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Focolares

El movimiento de los focolares es una gran comunidad de personas, impulsada por católicos, que busca una fraternidad universal calificada a menudo de utópica pero que es posible después de una historia manchada por la sangre de las guerras y los enfrentamientos entre seres humanos. Fue el 7 de diciembre de 1943, cuando la Segunda Guerra Mundial todavía no se había acabado, el momento en que Chiara Lubich hizo nacer en Trento el colectivo, basado en la espiritualidad de la unidad como un carisma de diálogo con otros grupos de la Iglesia católica, con personas de otras denominaciones cristianas, con gente de otras religiones y también con ciudadanos de otras convicciones no religiosas. Actualmente, los focolares son presentes en 182 países de Europa (donde se inició en 1952), América (desde 1958), África (1965), Asia (1966) y Australia (1967).

Según los estatutos, Chiara Lubich es la "guía del movimiento", una figura que cuenta con la colaboración de un copresidente y de un consejo formado por los responsables de los aspectos generales y de las principales ramas. Aunque es una realidad única, el movimiento es muy plural teniendo en cuenta la variedad de personas que forman parte: familias, jóvenes, sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas. De hecho, los focolares están estructurados en 18 ramas: 2 secciones (masculinas y femeninas), 10 ramas diversas y 6 movimientos de amplio alcance. Éstos son Familias Nuevas, Humanidad Nueva, Movimiento Parroquial, Movimiento Diocesano, Jóvenes para un Mundo Unido y Jóvenes por la Unidad.

Es en este último punto donde encontramos, eclesialmente, el rasgo organizativo más característico de los focolares. Estamos hablando de un gran movimiento pero formado por realidades muy diferentes que, por sí mismas, ya podrían ser consideradas movimientos o realidades católicas, incluso con estilos y carismas propios. Pero el espíritu de la fundadora es aglutinador, y no disgregador. Por ello todos son focolares, y todos viven su fe, individualmente y en comunidad, acogidos por los pilares del diálogo, el compromiso y la comunión.

Territorialmente, el movimiento está subdividido en 75 zonas que coinciden generalmente con una parte o un país entero. En estos momentos hay 133.500 miembros y más de 2,2 millones de adherentes o simpatizantes. 45.000 pertenecen a un total de 350 Iglesias cristianas, mientras que más de 30.000 son de otras religiones diferentes entre judíos, musulmanes, budistas, hindúes y taoístas. Finalmente, los llamados "amigos de convicciones diversas" llegan a la cantidad de 100.000. Se calcula que los focolares inciden, de una manera u otra, sobre 5 millones de personas de los cinco continentes.

Presencia pública en muchos ámbitos

La cultura, la educación, la economía y la política son los ámbitos más destacados donde el movimiento se ha hecho y se hace presente en el espacio público. Una de las iniciativas más sonadas es la llamada economía de comunión, un proyecto nacido en 1991 que inspira la gestión de más de 800 empresas y actividades productivas por todo el mundo. Nacida a partir de una visita de Chiara Lubich a las "favelas" o zonas de marginación de la ciudad de Sao Paulo (Brasil), consiste en sustituir el tener, pauta de funcionamiento de la sociedad consumista, por el dar desde el amor. Los focolares parten de la idea de que esta exigencia se encuentra en el fondo del ser humano, tanto si es creyente como si no. La experiencia ha incidido también en el campo de las ciencias económicas, con más de 100 tesis de licenciatura en varios países y congresos de estudio promovidos por ateneos y organismos nacionales e internacionales.

Hablar de economía de comunión es hablar de proyectos concretos hechos realidad en muchos países. La gran aportación de esta iniciativa consiste en la distribución de los beneficios en tres finalidades: la consolidación de la empresa con salarios justos y respeto por la legalidad vigente, la ayuda a los más necesitados acompañada de creación de puestos de trabajo y finalmente el sostenimiento de estructuras aptas para la formación de hombres y mujeres capaces de vivir la cultura de la solidaridad y del compartir.

Los empresarios que se adhieren a la economía de comunión dan a conocer, con su acción, que existe en el mercado la posibilidad de actuar de manera alternativa. No es una nueva forma de empresa, sino una propuesta de acción económica que renueva desde dentro los modelos habituales (sociedades anónimas, cooperativas y otros). Por ejemplo, invertir en la calidad de las relaciones interpersonales conlleva una amplia creatividad, así como una notable capacidad de innovación de los sistemas y los tipos de producción.

La economía de comunión, escenificada a menudo en mercados solidarios, ferias, fiestas y otras iniciativas públicas, ha permitido también crear empresas en América Latina y Europa, junto con pequeñas actividades productivas. Además, gracias al proyecto, muchas actividades económicas que ya existían han renovado su funcionamiento. Actualmente, 800 empresas están adheridas a la economía de comunión, entre ellas 200 europeas y 12 españolas.

El Movimiento por la Unidad y otros frutos

Todos hemos oído muchas veces esta frase: "El mundo está muy mal y humanamente no podemos hacer nada". Romper este comentario derrotista forma parte del gran mosaico de iniciativas que los focolares han sacado adelante desde sus inicios. En 1996, por ejemplo, surgió el Movimiento por la Unidad, un grupo con fuerte presencia en Italia, Europa oriental y América del sur. En noviembre de 2001, organizó en Innsbruck un encuentro de alcaldes europeos bajo el título Mil ciudades por Europa, con la presencia del presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, entre otras personalidades del ámbito político.

Y como ésta, podemos referirnos a muchas más actividades. Una especialmente admirable es la de los Jóvenes por la Unidad, que primero participaron en un gran encuentro intercultural e interreligiosa en Japón, en el año 2000, más tarde recogieron firmas por un mundo en paz y en fraternidad y, el 26 de mayo de 2002, celebraron una manifestación internacional en Roma con conexión televisiva seguida por millones de niños, jóvenes y adolescentes en todo el mundo. En el Coliseo romano, 12.000 chicos y chicas expresaron de muchas maneras su deseo común de hacer desaparecer los odios y las revanchas para construir un mundo unido fraternalmente por cristianos, hebreos, musulmanes, budistas, hindúes, sikhs, con este lema: "Haz a los demás aquello que querrías que te hicieran a ti".

Más de 11.000 adopciones a distancia en 38 países promovidas por el colectivo Familias Nuevas, 62 centros para la formación espiritual y social (Mariápolis), escuelas especializadas de inculturación y diálogo interreligioso, el Centro Santa Chiara para la producción y difusión de audiovisuales, puntos de trabajo artístico y musical (entre ellos los grupos Gen Verde y Gen Rosso) y una amplia actividad editorial con publicaciones y libros completan la larga lista de frutos que ha dado en el mundo este movimiento.

Una fundadora consagrada a la obra

Las personas vinculadas al movimiento de una manera u otra entienden la figura de la fundadora como la del gran punto de referencia humano de todas las actividades. La personalidad de Chiara Lubich es muy fuerte dentro de los focolares, pero no por un deseo suyo de notoriedad o protagonismo, sino porque ha consagrado su vida totalmente a una obra de amplitud excepcional.

Chiara Lubich nació en Trento (Italia) en 1920. Cuando se preparaba para la carrera de maestra, estalló la Segunda Guerra Mundial, momento en que fundó, junto con otras chicas, el primer embrión de los focolares, una palabra que, por cierto, evoca el calor del hogar. Es una persona que ha impactado rápidamente por su compromiso total a favor del servicio a todos los hombres de buena voluntad, la fuerza de su ideal, su razonamiento y su poder de convicción. Además de la respuesta a este llamamiento para fundar una gran comunidad cristiana, Lubich es una reconocida escritora. Obtuvo en 1995 el Premio de la Unión de Editores y Libreros Católicos Italianos, y sus libros se han traducido a 30 idiomas, con una difusión considerable.

Entre otros reconocimientos públicos a la fundadora de los focolares, también destacan el Premio UNESCO 1996 para la Educación a la Paz, el Premio Derechos Humanos 1998 del Consejo de Europa, la Cruz del Sur 1998 otorgada por el gobierno brasileño, la Gran Cruz al Mérito de Alemania y el Premio Defensora de la Paz 2001 concedido en la India por el movimiento gandhiniano Sarvodaya y Shanti Ashram.

Finalmente, destacamos que Chiara Lubich ha viajado siempre allí donde ha considerado que puede hacer el bien. Ahora, por ejemplo, tiene previsto desplazarse en noviembre a Barcelona y, a principios de diciembre, a Madrid. A menudo se tiende a identificar mucho a los focolares con su fundadora, pero no por caer en un simplismo o un personalismo fácil, sino porque ella recoge todo el espíritu de fraternidad universal, pluralidad y apuesta por el diálogo que ha promovido este gran movimiento.

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