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II.- La ley del amor
Según la interpretación bíblica que algunos proponen, las doctrinas morales de la Sagrada Escritura y de la Tradición han de interpretarse de acuerdo con cada época histórica. La Biblia sólo propondría orientaciones globales (el amor, la entrega, etc.) y no preceptos concretos. Serían las orientaciones globales las que constituirían el criterio moral y no el precepto particular. Éste sólo sería un modelo coyuntural y cultural. Dice así, por ejemplo, M. Vidal:
«La Sagrada Escritura no invalida la autonomía de la racionalidad ética ni aporta un sistema moral de «contenidos» concretos. Su mensaje pertenece al universo de la interioridad, de las motivaciones, de las orientaciones globales; en una palabra, el universo de la «cosmovisión» y no el de los contenidos concretos».
Afirma nuestro autor que lo principal que propone el Nuevo Testamento son las actitudes básicas de comportamiento, que en el Nuevo Testamento hay sistemas éticos de orientación diversa que han de ser interpretados en su contexto histórico y determinado, y que han de ser entendidos como «modelos éticos» que pueden ser repensados en sus implicaciones para el mundo moderno.
Ésta es la línea de Fuchs cuando distingue entre normas trascendentales y normas categoriales. Las normas trascendentales son las que delimitan la opción fundamental última, es decir, la fe, el amor, la imitación de Cristo, etc. Las normas categoriales o preceptos que aparecen en el Nuevo Testamento están condicionadas históricamente y han de ser entendidas como «ejemplos» de una actitud que fue válida entonces, pero que hoy ha cambiado.
De una forma más radical, A. J. T. Robinson vino a decir que lo único que prescribe el Nuevo Testamento es el amor incondicionado, no preceptos concretos. El designio de Jesús, decía E. Brunner, no fue proveernos de un código moral, sino de proclamar el reino de Dios. ¿Es cierto que el Nuevo Testamento no presenta preceptos concretos de validez universal? Bastaría con recordar la escena en que Cristo pregunta al joven rico si ha cumplido el decálogo (Mt 19,18). Es cierto que el cumplimiento de la ley en el Nuevo Testamento tiene que estar conducido desde el amor, pero el amor no suprime la ley, al menos en las exigencias fundamentales del decálogo, que ratifican la ley natural. Un amor incondicionado, sin el criterio objetivo de la ley. puede dar lugar a una moral interesada y subjetivista.
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