conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Breve tratado de la ilusión » V.- Ilusión y vocación

La ilusión, ingrediente de toda vocación concreta

El español dice con frecuencia de alguien: «Tiene ilusión por su trabajo. » Y esto, no solo de aquellos menesteres que tienen un carácter elevado, creador, como el arte, la investigación, la literatura, sino de otros que parecen más impersonales y modestos. Por ejemplo, es normal que el labrador tenga ilusión por la labranza; que la madre de familia la tenga por la casa y el cuidado de los hijos; que el cazador o el pescador la sientan por sus ocupaciones. Adviértase que tales menesteres pueden ser sumamente penosos, mucho más que otros por los cuales es sumamente difícil sentir ilusión. (Sería apasionante seguir históricamente las alternativas de la ilusión en una sociedad, en lo que se refiere a las profesiones o quehaceres; se vería cómo en ciertas épocas se pierde la posibilidad de ilusión por oficios o carreras en que era normal; y habría que averiguar las causas de ello, que son múltiples. Como hay una íntima relación entre ilusión y felicidad, calcúlese el alcance que esta modificación tiene para el «nivel medio» y la frecuencia de esta. )

Cuando la vocación se hace concreta, aunque originariamente sea genérica y nazca del encuentro de ella en la sociedad, realizada en otros, se liga a la propia personalidad, se entrelaza con la trayectoria vital y se convierte en una dimensión de ella. Ya no se trata de la vocación esquemática de médico, sino de este médico individual, definido por una situación no intercambiable y un proyecto personal que transforma la vocación genérica. Tal vez el labrador individualiza la profesión milenaria, ejercida por millones y millones de hombres en todas partes y en todas las épocas, al adscribirla a su tierra. La función de la madre de familia adquiere un carácter único y archipersonal porque se trata de esta familia insustituible. En ambos casos, el quehacer cotidiano adquiere el dramatismo que pertenece a la vida como tal y no se puede separar de su configuración. Es quizá la justificación del uso lingüístico que en español usa el verbo «ser» y no el «hacer» para designar la profesión: ¿Qué es usted?, y no qué hace.

Muchas veces me he referido a la falta de fruición que en nuestra época muestran con tanta frecuencia las obras de pensamiento, literatura o arte; se advierte muchas veces un elemento de despego o hasta de malhumor en los profesionales de las disciplinas más elevadas y en la docencia de ellas -una de las raíces de la crisis de esta última, y en particular de la Universidad-. Creo que el origen de ello está en la falta de ilusión por esos menesteres. Cuando el trabajo es demasiado impersonal, cuando se realiza por acumulación de materiales e informaciones, cuando importa más el resultado y el éxito que la realización misma, la ilusión se desvanece; creo que eso afecta decisivamente a la calidad, pero más todavía a la personalidad de la obra, que resulta en muchos casos intercambiable, en lugar de estar ligada a la más profunda realidad del autor. Cuando distinguí, hace un cuarto de siglo, entre el «escritor» y el «hombre que escribe», y señalé que el siglo pasado o a comienzos de éste había muchos verdaderos escritores (aunque no fuesen grandes, ni siquiera buenos escritores), mientras que ahora hay innumerables hombres que escriben (algunos, bien), sin que ello sea parte integrante de lo que verdaderamente son, no puse esto en conexión con la ilusión, que me parece ahora el planteamiento adecuado. El escritor, si auténticamente lo es, escribe con ilusión, aun en el caso de que sus dotes no sean sobresalientes y, por tanto, el resultado deje que desear. Eso es lo que se echa de menos en aquel para quien escribir es una función meramente profesional, o una tarea, o una manera de dar cuenta de un trabajo o unas investigaciones realizadas aparte de ese escribir. Si falta el nexo con el proyecto personal, no se da la ilusión. Valdría la pena examinar a la luz de esta idea los diferentes escritos que caracterizan una época; creo que se podría descubrir en su estilo y contenido la huella de la ilusión, o la negativa de su ausencia.

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