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VIII.- Siniestra y La Virgen de las Rocas
La Iglesia impide a las mujeres ser sacerdotisas, reprime el sexo, hace a las mujeres siniestras e izquierdistas, y usa la anatomía para discriminarlas
Capítulo 28, página 159:
«Ni siquiera la asociación femenina con el lado izquierdo iba a escapar de las difamaciones de la Iglesia. En varios países, la palabra izquierda, o siniestra, pasó a tener connotaciones muy negativas, mientras que la derecha, pasó a simbolizar corrección, destreza, y legalidad. Incluso en nuestros días, a las ideas radicales se las consideraba "de izquierdas", el pensamiento irracional estaba regido por el "hemisferio izquierdo" y de cualquier cosa mala se decía que era siniestra. »Los días de la diosa habían terminado».
He aquí un nuevo ejemplo de mala documentación o de mala fe. Esto se llama «crear un enemigo absoluto». Venga a cuento o no, se responsabiliza al monstruo enemigo de todos los males del planeta, reales o inventados. La asociación de la izquierda con el mal agüero no tiene nada, pero nada que ver con la Iglesia. Ese rasgo cultural típico de todo Occidente no procede de unas malignas mentes eclesiásticas sino de ¡los paganos romanos! Las legiones que sometieron el mundo extendieron hasta los confines de los dominios de Roma la desconfianza y el temor a lo «siniestro». Esta «superstición» no se originó precisamente en tiempos de la aparición del cristianismo, sino que formaba parte del tuétano de la cultura romana desde su inicio. Antes del Imperio, y antes de la República, en la primitiva y primera monarquía romana, el culto público se celebraba en templa («templos»), que en un comienzo no eran edificios, sino un campo de observación rectangular que el augur trazaba con su bastón en el cielo. El augur observaba el paso de los pájaros. Si éstos pasaban por su derecha (dexter), el augur los consideraba signos favorables; si pasaban por su izquierda (sinister), traían malos presagios. En función de su observación de los volátiles, el sacerdote (el augur), emitía un «augurio». Esta asociación es más antigua aún, pero también parece que en ciertas ocasiones, los romanos tomaban las señales provenientes de la izquierda como buenos presagios y las de la derecha, como desfavorables. Son cosas de las supersticiones. En cualquier caso se puede tomar este ritual como punto de partida de la difusión del «desprestigio» cultural de la izquierda. Estamos hablando del período que comienza con la fundación de Roma. Época que arranca, más o menos, el año 753 antes de Cristo.
En cuanto a la peregrina «asociación femenina con el lado izquierdo», nunca había oído de su existencia. Ignoro si los romanos del tiempo de la monarquía la conocían. Lo que sí es seguro es que por entonces daban culto a Tellus, también llamada Terra Mater, diosa de la tierra y de las mieses. Esta «Madre Tierra» era una más de las divinidades de los primitivos romanos. No tiene ningún rasgo en común con la «Madre Tierra» de que habla Brown, una modernísima personificación del culto panteísta de la New Age. La auténtica Terra Mater era una «humilde» diosa menor, que se encargaba de la agricultura y de las cosechas y que, con el paso del tiempo quedará eclipsada por la potente diosa Ceres, y será relegada al olvido.
Así pues, los auténticos paganos veneradores de la Madre Tierra no la consideraban la principal de las deidades y además fueron los creadores de la asociación entre la izquierda y el mal augurio, y de la derecha con lo correcto.
Asociar las ideas revolucionarias con la izquierda puede tener su causa remota en ese recelo romano, pero desde luego su origen próximo está, como es bien conocido, en la asamblea constituyente que surgió de la Revolución francesa. Entonces, los representantes más revolucionarios y radicales se colocaron a la izquierda y los moderados, a la derecha.
Lo que supera cualquier calificativo es afirmar que la Iglesia tenga alguna culpa de que la ciencia médica indique que «el pensamiento irracional [esté] regido por el hemisferio izquierdo». ¡Poderosos son los tentáculos de la Iglesia! En cualquier caso, parece que el hemisferio izquierdo, en realidad, rige el lenguaje, y si es que existe algo llamado «pensamiento irracional» probablemente no tenga su sede en ese órgano.
El increíble cuadro de La Virgen de las rocas es descrito «verazmente»
Capítulo 30, página 166:
Sophie contempla el cuadro de La Virgen de las rocas: «La obra que estaba examinando era un lienzo de poco más de metro y medio de altura». Después, se acerca para mirar el reverso del cuadro: «Sostuvo el lado izquierdo del marco y tiró hacia ella. Aquella pintura era grande y el lienzo se combó un poco cuando la separó de la pared». Después de inspeccionar la parte trasera de la obra, al fin encuentra lo que está buscando: «Era un objeto pequeño, parcialmente encajado en el punto en el que el lienzo se unía al marco». Finalmente, cuando el guarda de seguridad Claude Grouard pretende detenerla a ella y a Langdon, Sophie le amenaza con dañar La Virgen de las rocas. Cogió el cuadro y presionó con su rodilla: «El lienzo se arqueó por el centro, y las imágenes de la Virgen María, el Niño Jesús y San Juan Bautista empezaron a distorsionarse. »-¡No! -gritó Grouard, horrorizado al ver que aquel Leonardo de incalculable valor se torcía. La mujer seguía empujando la rodilla en el centro del cuadro.
»[...] Aunque era sólo un trozo de tela [...]
»"¡No puedo disparar contra un Leonardo!".
»-Deje el arma y la radio en el suelo -dijo la mujer con voz pausada-, o romperé el cuadro con la rodilla».
El traductor ha vertido la expresión original de Brown «a five-foot-tall canvas», como «un lienzo de poco más de metro y medio de altura». La traducción exacta es «un lienzo de cinco pies de altura», es decir, de 152,4 centrímetros. El matiz es importante porque el autor en este caso no quiere dar una idea aproximada del tamaño del cuadro (poco más de metro y medio), sino que lo describe con precisión (cinco pies de altura). Brown advierte antes de comenzar la novela que «todas las descripciones de obras de arte que aparecen en esta novela son veraces». El cuadro, en realidad mide 199 cm de altura por 123 cm de anchura, dato fácilmente comprobable en cualquier libro de arte o en la página web oficial del Museo del Louvre. La diferencia de tamaño es llamativa y sorprendente para un experto en arte. Pero el autor cree que el cuadro efectivamente es relativamente pequeño porque Sophie lo descuelga de la pared y lo maneja con soltura. Pensemos que a esas medidas hay que añadir más de quince centímetros correspondientes al marco de madera, lo cual hace que tanto por tamaño como por peso la obra sea inmanejable para una persona sola, por fornida que sea.
El óleo fue pintado originalmente sobre tabla y, según información del Museo, fue transferido a un lienzo. Con independencia de lo que eso signifique, hace muy poco probable que pueda soportar que una rodilla presione hasta distorsionar todas las imágenes de la composición. Aunque el cuadro hubiera sido sobre un lienzo normal, el Niño Jesús y San Juan Bautista están a un metro de distancia, con lo que la presión sobre la tela tenía que ser tan grande que se hubiera roto.
Brown insiste en afirmar que los secretos relativos a los misterios en las obras de Leonardo los aprendió mientras realizaba estudios en una Escuela de Arte en Sevilla, y además presume de estar casado con una historiadora de arte que le ha sido de gran ayuda para matizar sus afirmaciones.
La Virgen de las rocas fue un encargo de unas monjas que eran hombres
Capítulo 32, página 174:
«El encargo original para pintar aquella obra le había llegado a Leonardo de una congregación conocida por el nombre de Hermandad de la Inmaculada Concepción, que necesitaba un cuadro para poner en el panel central de un retablo que iba a ocupar el altar central de la Iglesia de San Francisco, en Milán. Las monjas le « indicaron las medidas exactas que debía tener y el tema de la pintura -la Virgen María, San Juan Bautista niño, Uriel y el Niño Jesús buscando cobijo en una cueva. Aunque Leonardo cumplió con lo que le habían solicitado, cuando entregó la obra la congregación reaccionó con horror, porque estaba llena de detalles explosivos y desconcertantes».
La refutación de estos errores es importante porque forman parte de la sinfonía de enigmas y sospechas que Brown quiere diseminar en la mente del lector. La Confraternitá de la Inmaculada Concepción no era una congregación de monjas, sino una cofradía formada por varones seglares, unidos por una especial devoción al misterio de la Inmaculada. Algo parecido a nuestras cofradías y hermandades de Semana Santa. Esto hace imposible el desarrollo posterior del argumento, claro.
Leonardo no cumplió con lo acordado con la comisión de la cofradía, que entre otras cosas incluía tres paneles más. En uno de ellos, que debería colgarse por encima de La Virgen de las rocas, debía aparecer Dios Padre; y en los otros dos paneles no realizados y llamados a flanquear el de la Virgen, se esperaba que Leonardo pintara dos profetas. La cofradía entendió que no se había cumplido el contrato y no se dio por satisfecha. En el siguiente parágrafo se verá algo más sobre la composición.
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