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La «síntesis de todas las herejías»

La «síntesis de todas las herejías»

Ante la verdad revelada se dan dos posturas: para unos«el interés supremo, que ha de permanecer siempre intacto, pertenece a la revelación, a la Verdad divina», mientras que para otros, «la razón humana ocupa el puesto primero en su jerarquía valórica», así, desde esta segunda postura, todas las herejías se han configurado partiendo del afán de rebeldía ante una verdad superior a la razón. Para ellos la sana doctrina enseñada por Jesús y los Apóstoles, e interpretada por los Papas y los santos Padres de la Iglesia, ya no se adaptan a las exigencias de los nuevos tiempos.

La Revolución Francesa construyendo un reino de terror, pretendió destruir la fe, y sacar a Dios del mundo rechazando sus mandamientos, quiso reemplazar al Dios Verdadero por la «diosa razón».

«La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’» (Catecismo de la Iglesia Católica 2089).

Así, hoy por hoy, una de las principales diferencias entre la teología tradicional y la «nueva teología» consiste en que la primera es teocéntrica mientras que la segunda es antropocéntrica», y es a partir de esa concepción antropocentrista, que se entiende entonces cómo el marxismo la pudo infiltrar: «todo el sistema con todos sus errores había nacido de la alianza entre la fe y la falsa filosofía» disfrazándola de ornamentos cristianos y llamándola «teología de la liberación».

Los enemigos de la Iglesia han sido y son legión. Las llamadas «religiones ateístas», son herejías surgidas de la Ilustración y el Racionalismo. Movimientos espirituales o ideológicos-contrapuestos a las sectas en sentido clásico, pero que se asemejan a éstas en sus objetivos :la masonería, el fascismo, el capitalismo, el comunismo, el liberalismo, el naturalismo, el hedonismo, la globalización y la adhesión total a la ciencia y a la tecnología, el secularismo, el humanismo secular, el indiferentismo, el agnosticismo, el ateísmo, el panteísmo, diversos sincretismos, así como las corrientes que fluyen del movimiento Nueva Era, y la ideología de género.

El Papa Pío X enseñó que el nervio común de tantas herejías es el modernismo: «Definimos al modernismo como la síntesis de todas las herejías».

No es tarea fácil explanar en pocas líneas qué es el modernismo, «pero en su ocasión más cercana, el modernismo nace como un intento de ajustar el catolicismo, con su dogma y con su vida, al movimiento cultural contemporáneo según el patrón impuesto por el historicismo, concepto de la realidad como perpetuo devenir, como cambio constante».

San Pío X en 1907 denunció la herejía del modernismo en el Decreto Lamentabili (Lamentable), en el que condenó 65 proposiciones extraídas de los escritos modernistas, que reforzó con la publicación de la encíclica «Pascendi Dominici Gregis» (Apacentando el rebaño del Señor), en septiembre del mismo año, carta pontificia cada día más actual. En efecto, ya que si los errores modernistas condenados por el magisterio pontificio, hoy en día se hallan tan extendidos, causando daños espantosos sobre las almas, se debe en parte a que los principios y condenaciones de la encíclica «Pascendi», así como de la «Ubi Arcano Dei» de Pío XI, y la de Pío XII «Humani Generis», fueron literalmente olvidados. «No hubiéramos llegado nunca a este estado de apostasía si a su vez los errores filosóficos no hubieran llegado a lo más profundo del pensamiento católico».

Precisamente San Pío X señalaba: «Los modernistas reconocen que las tres grandes dificultades para ellos son la filosofía escolástica, la autoridad de los Padres y la Tradición, y el Magisterio de la Iglesia; contra los cuales desatan una guerra implacable. Se burlan y desprecian la filosofía escolástica y la teología. Ya sea por ignorancia o miedo o ambos, que los inspira así, es seguro que la pasión por la novedad está siempre unida en ellos al odio al Escolasticismo y no hay una señal más segura de que una persona está encaminada al modernismo que cuando empieza a demostrar fastidio por el sistema»., por ello, prosigue el Papa «Los modernistas se apoderan de las cátedras de los seminarios y las universidades y los convierten gradualmente en cátedras de pestilencia. Desde éstas cátedras sagradas propagan, no siempre abiertamente, las semillas de sus doctrinas; proclaman sus enseñanzas abiertamente en los congresos, las introducen y las ponen de moda en las instituciones sociales. Usando sus propios nombres y pseudónimos publican numerosos libros, periódicos y revistas… si escriben libros de historia, es para buscar con curiosidad y publicar abiertamente, con el pretexto de decir toda la verdad y con una especie de satisfacción malsana, todo lo que les parece una mancha en la historia de la Iglesia».

El Rev. J. B. Lemius O.M.I., organizó la encíclica «Pascendi» en un famoso escrito titulado «Catecismo sobre el modernismo» a manera de preguntas y respuestas, que reproduce la encíclica de San Pío X, en toda su integridad, en el mismo ordenamiento de ideas y sin haber cambiado una palabra de lugar.

Por su parte el Papa Paulo VI, enseñó que «los tres padres responsables de la perversión conocida como el modernismo» resultan ser: 1) la Reforma Protestante, como su antepasado religioso; 2) la Ilustración, su padre filosófico, y 3) la Revolución Francesa, como su origen político.

En el artículo «Papautée» del Diccionario Apologético de la Fe Católica, se narra el siguiente hecho: Napoleón amenazaba al cardenal Consalvi, Secretario de Estado de Pío VII, con un cisma para acabar con la Iglesia. Ésta fue la respuesta del cardenal Consalvi: Majestad, cuando los ministros del Señor no han conseguido arruinarla con su conducta, esté seguro que menos podrá su Majestad destruirla con su poder.

El Papa Juan Pablo II decía al respecto: «Todos vosotros que anunciáis la muerte de Dios, que tratáis de expulsar a Dios del mundo, deteneos y pensad que la muerte de Dios lleva en sí fatalmente la muerte del hombre» (6 de abril 1980).

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