que depara varios pasajes obscenos muy desagradables. Con ello, Sokurov quizás haya querido subrayar por contraste la belleza intangible e imperecedera de la dimensión espiritual del ser humano. Pero, ciertamente, hace muy ingrata y tediosa la visión del filme.

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