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San Bonifacio I
La elección. Romano e hijo del presbítero Iocundus, había desempeñado una importante misión en Constantinopla por encargo de Inocencio I; gozaba de gran prestigio. Al día siguiente de la muerte de Zósimo, los diáconos, unidos a unos pocos presbíteros y atrincherados en la basílica de San Juan de Letrán, procedieron a elegir al archidiácono Eulalio, probablemente un griego, como Zósimo, de quien había tenido toda la confianza. De modo que cuando el 28 de diciembre los presbíteros, el pueblo y algunos obispos, se congregaron en la basílica de Teodora para proceder a la elección regular que favoreció a Bonifacio, se encontraron con este golpe de mano ya consumado. Hubo, como consecuencia de esta división, un retroceso. Se podían incluso manifestar legítimas dudas, pues en la consagración, celebrada el mismo día, Eulalio contó con el obispo de Ostia, según estaba previsto, pero san Basilio pudo reunir en San Marcelo a nueve obispos. El prefecto de la ciudad, Symmaco, que no era cristiano (fue uno de los que defendió la idea del castigo de los dioses cuando el saqueo de Roma), envió a Honorio un informe del que se desprendía mayor legitimidad en el caso de Eulalio. Otros informes, radicalmente opuestos, llegaron a Gala Placidia, hermana del emperador. Todo quedaba, pues, en manos de este último.
Honorio dispuso que las autoridades imperiales permanecieran neutrales hasta que un sínodo, a celebrar en Spoleto el 13 de junio del 419, decidiese la duda; al mismo tiempo ordenó a Eulalio y Bonifacio que permanecieran fuera de la ciudad sin acudir a ella bajo ningún pretexto. Eulalio creyó que el sedicente papa que lograra celebrar la Pascua (30 de marzo) en Roma, se vería de hecho en posesión de la magistratura. Se apoderó de Letrán y provocó disturbios. A juicio de Honorio, un caso de desobediencia que debía ser castigado: el 3 de abril del 419 Eulalio fue desterrado y Bonifacio oficialmente reconocido. El sínodo de Spoleto no llegaría nunca a celebrarse. Posteriormente, Eulalio recibió como indemnización un obispado en Campania que pudo regir hasta su muerte (423).
Ingerencia imperial. El año 420 Bonifacio sufrió una grave enfermedad y se temió por su vida. Fue entonces cuando Honorio dictó un decreto que era el primer paso a una ingerencia imperial en las elecciones pontificias: en adelante, cuando se produjera una doble elección, las autoridades civiles negarían el reconocimiento a los dos candidatos; sólo una elección sin disputa sería recibida y confirmada. Aunque Bonifacio vivió todavía dos años, ese decreto no fue modificado, sirviendo de punto de apoyo para que los emperadores reclamasen el derecho de confirmar a los papas. Oficialmente cristiano, el Imperio tendía a adueñarse de la jurisdicción eclesiástica. Teodosio II (408-450), emperador de Oriente, respondiendo a una demanda de los obispos de Tesalia, anuló por su cuenta el vicariato de Tesalónica y asignó al patriarca de Constantinopla poder sobre todas las diócesis balcánicas. Bonifacio cursó su protesta a través de Honorio, sin éxito, pues la disposición fue incluida con el Código que recopilaba el emperador. Por su parte, el papa había dejado sin efecto el vicariato de Arles al reconocer los derechos metropolitanos de Marsella, Vienne y Narbona. Y tuvo que plegarse ante los obispos africanos después de que Apiario confesara sus faltas y fuera enviado a otra diócesis. Eran retrocesos en la práctica, pero no en la doctrina. Exigió rigurosamente que jamás «pudiera legalmente ser reconsiderada una disposición de la Sede Apostólica» y, en esta línea, pudo conseguir que Honorio publicara un rescripto conminando a todos los obispos a acatar la doctrina expuesta en la Epístola tractoria de Zósimo. Del pontificado de Bonifacio I data la prohibición a las mujeres de subir al altar, incluso para quemar el incienso, o de tocar con sus manos los objetos sagrados. Estableció un severo impedimento para que pudieran ser ordenados esclavos; su liberación entraba en las condiciones indispensables para el sacramento.
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