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Frivolidad
532. Cuando se piensa con la mente clara en las miserias de la tierra, y se contrasta ese panorama con las riquezas de la vida con Cristo, a mi juicio, no se encuentra más que una palabra que califique —con expresión rotunda—el camino que elige la gente: necedad, necedad, necedad.
La mayoría de los hombres no es que nos equivoquemos; nos sucede algo bastante peor: somos tontos de remate.
533. Triste cosa, que no quieras esconderte como un sillar, para sostener el edificio. Pero que te conviertas en piedra, donde tropiezan los demás...: eso me parece de malvados!
534. No te escandalices porque haya malos cristianos, que bullen y no practican. El Señor —escribe el Apóstol—"ha de pagar a cada uno según sus obras": a ti, por las tuyas; y a mí, por las mías.
—Si tú y yo nos decidimos a portarnos bien, de momento ya habrá dos pillos menos en el mundo.
535. Mientras no luches contra la frivolidad, tu cabeza semejará al puesto de un chamarilero: no guardará más que utopías, ilusiones y... trastos viejos.
536. Tienes una dosis de frescura que, si la emplearas con sentido sobrenatural, te serviría para ser un cristiano formidable... —Pero, tal como la usas, no pasas de ser un formidable fresco.
537. Con ese tomarte todo a la ligera, me recuerdas aquella vieja jácara:
—Qué viene el león!, le dijeron. Y contestó el cándido naturalista: —Y a mí, qué : si yo cazo mariposas!
538. Una persona terrible: el ignorante y, a la vez, trabajador infatigable.
Cuídame, aunque te caigas de viejo, el afán de formarte más.
539. Excusa propia del hombre frívolo y egoísta: "no me gusta comprometerme en nada".
540. No quieres ni lo uno —el mal—ni lo otro —el bien—... Y así, cojeando con entrambos pies, además de equivocar el camino, tu vida queda llena de vacío.
541. "In medio virtus..." —En el medio está la virtud, dice la sabia sentencia, para apartarnos de los extremismos. —Pero no vayas a caer en la equivocación de convertir ese consejo en eufemismo para encubrir tu comodidad, cuquería, tibieza, frescura, falta de ideales, adocenamiento.
Medita aquellas palabras de la Escritura Santa: " ojalá fueras frío, o caliente! Mas por cuanto eres tibio y no frío, ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca".
542. Nunca llegas al meollo. Siempre te quedas en lo accidental! —Permíteme que te repita con la Escritura Santa: no haces más que "hablar al aire"!
543. No te comportes tú como ésos que, oyendo un sermón, en lugar de aplicarse personalmente la doctrina, juzgan: qué bien le irá esto a Fulano!
544. A veces, algunos piensan que la calumnia no tiene mala intención: es la hipótesis —dicen—con que la ignorancia explica lo que desconoce o no comprende, para darse tono de enterada.
Pero es doblemente mala: por ignorante y por mentirosa.
545. No hables con tanta irresponsabilidad... ¿No comprendes que, en cuanto tú arrojas la primera piedra, otros en el anonimato organizan una pedrea?.
546. ¿Eres tú mismo el que crea esa atmósfera de descontento entre los que te rodean? —Perdona entonces que te diga que, además de malvado, eres... estúpido.
547. Ante la desgracia o el error, resulta una triste satisfacción poder decir: "lo había previsto".
Significaría que no te importaba la desventura ajena: porque deberías haberla remediado, si estaba en tu mano.
548. Hay muchos modos de sembrar desorientación... —Basta, por ejemplo, señalar la excepción como regla general.
549. Dices que eres católico... —Por eso, qué pena me das, cuando compruebo que tus convicciones no son lo suficientemente sólidas, como para llevarte a vivir un catolicismo de acción, sin soluciones de continuidad y sin salvedades.
550. Causaría risa, si no fuera tan dolorosa, esa ingenuidad tuya con la que aceptas —por ligereza, ignorancia, complejo de inferioridad...—las paparruchas más burdas.
551. Suponen los tontos, los desaprensivos, los hipócritas, que los demás son también de su condición... Y —esto es lo penoso—, como si lo fueran, los tratan.
552. Malo sería que perdieses tú el tiempo, que no es tuyo, sino de Dios, y para su gloria. Pero si, además, haces que otros lo pierdan, disminuyes por un lado tu prestigio y, por otro, acrecientas el fraude de gloria que debes a Dios.
553. Te falta la madurez y el recogimiento propios de quien camina por la vida con la certeza de un ideal, de una meta. —Reza a la Virgen Santa, para que aprendas a ensalzar a Dios con toda tu alma, sin dispersiones de ningún género.
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