conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo segundo.- Escondidos en las catacumbas como los primeros cristianos

La organización vaticana para la asistencia a los perseguidos

Al tratarse de una propiedad de la Santa Sede, se suponía que el espacio ocupado por las catacumbas sería inviolable. En realidad, los milicianos nazifascistas violaron en muchas ocasiones la extraterritorialidad. Tuvo lugar antes de la Navidad de 1943, con la incursión en el Colegio Lombardo y el arresto de numerosos elementos de izquierda ocultos en él, y la irrupción en la abadía de San Pablo extramuros con el arresto de más de sesenta refugiados, además de requisar vehículos, armas y combustible. También el Pontificio Instituto Oriental fue visitado por la banda del fascista Koch. El mayor de las SS Herber Kappler, jefe de seguridad en Roma, justificó las intervenciones con la tesis según la cual «el abuso del derecho de asilo... podría llevar a los alemanes a no respetar más los derechos extraterritoriales de los edificios pontificios».[9]

Los religiosos y los sacerdotes no gozaban de inmunidad alguna aunque tenían su tarjeta de identificación. Se arriesgó y se salvó el irlandés de la congregación del Santo Oficio, monseñor Hugh O'Flaherty, conocido como la «primavera roja del Vaticano». Como se mostró en una famosa película, monseñor O'Flaherty creó una organización clandestina para esconder a los prisioneros evadidos, opositores al régimen, y conseguir disfraces y documentos de identidad falsos.[10] También lograron trabajar sin especiales problemas monseñor Pietro Barbieri, monseñor Pietro Palazzini, monseñor Roberto Ronca y muchos otros. De Palazzini y Ronca hemos hablado en la primera parte del libro, pero es necesario conocer la gesta de Barbieri.

Durante todo el periodo de la ocupación nazi de Italia, monseñor Barbieri, desde su central de la Via Cernaia, 14, tendió una formidable tela de araña de solidaridad humana. Innumerables son los testimonios a su favor de senadores como Bonomi, Cadorna, Nenni, De Gasperi, Andreotti, Merzagora, Sparato, Saragat, Casati, Soleri, Gronchi, Ruini.

Si alguien volviese a levantar hoy la red de asistencia a los perseguidos en la ciudad de Roma, señalaría al número 14 de la Via Cernaia. Se trataba de un pequeño portón situado en el barrio umbertino. Dos o tres series de escalones llevaban al apartamento de monseñor Pietro Barbieri, donde entre sillones y librerías se acomodaron hasta quince camas. Otras tantas se colocaron en las demás habitaciones. En ellas comieron y durmieron muchos de los hombres que en la posguerra llegaron a ser presidentes del gobierno, ministros y secretarios de Estado. El número total de estos personajes podría formar por lo menos tres gobiernos.[11] En el otoño y en el invierno de 1943, así como en la primavera de 1944, nadie llamó a la puerta de la Via Cernaia sin recibir ayuda: con frecuencia se trataba de asilo. Monseñor Barbieri estaba dispuesto a ceder, si era necesario, su misma habitación y retirarse al convento cercano; o también tenía siempre a mano una dirección de alguna casa religiosa donde el perseguido podía encontrar refugio. Muchas veces se trataba de ayuda en dinero, alimentos o vestido. Políticos, oprimidos por el fascismo o por el nazismo, judíos escapados de las feroces redadas de Roma, periodistas de cualquier tendencia y opinión, todos encontraron refugio en la Via Cernaia.

Las entradas al refugio eran tres: los judíos debían entrar por una, los militares por otra, y los políticos por la tercera.

El senador Pietro Nenni, líder del Partido Socialista Italiano, ha escrito que fue monseñor Barbieri «quien le encontró refugio en Letrán en un momento de gran peligro. Recuerdo su generosidad y su coraje en la época de la ocupación nazi de Roma». Monseñor Barbieri casó a Luciana, hija de Pietro Nenni, y fueron Mariolina y Mafalda, las gobernantas del monseñor, quienes prepararon el ajuar proporcionado por los. Coen, amigos judíos que tenían un comercio en la Via del Tritone. Puesto que el matrimonio Nenni había perdido todo en la época de la deportación alemana, prepararon la recepción en el mismo apartamento de monseñor Barbieri.[12]

El presidente del Senado, César Merzagora, escribió de monseñor Barbieri en el periódico Idea, en diciembre de 1963: «Guardo de él el recuerdo de su valiosa labor desarrollada en el trabajoso, y sin embargo luminoso, periodo de la Resistencia. La fe en la libertad, en la democracia, en la capacidad de reacción de la patria oprimida, fueron entonces la raíz y el sostén de cada una de sus iniciativas. Fue reacio a los honores, nunca pidió sino para dar y no tuvo otro fin en su vida que el de difundir a su alrededor el don de un amor que no conoce límites y que le mereció el agradecimiento de cuantos lograron por él la salvación, la protección y el consuelo.»

Notas

[9] Cfr. Carlo Arturo Jemolo, Chiesa e Stato negli ultimi cento anni, Einaudi, Turin, 1963. Véase también E. Lapide Pinchas, Roma e gli ebrei. L'azione del Vaticano a favoredelle vittime del Nazismo, Mondadori, Milán, 1967.

[10] Cfr. R. Trevelyan, Roma 1944, Rizzoli, Milán, 1983.

[11] Elio Venier, «Il Clero romano durante la Resistenza», extraído de la RivistaDiocesana di Roma, Tipografía Colombo, Roma, 1972.

[12] Giuseppe Lucini, Biografia di mons. Barbieri, Società Editoriale IDEA, Roma.

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