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Capítulo V.- La táctica del Diablo: pasar inadvertido
San Francisco de Asís ha sido definido "la oración encarnada" por el modo en el que todo su ser tendía continuamente hacia Dios. De Satanás se podría afirmar que es, de alguna manera, odio total hacia Dios, envidia total hacia los hombres, por el modo en el que el pecado domina su ser.
Esta definición del demonio repugna a nuestra inteligencia. ¿Cómo concebir, en efecto, un ser extraordinariamente dotado, que sea sólo odio y envidia? Este misterio de iniquidad nos desconcierta.
El Papa Juan Pablo II ha intentado dar una explicación en su catequesis sobres los ángeles en el verano de 1986. El 23 de julio abordó el tema de la caída de los ángeles que dividió el mundo de los espíritus puros en buenos y malos. "Los buenos han escogido a Dios como bien supremo y definitivo, conocido por la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han vuelto hacia Él con toda la fuerza interior de su libertad, una fuerza que es amor. Dios se ha convertido en el fin total y definitivo de su existencia espiritual."
"Al contrario, prosigue el Papa, los otros ángeles han vuelto la espalda a Dios, a la verdad del conocimiento que muestra en Él el bien total y definitivo. Han hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia que les hacía partícipes de la Trinidad y de la amistad eterna con Dios en la comunión con Él por el amor. Sobre la base de su libertad creada, han hecho una elección radical e irreversible, del mismo modo que los ángeles buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentimiento de autosuficiencia, de aversión e incluso de odio que se ha transformado en rebelión".
El orgullo conduce a la ruina
¿Cómo explicar tal oposición contra Dios en seres dotados de una inteligencia tan potente y enriquecidos por tanta luz? ¿Cuál puede ser el motivo de una elección radical e irreversible contra Dios? ¿De un odio tan profundo que puede parecer el fruto de la locura?
Juan Pablo II remara que "los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de una "ceguera" producida por una valoración excesiva de la perfección de su ser, llevada hasta el punto de velar la supremacía de Dios que exigía por el contrario un acto de sumisión dócil y obediente. Todo esto parece expresado de manera concisa por las palabras: "¡No te serviré! (Jr 2, 20), que manifiesta el rechazo radical e irreversible de tomar parte en la edificación del Reino de Dios en el mundo creado".
En una palabra: Satanás, el espíritu rebelde, quiere edificar su propio reino, y no el de Dios. "Se erige en primer adversario del Creador, opuesto a la Providencia, antagonista de la sabiduría amante de Dios."
"De la rebelión y del pecado de Satanás, como también de los pecados del hombre, debemos sacar una conclusión y acoger la sabia experiencia de la Sagrada Escritura que afirma: "El orgullo conduce a la ruina" (Tb 4, 13)."
Estas consideraciones sobre la rebelión de Satanás son difíciles pero al menos ayudan a comprender mejor la presencia en el cosmos de una infinidad de ángeles, de los que unos, los rebeldes, se esfuerzan por separar a los hombres de su Creador, y los otros, los ángeles fieles, nos estimulan y nos defienden en nuestra subida hacia Dios.
El Vaticano II y las amenazas de Satanás
La catequesis de Juan Pablo II nos permite comprender mejor también algunas consignas pastorales de los Apóstoles a las comunidades de la Iglesia primitiva. Así, San Pablo escribe a los fieles de la ciudad de Éfeso. Después de haber exhortado a una vida cristiana más coherente a los padres y a los hijos, a los dueños y a los esclavos, el Apóstol añada una consideración, a la vez sorprendente e iluminadora: "No tenéis que luchar sólo contra los hombres sino también contra las potencias del infierno" (cfr Ef 6, 12). Esto significa que no es suficiente para un buen cristiano luchar contra sus malas tendencias y contra la influencia perniciosa del ambiente, sino que debe combatir también contra esos enemigos invisibles que son los demonios.
Es significativo, por otra parte, que en su Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen gentium, 35), el concilio Vaticano II retoma a su vez esta exhortación del Apóstol a la iglesia de Éfeso: combatir sin cesar contra esos enemigos invisibles que son los demonios. Es como si los Padres del Concilio Vaticano II dijeran a los católicos: "Queridos hermanos y hermanas, ¡atención! ¡Estad siempre visibles, están, invisibles, esos enemigos poderosos que son los demonios, siempre al acecho de una presa! ¡Vigilad para no caer en sus redes!
La llamada de atención válida para los cristianos del primer siglo lo es también para los cristianos de hoy como lo será para los de mañana. Porque no han cambiado nada y nada cambiará en la debilidad congénita de los hombres y en el odio feroz de Satanás hacia ellos. La persistencia del peligro requiere la continuidad de la vigilancia.
Un pasaje bien conocido de la primera "encíclica" de San Pedro suena de modo parecido a la consigna de San Pablo a los Efesios. San Pedro incluso es mucho más explícito. Se expresa en un lenguaje fácilmente comprensible por el común de los fieles: "¡Sed sobrios y vigilad! Vuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe" (1 P 5, 8).
San Juan de la Cruz: comparaciones sacadas del arte militar
Es significativo que San Pedro, para subrayar mayor la gravedad del peligro, llegue a comparar al demonio con el león, el animal que se reputa más feroz.
Eco fiel del pensamiento de San Pedro, San Juan de la Cruz pone de relieve los ataques de Satanás. Para subrayarlo bien, el Doctor místico recurre a expresiones tomadas del arte militar: lucha, lucha espiritual, batalla espiritual, guerra, lucha furibunda, enemigo provisto de armas y baterías, después de los combates no faltan ni asaltos y ataques, ni trampas y emboscadas, encuentros violentos en los que se combate, en los que se enfrentan los unos con los otros, en los que se resiste, en los que se prevalece de los que se sale vencedor o vencido.
Notemos igualmente que la llamada de atención de San Pedro referente al león siempre en busca de presa no se dirige sólo a una minoría de cristianos fervientes; concierne a toda la comunidad de los creyentes. Se refiere a nosotros.
Cada palabra, en esta carta pastoral de San Pedro, merecería un comentario, tan grande es su densidad de sabiduría práctica. En verdad, para las primeras comunidades cristianas, recientemente evangelizadas, la lucha contra los demonios no era una cacería de placer, una afición dejada al capricho de cada uno. La presencia y la acción de Satanás era manifestada. Esta lucha incesante, conducida por el Adversario, formaba parte integrante de la vida de los cristianos. Se comprende por lo tanto la insistencia de San Pedro sobre la necesidad de vigilar y resistir. La vida cristina y el destino eterno de cada hombre depende de esta vigilancia y de esta resistencia.
Remarquemos también que San Pedro invita a los fieles a sacar sus amaras del arsenal de la fe sobrenatural: "Resistidle firmes en la fe". Porque Satanás no puede ser rechazado únicamente con las armas naturales. El cristiano necesita fuerzas sobrenaturales, del mismo modo que un ejército moderno necesita la aviación. La infantería sola no basta, ni la artillería.
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