» Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo sexto.- Justicia para Pío XII
La calumnia llevada a escena
Cuenta el padre Gumpel: «Todo comenzó con la obra teatral escrita por Rolf Hochhuth, representada por primera vez en Alemania con el título Der Stellvertreter El Vicario.[11] Cuando se publicó el drama en forma de libro, Hochhuth añadió un largo apéndice donde intentó justificar el valor de su drama como fruto de largas investigaciones históricas. Quien lea atentamente este apéndice se dará cuenta fácilmente de que Hochhuth, por el contrario, había dado rienda suelta a su fantasía. Sus afirmaciones, según las cuales Pío XII era un cobarde, un pronazi que se interesaba en sus presuntas inversiones en Alemania, no son otra cosa que gravísimas calumnias. Es bueno notar que, casi tras la publicación de El Vicario.
Emilio Pinchas Lapide, que en el libro Roma y los judíos no se muestra precisamente a favor de la Iglesia católica, manifiesta que sobre la cuestión de la persecución judía, es un deber de conciencia y de reconocimiento contradecir las falsedades escritas por Hochhuth. También Jenö Levay, invitado como experto en el proceso contra el nazi Eichmann que tuvo lugar en Jerusalén, defendió públicamente lo hecho por Pío XII. En 1967 Levay publicó en Londres un libro titulado Hungarian Jewry and the Papacy en el que toma sus distancias con respecto a Hochhuth. El prólogo y el epílogo del libro fueron escritos por Robert M. W. Kempner, fiscal en el proceso de Nuremberg. También Kempner se distancia totalmente de las afirmaciones de Hochhuth.
El gran rabino de Dinamarca, doctor Marcus Melchior, comentó así El Vicario que había llegado a Copenhague: «Mi opinión es que pensar que Pío XII pudiera ejercitar un influjo sobre un disminuido psíquico como era Hitler se basa en un malentendido. Si el papa sólo hubiera abierto la boca, probablemente Hitler habría asesinado a muchos más de los seis millones de judíos a los que eliminó, y quizá hubiera asesinado a centenares de millones de católicos, sólo si se hubiera convencido de que tenía necesidad de tal cantidad de víctimas. Estamos cerca del 9 de noviembre, el día en que se cumple el vigesimoquinto aniversario de la Noche de los Cristales Rotos; ese día recordaremos la dura protesta que Pío XII elevó en su momento. Él se convirtió en intercesor contra los errores que en aquella época conmovieron al mundo entero.»[12]
Cuando el drama de Hochhuth se representó en Gran Bretaña, sir Godolphin Francis Osborne d'Arcy, ministro británico ante el Vaticano durante la segunda guerra mundial, intervino públicamente contra las afirmaciones hechas por Hochhuth.
El señor Kolfschooten, burgomaestre de La Haya, ex secretario del partido católico holandés, ministro de Justicia en el primer gobierno de posguerra de los Países Bajos, en relación al trabajo de Hochhuth declaró: «No es fácil hablar de Pío XII. Para mí es un santo. El ataque de Hochhuth contra este pontífice ha herido mi corazón de católico. Aquí, en la capital de Holanda, sólo se ha representado una vez. Yo no he asistido pero me han dicho que nadie ha aplaudido. Ha sido una protesta muda, impresionante. Creo que ha pasado lo mismo en Rotterdam. El pueblo holandés no quiere tener nada que ver con este método de hacer la historia. En mi país esta obra teatral ha caído en el vacío. Quizá porque los holandeses tienen un sentimiento innato de justicia y dicen: "No se puede acusar después de veinte años sin conocer bien las circunstancias, la situación y la realidad completa." En cuanto a mí, no hay que olvidar que un papa es un ser humano con responsabilidades sobrehumanas. Pío XII ha tenido que actuar en circunstancias especiales, únicas en la historia... Se podría escribir un ensayo para demostrar cuánto más habría agravado la situación si hubiera actuado de otra manera a como lo hizo. Es necesario respetar la autoridad de un papa, es necesario, sobre todo, distanciarse de una visión política de la cuestión.»[13]
Wladimir d'Ormesson, embajador de Francia ante la Santa Sede del gobierno precedente al gobierno de Vichy, ha contado que: «Pío XII era un hombre que poseía una conciencia sin escrúpulos y tenía de sus responsabilidades supremas una noción que se puede definir como sagrada. La postura que él tomó durante aquellos años infernales, la acción que él condujo abierta y discretamente, lo que dijo, lo que hizo, estoy seguro, se lo dictó la certeza, después de las más tormentosas luchas interiores, de que eso representaba su deber como papa. Deplorar que no haya hecho ciertos gestos o pronunciado ciertos anatemas es confundir el teatro con la realidad. Pero el teatro no es sino una ficción, y nosotros vivimos en la realidad.»
Notas
[11] Rolf Hochhuth, Der Stellvertreter, Hamburgo, 1963.
[12] Kna (agencia de noticias danesa), despacho núm. 214, 5 de noviembre de 1963. Recogido también por Rosario Esposito, Processo al Vicario, SAIE, Turín, 1964.
[13] «Dichiarazione del Borgomastro de l'Aia», L'Osservatore Romano, p. 36.
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