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VI. Moral de opción fundamental

Responde a una elección fundamental, al proyecto personal de vida, es algo que se va haciendo poco a poco y que, desde luego, podría ser modificada por un cambio radical que supusiera otro orden de valores. «La opción fundamental se refiere al concepto de toda la existencia. Es una decisión de tal densidad que abarca totalmente al hombre, dando orientación y sentido a la vida. Es una entrega totalizante: el «si» o el «no» de la persona. Toda la vida moral es juzgada desde la profundidad de la opción fundamental. Consiste la opción fundamental en una decisión fundamental de entrega (de fe: aceptar al otro) o de clausura (hacer la propia historia: endiosamiento, egoísmo, soberbia)».

Actitud moral es aquel conjunto de disposiciones adquiridas que nos llevan a reaccionar positiva o negativamente ante un determinado campo de valores: la vida, la verdad, etc.

Según esto, pecado mortal es aquel que coincide con una opción fundamental negativa. Se mide no por actos aislados sino por la intensidad que la persona pone en él, por la opción fundamental más que por el objeto material. ¿Puede un acto comprometer la opción fundamental? Contesta M. Vidal:

«El acto moral es de algún modo un signo duda opción fundamental; por su parte, la opción fundamental es el centro del acto moral particular. Según sea la profundidad del acto, en esa misma medida hay que hablar de mayor o menor compromiso en él de la opción fundamental. En un acto muy in­tenso la opción fundamental queda comprometida; en un acto menos intenso (desde el punto de vista de responsabilización) la opción fundamental permanece la misma: a) bien en el sentido de que con ese acto la opción fundamental se «expresa» de una forma leve (si el acto está en la misma dirección de la opción fundamental; b) o bien, en el sentido de que con tal acto se contradice a la opción fundamental de un modo menos profundo (si el acto no corresponde a la dirección de la opción fundamental).

La opción se va encarnando en la sucesividad de la vida, los actos serán responsables (buenos o malos) en la medida en que participen de la opción fundamental. Los actos, de ordinario, no pueden expresar todo el valor de la opción fundamental; necesitan la sucesión y la temporalidad».

El acto sólo es mortal cuando implica una negación formal de Dios. Dice así Fuchs: «El acto moral negativo, es decir, el pecado, solamente es mortal y grave cuando el sentido de negación de Dios, que es propio de todo acto pecaminoso, brota del hombre como del centro de su persona, en lo cual el hombre dispone de sí mismo» M. Vidal, por su lado, postula la separación de gravedad y mortalidad. La gravedad de un acto moral depende de consideraciones de tipo histórico cultural y está sujeta a cambio; la mortalidad, por el contrario, depende de la relación con el fin último, depende del compromiso definitivo cristiano, por lo que el pecado mortal sólo puede ser visto en la perspectiva de la opción fundamental. El plano de la mortalidad dice relación a la dimensión religiosa del hombre, y la materia de la trasgresión sólo puede servir como un criterio indicativo de la opción que es lo que califica moralmente a la acción. «Esta perspectiva personalista conduce así a la superación del planteamiento objetivista en el que se había colocado el tema del pecado».

Reflexión valorativa

Pues bien, quisiéramos aportar algunas reflexiones personales sobre el tema. Es cierto que la op­ción fundamental es un elemento con el que hay que contar: cuando una persona. mediante un proceso de maduración psicológica y de reflexión se orienta hacia Dios, el servicio de los demás y el cumplimiento de la ley, hace que la comisión de un acto pecaminoso sea cada vez más difícil. También es claro que las actitudes determinan nuestro comportamiento moral de forma positiva o negativa. Qué duda cabe de que, si uno tiene una actitud positiva ante la vida. no aceptará la comisión de un aborto. Por ello el cultivo de la opción fundamental y de las actitudes correctas es algo positivo y urgente en la vida moral. Una buena educación moral tiene que conducir a ello.

Ahora bien, esto no nos puede hacer olvidar que existe lo intrínsecamente malo, es decir, aquello que en sí mismo es un contravalor porque lesiona la dignidad humana: siempre será intrínsecamente malo matar, robar, torturar. raptar, mentir, etc. Por eso, si tenemos algo que sea intrínsecamente malo y, al mismo tiempo, grave, toda persona que lo hiciera. consciente y libremente, contradeciría con ello su opción fundamental buena. Imaginemos que una persona determinada tiene una buena actitud frente a la vida, pero que, consciente y libremente, aborta. Esto es un acto intrínsecamente malo y grave, que contradice claramente su supuesta actitud buena. No es necesario que dicho acto tenga una especial intensidad subjetiva; basta con que se realice consciente y libremente: la gravedad y el desorden provienen y se fundan en el acto en sí por razón de su objeto que es intrínsecamente malo.

En cuanto a decir respecto de la gravedad, que todo depende de consideraciones histórico- culturales. nos llevaría a concluir que no existe la ley natural o el derecho natural. Ahora bien, si la naturaleza humana tiene unas exigencias permanentes y graves en todos los hombres, debemos admitir la posibilidad de un código de derecho natural. En el fondo. el decálogo no es otra cosa que la ratificación de las exigencias fundamentales de la ley natural. Finalmente, no es necesario un análisis científico para determinar la gravedad o no de un objeto. En la mayoría de los casos basta el sentido común: por sentido común yo sé que robar a una familia modesta un dólar es leve, mientras que el robarle el salario de un mes es grave.

No se requiere, por otro lado, que para la mortalidad se incluya un posicionamiento formal en contra de Dios. A Dios se le puede ofender por un enfrentamiento formal contra él o por la conculcación de uno de sus mandamientos en materia grave, pues los mandamientos no son ajenos a Dios, sino que se fundan en el respeto de la dignidad de la persona humana, creada por él.

De ahí que haya afirmado la Congregación para la doctrina de la fe: «Sin duda que la opción fundamental es la que decide en último término la condición moral de una persona. Pero una opción fundamental puede ser cambiada totalmente por actos particulares, sobre todo cuando éstos hayan sido preparados, como sucede frecuentemente, con actos anteriores más superficiales. En todo caso, no es verdad que actos singulares no sean suficientes para constituir un pecado mortal.

Según la doctrina de la Iglesia, el pecado mortal que se opone a Dios no consiste en la sola resistencia formal y directa al precepto de la caridad; se da también en aquella oposición al amor auténtico que está incluida en toda trasgresión deliberada, en materia grave, a cualquiera de las leyes morales».

Y Juan Pablo II ha enseñado sobre el tema: «Llamamos pecado mortal al acto mediante el cual el hombre con libertad y conocimiento rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor que Dios le propone, prefiriendo volver a sí mismo, a una realidad creada y finita, a algo contrario a la voluntad divina. Esto puede ocurrir de modo directo o formal o de un modo equivalente como todos los actos de desobediencia en materia grave» . El Papa no acepta la triple división de los pecados en leves, graves y mortales. Todo pecado voluntario y consciente en materia grave es mortal, es decir, priva al hombre de la vida de la gracia.

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