conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo primero.- La caridad cristiana frente a la barbarie nazi.

El rabino amigo del papa

Israele Zolli, rabino jefe de la comunidad judía romana, fue uno de los protagonistas de aquellos años terribles y trágicos. Hombre de cualidades elevadas, advirtió con antelación el peligro nazi, y luchó para que todos los judíos se escondieran a tiempo, y sería recordado como un héroe si no se hubiera convertido al catolicismo. Se bautizó el 13 de febrero de 1945, tomando el nombre de Eugenio, en reconocimiento a cuanto el papa Pacelli había hecho por salvar a sus hermanos de raza. Fue un acto que hirió profundamente a la comunidad judía mundial. Todavía hoy, 42 años después de la muerte de Zolli, es difícil hablar de aquel suceso sin herir el orgullo judío, pero no se puede hacer un cuadro completo de la realidad de aquellos años y, sobre todo, no se puede conocer a fondo el debate que se desarrolló dentro de la comunidad judía sin recordar la figura de Zolli.

Israele Zoller, su verdadero nombre de nacimiento, era de origen polaco. La madre, perteneciente a una familia de rabinos con más de cuatro siglos, deseaba ardientemente que uno de sus cinco hijos llegara a ser rabino; y su deseo se cumplió, aunque la muerte la alcanzó antes de que el más joven de sus hijos, Israele, fuera nombrado rabino. El joven Israele frecuentó primero la Universidad de Viena, después la de Florencia, donde se doctoró en Filosofía, estudiando a la vez en el Colegio Rabínico. En 1920 se convirtió en rabino jefe de Trieste. En 1933 logró la nacionalidad italiana y, a causa de las leyes fascistas, tuvo que cambiar su apellido de Zoller a Zolli. Obtuvo la cátedra de Lengua y Literatura Hebreas en la Universidad de Padua, pero con la aplicación de las leyes raciales tuvo que abandonar la enseñanza. En 1940 fue nombrado gran rabino de Roma, donde desarrolló una misión de paz en la comunidad judía, dividida entre aquellos que se declaraban antifascistas y aquellos que, por el contrario, esperaban evitar males mayores ofreciendo una cierta colaboración. Zolli no se fiaba de los fascistas y, por eso, propuso a los líderes de la comunidad que se quemaran los registros y se hiciera huir a la gente. No le creyeron, porque en aquel momento el jefe de la policía, Carmine Senise, daba noticias tranquilizadoras.[21]

Después del 8 de septiembre de 1943, la situación empeoró rápidamente para los judíos. El 27 de septiembre, el teniente coronel Kappler, jefe de la policía alemana en Roma, exigió que los responsables de la comunidad judía le entregaran en veinticuatro horas cincuenta kilos de oro, con la amenaza, en caso contrario, de deportar a todos los hombres de fe hebrea residentes en Roma. La noche de aquel día los judíos habían podido recoger treinta y cinco kilos; faltaban quince. Zolli fue al Vaticano para pedir ayuda al papa. Pío XII lo tranquilizó, la Santa Sede proporcionaría el oro que faltaba. El 29 de septiembre, el comendador Nogara, delegado de la Administración Especial de la Santa Sede, escribía al cardenal Maglio, secretario de Estado: «El doctor Zolli vino ayer a las 14 horas a decirme que habían encontrado los quince kilos en la comunidad católica y que, por lo tanto, no habían tenido necesidad de nuestra ayuda. Sin embargo, rogaba que no se le cerrase la puerta en el futuro.»[22]

Pero el oro no aplacó la ferocidad de los nazis. La barbarie racista tenía necesidad de la sangre de los judíos; así, el 16 de octubre comenzaron las deportaciones. Zolli fue acogido por dos jóvenes esposos cristianos, de condición obrera, que habían perdido a sus padres, y lo asistieron como a un padre hasta la liberación de Roma. Su mujer, Emma Majonica, y su hija Miryam fueron escondidas en lugar seguro. Tras la llegada de los aliados, Zolli volvió a su puesto de gran rabino, y en julio de 1944 celebró en la sinagoga una solemne ceremonia, que fue transmitida por radio, para expresar públicamente el reconocimiento de los judíos al Sumo Pontífice, además de al presidente de Estados Unidos, por la ayuda prestada a la comunidad judía durante la ocupación nazi. El 25 de julio pidió y obtuvo una audiencia con Pío XII para agradecerle oficialmente todo cuanto él, personalmente y por medio de los católicos romanos, había hecho a favor de los judíos, abriéndoles conventos y monasterios, dispensando de la ley canónica de la clausura papal a muchos monasterios femeninos, para que los judíos pudieran ser acogidos y librados del furor de los nazis.[23]

Tras haber compartido con sus hermanos de raza los sufrimientos de la persecución, a finales de julio de 1944 Zolli escribió al presidente de la comunidad judía presentando su dimisión como gran rabino. La petición llegó de manera inesperada y causó gran extrañeza. El presidente de la comunidad tomó nota con disgusto de la dimisión, pero pidió a Zolli que aceptase el cargo de director del Colegio Rabínico, puesto que «no dudaba en afirmar que en la comunidad judía no había una persona más competente y preparada para tan delicado oficio y, a la vez, tan estimada y apreciada por su honestidad y doctrina».[24] La carta del presidente de la comunidad concluía diciendo que, si el motivo del rechazo era de naturaleza económica, estaba dispuesto a tratar el asunto del mejor modo, con tal de que aceptase la invitación. De manera cortés y decidida Zolli rehusó todo cargo.

El 15 de agosto de 1944, Zolli manifestó al rector de la Pontificia Universidad Gregoriana, el jesuita Paolo Dezza, su intención de convertirse al cristianismo. Recuerda el cardenal Dezza, ya con noventa y siete años de edad, que Zolli se presentó con gran humildad y sinceridad diciendo: «Padre, mi petición de bautismo no es un do ut des. Pido el agua del bautismo y nada más. Soy pobre, los nazis me lo han quitado todo; no importa, viviré pobre, moriré pobre, tengo confianza en la Providencia.»

El 13 de febrero de 1945, en la capilla contigua a la sacristía de Santa María de los Ángeles, con la presencia de unas quince personas, Zolli fue bautizado por su excelencia monseñor Traglia, vicegerente de la diócesis de Roma. Israele Zolli tomó el nombre de Eugenio, en reconocimiento a Pío XII, que tanto se había prodigado a favor de los judíos, y su mujer añadió a su nombre de Emma el de María.

La conversión levantó un enorme escándalo. El cardenal Dezza cuenta que «el nombre de Zolli fue incluso borrado de la lista de los rabinos de Roma, el semanal judío salió rayado de luto y la familia fue objeto de llamadas telefónicas cargadas de insultos». Hospedado en la Gregoriana, Zolli recibió numerosas visitas de amigos y enemigos. Vinieron algunos judíos americanos a convencerlo para que volviera al judaísmo, ofreciéndole la suma que él quisiera, pero Zolli permaneció firme en su propósito.

Hacia mediados de febrero, Zolli fue recibido en audiencia privada por Pío XII. La conversación se desarrolló en alemán. En aquella ocasión, el ex rabino pidió al papa si no era posible quitar de la liturgia del Viernes Santo el adjetivo «pérfidos» atribuido a los judíos.[24] El papa respondió con una declaración en la que explicaba que el adjetivo «pérfidos» quería decir incrédulos, sin las connotaciones peyorativas que el término tiene en el lenguaje común.

Todavía no estaban maduros los tiempos para las modificaciones litúrgicas que se llevaron a cabo sólo tras el Concilio Vaticano II.

Hombre de estudio, Zolli volvió a su trabajo docente. Fue profesor de Lengua y Literatura Hebreas en el Instituto Bíblico de la Gregoriana, e impartió cursos y conferencias no sólo en Roma; en 1953 fue a Estados Unidos invitado por la Universidad de Notre Dame de Indiana para un ciclo de conferencias.

A quien le acusaba de traición, Zolli respondía: «No he renegado de nada; tengo la conciencia tranquila. El Dios de Jesucristo, de Pablo, ¿no es acaso el mismo Dios de Abraham, Isaac, Jacob? Pablo es un convertido. ¿Acaso abandonó al Dios de Israel? ¿Dejó de amar a Israel? Sólo pensarlo es absurdo.»

Antes de que las fuerzas lo abandonaran, a la edad de setenta y cinco años, Zolli escribió numerosos artículos y también un libro, Before the Dawn («Antes del alba»).

Notas

[21] Stefano Zurlo, «Il rabbino che difese papa Pacelli dalle accuse ebraiche», Il Giornale,31 de marzo de 1998, p. 9.

[22] Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale, vol. 9, Ciudad del Vaticano, 1975, p. 494.

[23] Paolo Dezza, «Eugenio Zolli: Da Gran Rabbino a testimone di Cristo (1881-1956)», La Civiltà Cattolica, 21 de febrero de 1981, p. 342. 24. Ibídem, p. 343.

[25] En la celebración del Viernes Santo se decía entonces: «Oremus et pro perfidis Iudaeis.»

[24] Ibídem, p. 343.

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