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Naturalidad
554. Cristo resucitado: el más grande de los milagros no fue visto más que por unos pocos..., los necesarios. La naturalidad es la firma de las empresas divinas.
555. Cuando se trabaja única y exclusivamente por la gloria de Dios, todo se hace con naturalidad, sencillamente, como quien tiene prisa y no puede detenerse en "mayores manifestaciones", para no perder ese trato —irrepetible e incomparable—con el Señor.
556. ¿Por qué —preguntabas indignado—el ambiente y los medios de apostolado han de ser feos, sucios... y complejos? —Y añadías: si cuesta lo mismo!
—A mí me pareció tu indignación muy razonable. Y pensé que Jesús se dirigía y atraía a todos: pobres y ricos, sabios e ignorantes, alegres y tristes, jóvenes y ancianos... Qué amable y natural —sobrenatural—es su figura!
557. Para la eficacia, naturalidad. —¿Qué cabe esperar de un pincel —aun en manos de un gran pintor—, si lo envuelven con caperuza de seda?
558. Los santos resultan siempre "incómodos" para los demás.
559. ¿Santos, anormales?... Ha llegado la hora de arrancar ese prejuicio.
Hemos de enseñar, con la naturalidad sobrenatural de la ascética cristiana, que ni siquiera los fenómenos místicos significan anormalidad: es ésa la naturalidad de esos fenómenos..., como otros procesos psíquicos o fisiológicos tienen la suya.
560. Te hablaba del horizonte, que se abre a nuestros ojos, y del camino que debemos recorrer. —No tengo pegas!, declaraste, como extrañado de "no tenerlas"...
—Grábate bien esto en la cabeza: es que no debe haberlas!!
561. Evita esa adulación ridícula que, quizá de un modo inconsciente, manifiestas a veces al que hace cabeza, convirtiéndote en altavoz sistemático de sus gustos o de sus opiniones en puntos intrascendentes.
—Pon más cuidado aún, sin embargo, en no empeñarte en mostrar sus defectos como detalles graciosos, llegando a una familiaridad que le desautoriza, o —triste servicio le prestarías!—a la deformación de convertir lo que está mal en algo chistoso.
562. Creas a tu alrededor un clima artificial, de desconfianza, de sospecha, porque, cuando hablas, causas la impresión de jugar al ajedrez: cada palabra, pensando en la cuarta jugada posterior.
Fíjate que el Evangelio, al relatar la triste figura cautelosa e hipócrita de los escribas y fariseos, refiere que hacían preguntas a Jesús, le exponían cuestiones, "ut caperent eum in sermone" —para retorcer sus palabras! —Huye de ese comportamiento.
563. La naturalidad nada tiene que ver con la zafiedad, ni con la suciedad, ni con la pobretería, ni con la mala educación.
Algunos se empeñan en reducir el servicio a Dios al trabajo con el mundo de la miseria y —perdonad—de los piojos. Esta tarea es y será necesaria y admirable; pero, si nos quedamos exclusivamente ahí, aparte de que abandonaríamos a la inmensa mayoría de las almas, cuando hayamos sacado a los necesitados de esa situación, ¿les ignoraremos?
564. ¿Que eres indigno? —Pues... procura hacerte digno. Y se acabó.
565. Qué ansias tienes de ser extraordinario!... —Lo que te pasa es vulgarísimo!
566. Bienaventurada eres porque has creído, dice Isabel a nuestra Madre. —La unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque "lleva" a Cristo.
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