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La naturaleza pagana del régimen de Hitler

Comentando la Mit brennender Sorge, la encíclica publicada por Pío XI en 1937 para condenar el nazismo, la autorizada revista de los jesuitas La Civiltà Cattolica escribió: «En Alemania se enfrentan dos concepciones de la vida diametralmente opuestas, una fuerte por su origen divino, la otra armada con todos los medios ilegales de la coerción de la violencia. Se enfrentan una religión verdadera, trascendente, revelada, y una seudorreligión, materialista, pagana, brutal; una moral elevadamente pura, fundada en Dios y sobre la ley natural y divina, y una moral esencialmente

Nueva York. La resolución la recoge el libro de Allan Chase, The legacy of Malthus. The social costs of the new scientific racism, University of Illinois Press, Illini Book Edition, Chicago, 1980, p. 141. baja, derivada de la oscura ley hereditaria de la sangre nórdica, del así llamado mito de la raza. El nacionalsocialismo se presenta e impone al pueblo alemán no solamente como una revolución política, sino sobre todo como una concepción totalitaria de la vida y del mundo, cuyo fundamento está en el principio racista, que la reviste e informa enteramente y determina sus posturas e ideales y sus actuaciones prácticas. Es una concepción intransigente que pretende invadir, además del terreno político, el terreno religioso, y que tiende a concretarse por todos los medios en la forma del Estado totalitario racista, como un Moloch devorador de todos los derechos del ser humano, y a afirmarse como religión única, obligatoria para todo portador de la sangre aria.»[6]

Esta religión, de tipo puramente alemán, no se contiene en ninguna de las confesiones religiosas existentes en Alemania; se trata, por lo tanto, de una nueva concepción del mundo, a la que todas ellas deberían ceder paso.

Alfred Rosenberg, consejero de Hitler para las cuestiones doctrinales y teórico del partido nazi, afirmó: «Catolicismo, protestantismo y judaísmo deberán dejar campo libre a una nueva concepción del mundo, de forma que de éstos no quede ni el recuerdo.»[7] Los elementos constitutivos de esta nueva religión son la sangre, la raza y el Führer.

Aunque en el número 24 del programa del partido nazi se declara explícitamente que «el movimiento se propone respetar la libertad de todas las confesiones religiosas del Estado, siempre que no se opongan a la costumbre y al sentido moral de la raza germánica»,[8] en una versión precedente del mismo programa estaba escrito: «En espera de que el pueblo alemán encuentre un día una forma para su confesión religiosa, para su vida divina, como pide su sangre nórdica, y se cumpla la trinidad de la sangre, la fe y el Estado.»[9]

Los valores supremos de esta nueva concepción son la sangre y el Estado, dentro del cual encuentran sitio todas las ideologías paganas: desde el racismo blasfemo y rabioso, al movimiento de la fe nórdica, a la pretensión de iglesia nacional. Diferentes en su denominación, todas estas ideologías convergen en su odio contra la Iglesia, y tienen como fin el aniquilamiento de la religión católica y del cristianismo en toda su doctrina, forma o confesión.

Según Robert Ley, jefe del frente de trabajo, «la fe que puede salvar al pueblo alemán es sólo el nacionalsocialismo, y ésta no tolera ninguna otra al lado».[10]

Para el teórico del nazismo, Elmut Bergmann: «El camino para llegar a lo divino es la razón, y no existe para el alemán una fe, en el sentido de que tenga verdades indemostrables»,[11] y además: «Todos los pueblos indogermánicos creen en un mundo eterno: sus dioses han nacido y crecido en el mundo y desaparecen con él. Por lo tanto, la doctrina mosaica de un Dios ultraterreno y de la creación es heterodoxa e idolátrica para la ciencia del Dios nórdico-alemán.»[12]

De ello se sigue que la realidad central, el valor absoluto de la concepción nacionalsocialista no es Dios sino el hombre, no es el ser trascendente sino lo divino inmanente en la sangre y en la raza. A este valor absoluto, medida y regla de todo, se subordina el individuo como fenómeno pasajero, en el que se expresa la raza en su perenne movimiento de renovación. Y puesto que lo divino se identifica con la raza y la raza no actúa por sí, sino por medio del tipo del hombre alemán, portador de los elementos genuinos de la sangre aria, la divinidad visible, que todo alemán debe honrar y servir con absoluta dedicación, es el jefe de la nación, su Führer.[13] Se llega así a la idolatría de lo humano en la forma que asumió en el más bajo paganismo, con la apoteosis del hombre viviente.

«Nosotros no queremos tener otro Dios que Alemania»,[14] afirmó el Führer. «El alma nacional, íntimamente unida a la raza y a la sangre, es la medida de todo pensamiento, valor y acción»,[15] ha sostenido Rosenberg. «Nuestra fe está en la nación y en el Reich y su profesión ante la nación y la bandera es un acto sagrado e inviolable que durará miles de años. Quien sirve a Hitler sirve a Alemania, quien sirve a Alemania sirve a Dios»,[16] confirma Badur von Schirach, jefe de las organizaciones juveniles del Reich.

Los términos exactos de la relación entre la Iglesia y el Estado nazi los explica Robert Ley, jefe del frente de trabajo: «Por primera vez en la historia de Alemania, un movimiento político ha tomado la misión de dar a un pueblo una concepción totalitaria del universo, una formación doctrinal; misión que hasta ahora quedaba reservada exclusivamente a la Iglesia. De ahora en adelante, sólo una organización tendrá derecho de impartir al pueblo esta formación doctrinal: el partido nacionalsocialista. La victoria racista no es otra cosa sino la victoria de la razón sobre la demencia. Repitámoslo, como fundamento de nuestro trabajo está la concepción de vida nacionalsocialista. Nosotros dominaremos la miseria de los cuerpos cuando nos hayamos asegurado el dominio sobre las almas.»[17]

Ejemplos más concretos de cómo el nazismo quería eliminar la religión cristiana son la reforma de la enseñanza y la creación de una «región modelo» en Warthegau, una zona de Polonia occidental.

Notas

[6] Antonio Messineo, «La via dolorosa della Chiesa in Germania», La Civiltà Cattolica,cuaderno 2085, 1 de mayo de 1937, p. 222.

[7] Wilhelm Gerdmann y Heinrich Winfried, Cristen-Kreuz oder Hakenkreuz?, Colonia, 1931, p. 31.

[8] Gottfried Feder, Das Programma der N. S. D. A. P. und seine weltanschaudlichenGrundgedanken, Munich, 1931, p. 22.

[9] Jakob Nötges, National-sozialismus und Katolizismus, Colonia, 1931, p. 48.

[10] Cfr. La documentation catholique, 27, 2, 1937, col. 561.

[11] Elmut Bergmann, Die Thesen der Deutsch-religion, Ein Katechismus, Breslau, 1934, p. 6.

[12] Ibídem, p. 27.

[13] Antonio Messineo, «La via dolorosa della Chiesa in Germania», La Civiltà Cattolica,cuaderno 2085, 1 de mayo de 1937, p. 228.

[14] Cfr. Bayerische Kurier, 1929, núm. 142.

[15] La cita de Rosenberg se encuentra en el libro de Wilhelm Gerdmann y Heinrich Winfried, Cristen-Kreuz oder Hakenkreuz?, Colonia, 1931, p. 36.

[16] Cfr. Volkischer Beobachter, 6, 7, 1936.

[17] Robert d'Harcourt, «La guerre religieuse en Allemagne», Revue des deux mondes, 15, 3, 1934, p. 315.

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