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El racismo antisemita y anticristiano
Para comprender cuál fue la postura de la Iglesia con relación al nazismo, es necesario volver a aquellos años y analizar qué ocurrió.
Desde el momento en que Hitler llegó al poder el 30 de enero de 1933, la interpretación del fenómeno nazi ha sido objeto de violentas disputas. La literatura al respecto es inmensa y a pesar de los estudios pormenorizados dedicados a este periodo histórico, las conclusiones siguen siendo extremadamente controvertidas. Sobre algo hay acuerdo, el Tercer Reich fue el primer Estado en la historia universal que adoptó el racismo como política de Estado.[4] Las ideologías y las teorías raciales no son una creación exclusivamente alemana. Sin embargo, estas tesis tuvieron en Alemania una mayor difusión y el más alto valor político, hasta el punto de que las distintas utopías raciales adquirieron valor normativo. El fin principal de la política social del régimen hitleriano fue la creación de un nuevo orden jerárquico, basado en la raza. Todo lo demás se subordinaba a esto, política exterior y guerras inclusive.
De manera bárbara y violenta, Hitler fusionó las teorías del darwinismo social, la higiene racial y el antisemitismo en un movimiento político que se convertiría después en una feroz dictadura. Las teorías de las que nace su pensamiento no son originales, estaban ya muy extendidas en Alemania, pero también en Gran Bretaña, en Noruega, Dinamarca, Suecia y en Estados Unidos.
En 1896 ya existía en Estados Unidos una asociación antisemita americana, a la que pertenecían autorizados y prestigiosos personajes. Se trataba de fanáticos que creían en la superioridad de la raza teutónica y que luchaban contra la inmigración de los judíos. Esta asociación difundía folletos y cartas en los que estaba escrito que «la inmigración de los judíos era un peligro social y moral para la comunidad americana [...]. La historia de más de dos mil años ha demostrado que los judíos no han sido un ejemplo de asimilación como otras naciones, y la presencia de estas personas está creando serios disturbios en todas partes».[5]
Prejuicios aberrantes y discriminación de los judíos, como también de los italianos, de los eslavos y de los negros, encontraban en aquel periodo pleno apoyo de las autorizadas sociedades eugenésicas que intentaban proporcionar al burdo sentimiento racista una base científica.
Hitler no hizo otra cosa que utilizar estas teorías para organizar un movimiento político y hacer que toda una nación, con sus estructuras legislativas, jurídicas y policíacas, practicara la política de la raza. Según su pensamiento, el pueblo alemán era superior a todos los demás. Tal superioridad estaba amenazada por otra raza: la judía. Para Hitler, los judíos eran la encarnación del mal, eran los campeones del marxismo y de la «dictadura del proletariado», pero también los ricos banqueros de Londres y Wall Street que controlaban las finanzas mundiales.
Hitler defendía que los judíos eran todos corruptores de la moral, que gestionaban la pornografía y la prostitución y que eran la mayor amenaza para las mujeres alemanas y para la pureza de la raza aria. Durante el nazismo se difundieron opúsculos y se proyectaron películas en las que el mero cruce de miradas entre un judío y una mujer alemana llevaba a esta última a la corrupción.
Los judíos fueron acusados no sólo de querer subyugar política y económicamente a la nación alemana, sino también de atacar sistemáticamente la «pureza racial». Las directrices de higiene racial se revelarían eficaces sólo después de haber resuelto la «cuestión judía» a través de la «solución final».
La concepción pagana y bestial del nazismo se enfrentó inmediatamente con la religión cristiana, a la que la oponían dos motivos fundamentales: el primero era que el nazismo había creado una religión pagana que veía en el Führer al mismo Dios y, el segundo, que la concepción racista, sobre cuyas bases se organizó el Estado, se contraponía de manera radical a la moral cristiana.
Notas
[4] Michael Burleigh, Wolfgang Wippermann, Lo stato razziale - Germania 1933/1945, Rizzoli Libri, Milán, 1992, p. 33.
[5] Protest against the Jewish immigration, resolución votada en el encuentro mensual de la American Antisemitic Association, el 16 de abril de 1896, en su sede de Brooklyn,
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