conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo primero.- La caridad cristiana frente a la barbarie nazi.

Las Hermanas de Sión

También sor Augustine, superiora de las Hermanas de Nuestra Señora de Sión, fue reconocida con el título de Justos entre las Naciones. En el convento de Via Garibaldi, 28 fueron escondidos y salvados 187 judíos.

Sor Dora Rutar, que se encontraba en Roma como novicia, contaba que «el 16 de octubre de 1943, cuando comenzó la persecución de los judíos, muchas familias se presentaron ante la verja de nuestra casa para pedir asilo. Cada día venían más, por lo que alcanzamos rápidamente el número de 187. El dormitorio y el locutorio se llenaron. La gente dormía en el suelo, en las escaleras, no había un espacio libre. La superiora los acogió a todos porque eso significaba salvarles la vida. Había problemas para hospedar a los hombres, y entonces se prepararon catres y colchones en los sótanos. Al principio se creía que la persecución duraría poco; por el contrario, tuvimos que sobrellevar la situación durante nueve meses. De esta manera comenzaron las dificultades, no teníamos bastante comida y pedimos ayuda al Vaticano. Fue así cómo monseñor Bellando, monseñor Montini y sor Pascalina organizaron el abastecimiento de comida. La madre Pascalina nos ayudó mucho. Una vez vino ella misma con una furgoneta para traernos alimentos. Éramos muchos, las tarjetas de racionamiento eran pocas y por cada una de ellas podíamos tener ochenta gramos de pan al día. Sin la ayuda del Vaticano hubiera sido imposible dar de comer a todos. En un momento dado se creó el problema de impedir eventuales irrupciones de soldados alemanes. La Secretaría de Estado nos dio una hoja en la que estaba escrito "propiedad del Vaticano", de manera que se pudiera impedir cualquier injerencia. Pegamos esta hoja en la entrada principal y, a la vez, organizamos un plan de emergencia. En caso de peligro, el portero tenía que hacer sonar un timbre escondido. En mayo de 1944 intentaron entrar. La hermana utilizó la hoja de la Secretaría de Estado para detenerlos, y ellos se fueron, también porque estaban a punto de llegar los aliados».

«Hubo también momentos agradables -añade sor Rutar-. Recuerdo que el 14 de diciembre de 1943, cuando hice la profesión, los judíos asistieron a la misa, la capilla estaba llena, y muchos de ellos cantaron en el coro.»

«Fue algo conmovedor», añade sor Luisa Girelli, hermana en religión de sor Rutar, porque «a pesar del riesgo tan grande que corríamos, los judíos celebraron con nosotros una fiesta que no les pertenecía. Lo hicieron para demostrarnos su gratitud».

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