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Chiara Lubich llama a «hacer de la humanidad una única familia»

La fundadora del movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, llamó ayer a la necesidad de conformar una «fraternidad universal», que permita «hacer de la humanidad una única y verdadera familia».

En el transcurso de una conferencia pronunciada en la sede del Parlamento Europeo en Madrid, Lubich habló de dicha fraternidad como «un don gratuito, destinado a todos, que no requiere inscripciones ni pertenencias, que no divide según las culturas, las religiones, las ideologías políticas sino que, al contrario, ilumina a cada uno sobre aquello que le une a los otros, valorando las justas diferencias y la originalidad de la aportación que cada uno puede dar al designio común de la humanidad».

En la que supone su primera visita a nuestro país, la fundadora de los Focolares -uno de los movimientos eclesiales con más empuje en la actualidad- y probablemente la mujer con más relevancia en el seno de la Iglesia católica, destacó la importancia de estos carismas y de su espíritu de diálogo en el surgimiento de un mundo unido. «Estos movimientos poseen un profundo y sentido interés por el vivir humano y una incidencia en el campo civil, y ofrecen realizaciones concretas a nivel político, económico...». Dichos movimientos son, a juicio de Chiara Lubich, «adecuados para llevar la cristiandad, a menudo debilitada y secularizada por el contacto con el mundo, a la autenticidad y a la radicalidad del amor evangélico, que es la materia prima para la fraternidad; un amor que va dirigido a todos, por lo tanto también al enemigo».

Europa, horizonte de esperanza

Finalmente, Chiara Lubich hizo referencia al futuro de Europa, «un horizonte de esperanza, una asociación vital, una realidad que conquistar».

En este sentido, subrayó la importancia de la fraternidad cristiana en la historia de Europa. «Hay santidad en las raíces de Europa», declaró, para mantener que la conformación de la Unión Europea se ha producido «gracias a la penetración del cristianismo» y de «los principios religiosos que, desarrollándose en principios civiles, sociales y políticos, construirán la Europa cultural», todo ello «sin sofocar las distintas identidades ciudadanas y las identidades nacionales que se han ido formando.