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La mártir de Coyoacán
El domingo 30 de diciembre de 1934 murió María de la Luz Camacho en el atrio de la parroquia de san Juan Bautista, en la villa de Coyoacán de la ciudad de México. Murió mártir, al defender la Iglesia y la Fe, balaceada por sus verdugos. Murió con los brazos abiertos en cruz al tiempo que gritaba, con inusitado valor en una señorita de 27 años de edad que se enfrenta a furibundos verdugos anticlericales, las últimas palabras que pronunciaron sus labios: ¡Viva Cristo Rey!
María de la Luz Cirenia Camacho González nació el 17 de mayo de 1907 en Tacubaya. Su papá se llamaba Manuel; su mamá, de nombre María Teresa, murió cuando ella tenía apenas 7 meses de edad. De niña estudió en un colegio de religiosas en la ciudad de Puebla de los ángeles. En 1918 regresó a México para estudiar con las monjas dominicas y después en el Instituto Católico para niñas. Lucha era de carácter alegre y equilibrado, era emprendedora, modesta y mantenía un gran dominio de sí misma. En 1921 la familia Camacho se trasladó a Coyoacán, donde ella vivió los últimos 13 años de su vida hasta que salió de su casa para defender la parroquia que pretendían incendiar los Camisas Rojas, el grupo de choque formado por Tomás Garrido Canabal y comandado por Carlos Madrazo.
En 1923 Garrido Canabal había sido gobernador de Tabasco con el apoyo de los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Allí inició una campaña anticlerical que se derivó en toda una persecución religiosa, cerró las iglesias de Tabasco, prohibió las cruces en los cementerios, mandó asesinar sacerdotes y obligaba a los niños de las escuelas a presenciar la destrucción de imágenes sagradas y el incendio de iglesias. Se autonombraba «Enemigo personal de Dios y de la Iglesia» y a sus tres hijos les puso por nombres Zoila Libertad, Lenin y Lucifer. Es considerado como uno de los persecutores más hostiles de la Iglesia y del Pueblo católico de México. Formó varios grupos de sicarios para aplastar a campesinos y grupos disidentes; entre estos grupos se destaca el llamado «Los Camisas Rojas», una furibunda pandilla de adoctrinamiento socialista y anticlerical, cuya misión principal consistía en incendiar iglesias y balacear a los católicos que manifestaban su fe. En diciembre de 1934 el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró Secretario de Agricultura con la encomienda de perseguir a la Iglesia al igual que lo hizo en Tabasco.
María de la Luz era catequista, integrante de la Tercera Orden franciscana y de la Acción Católica Femenina de México. El día de su martirio su papá había ido a Misa a las 10 de la mañana con su hermanito Rafael, de 10 años de edad. Allí el sacerdote pidió que se corriera la voz de ayuda porque los Camisas Rojas habían llegado a atacar e incendiar la parroquia. De regreso en casa, su papá platicó el peligro; María de la Luz se levantó de la cama, con fiebre por una faringitis, y se puso su mejor vestido, el de seda color verde con amplio cuello de color blanco. –Por qué te pones tan elegante?- le preguntó su hermana Lupita. Ella le respondió: –Cuando hay que defender a Cristo Rey, hay que ir elegante para el combate-. Luego salió de su casa y no detuvo su marcha hasta llegar al atrio, donde esperó el momento heroico hasta que vio a los Camisas Rojas acercarse a la iglesia con tambos de gasolina. Mientras tanto, trepado en la cruz atrial, Carlos Madrazo, su verdugo ejecutor, gritaba consignas contra la Iglesia y blasfemias irrepetibles.
Ella se paró frente a la puerta de la iglesia, abrió sus brazos en cruz y comenzó a gritar con grande fuerza: ¡Viva la Iglesia! ¡Viva el Papa! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Cristo Rey! hasta que las balas ahogaron su voz mientras en el Cielo se le concedía la palma del martirio.
Mientras agonizaba recibió el último sacramento. Su sepelio fue el primer día del año 1935. Una multitud acompañó su cortejo fúnebre hasta el panteón de Xoco para sepultarla, luego siguió hasta el zócalo, en marcha por avenida Reforma, para exigir justicia. El presidente Lázaro Cárdenas, totalmente atemorizado, pidió la renuncia de Garrido Canabal y pactó la paz.
La sangre de mártir que derramó María de la Luz logró el cese de la persecución religiosa en México al tiempo que teñía su mejor vestido, el de seda, con los colores de la bandera mexicana.
Ahora sus restos reposan en una urna, en el interior de la iglesia que defendió en Coyoacán, en espera de su beatificación.
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