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Frankenstein: exilio y regreso a propósito de un congreso

Recientemente la metáfora de Frankenstein, el engendro sufriente y replicante, ha resonado en torno a la cuestionada técnica de la FIV. Algún académico y algún periodista le quisieron exiliar, intentando marginar las pertinentes alocuciones sobre la vida que la joven escritora Mary Shelley logró a través de su personaje indeseable. A pesar de todo, este legado se mantiene vigente de manera significativa en el imaginario colectivo. Hace apenas algunas semanas se publicó una amplia reseña periodística sobre el regreso espectacular del monstruo en varios proyectos de la industria del cine y televisión. Y es que desde hace mucho antes el relato de Shelley ha sido referencia común de estudiosos de sólida trayectoria en su lucha por rescatar el horizonte de lo humano frente las distorsiones tecnocentristas. De cara al siglo XXI en Hispanoamérica esta preocupación fue, y hoy sigue siendo asumida con compromiso ético real por cada vez más académicos y escritores, quienes también han usado metáforas como las del Aprendiz de Brujo y El Planeta de los Simios

Lo que tienen en común dichos relatos ficticios es que ilustran dinámicas victimizantes, procesos violentos desencadenados con tecnologías mal encaminadas, con la moraleja de que no todo progreso técnico es necesariamente progreso humano. En el caso de Mary Shelley, su escrito fue en mucha parte un elaborado desahogo tras un aborto, experiencia que supo tejer con sus observaciones sobre la técnica como algo potencialmente alienante y manipulador. Trató así una cuestión de visible impacto social cuya revisión reposada reclama la historia de la humanidad. Basta mencionar Auschwitz, Hiroshima, los laboratorios de FIV, entre otros, para demostrar que lo trágico sucede cuando la técnica no se pone al servicio de nuestra dignidad humana, porque se pierde la perspectiva de lo que es humano y de lo que no lo es, se pierde la medida que nos señala cómo vivir nuestras vidas con sus retos, limitantes y oportunidades.

Ese es el panorama reflexivo desde el que merece leerse la herencia viva de Shelley, mientras que los intentos de desfiguraración a quienes utilizan su metáfora solo se entiende cuando se entiende la dinámica del choteo, ese monstruo invisible que algunos «exiliados» o marginados -Yolanda Oreamuno y otros escritores - de la Costa Rica pasivo-agresiva que todos conocemos, han tratado de visibilizar y combatir junto con otros géneros sistemáticos de limitación del reconocimiento debido a las personas como personas. Probablemente se tomaron la molestia porque se tomaron en serio los patrones recurrentes que obstruyen la coexistencia, la unidad en la diversidad. La literatura es un lugar de exilio valioso, a través del cual se toma distancia, se mira hacia otra parte y otras posibilidades, y así nos ayuda a comprendemos y tratarnos mejor. El regreso de Frankenstein, a pesar de las bajadas de piso, es una prueba convincente.

Pareciera que se quiere marginar la pregunta sobre lo que es la técnica y su impacto en el ser humano y su cultura, sobre cuál debe ser su papel en las transformaciones culturales, pero ella sigue apareciendo como un asunto necesario y central, aunque complejo, pues la técnica es ambigua. La técnica tiene efectos colaterales que la alejan del paraíso prometido por muchos ilustrados, paraíso que por cierto nunca apareció pero que algunos imaginan en conquista. Habrá que volver sobre el «mito del progreso» tantas veces desenmascarado, y aclarar que es un recurso desgastado e inútil el basarse en esquemas binarios que hacen oscilar la filosofía sobre la técnica entre tecnófobos y tecnófilos. Tampoco caben las utopías tecnológicas, ni las negativas; extremos que sitúan la técnica como el factor central en la cultura, algo insensato y en todo caso, indemostrable (Ver Doig, 2000).

El exilio de Frankenstein con tonos pretendidamente populistas es parte de la desatención sistemática a las nuevas tesis en Derechos Humanos –en palabras de nuestro nuevo Canciller- con las que el país resistió la presión internacional de sectores interesados económica y culturalmente en la práctica de la FIV, que para nada resuelve el problema de la infertilidad. Grave, especialmente cuando se estamos de acuerdo en que la ideología consiste la falta sistemática de atención al detalle, a lo cotidiano-silencioso que debería ser evidente en lugar de invisibilizado y marginado. La trayectoria organizada del embrión desde la concepción, junto con el diálogo personal que mantiene con la madre a nivel molecular son justamente descubrimientos de lo pequeño y cotidiano, descritos paso a paso en los últimos descubrimientos de la biología molecular y la genética humana.

Ello ilumina la escucha del propio cuerpo que tantas mujeres logran hacer en torno al embarazo, como también lo hizo Shelley a tan temprana edad. La atención a lo cotidiano es parte del sentido común, un arma humilde y accesible a todos, es saber mirar hacia otra parte -lo humano- en un mundo complejo, y así es lucha contra las graves omisiones de las ideologías y el dominio que pretenden con sus prácticas sobre el cuerpo. El V Congreso Internacional Provida 2011, celebrado en San José del 28-30 de Octubre, reunió conferencistas y líderes mundiales de la promoción de la vida humana y la familia. Fue una oportunidad única para tomar en serio las implicaciones éticas sobre los últimos descubrimientos científicos en torno a nuestra trayectoria vital en este mundo, y replantearnos los Derechos Humanos, como necesitaron ser replanteados para reconocer como personas a las mujeres, los niños, la población negra e indígena.

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