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Los discos solares de los egipcios que «se convirtieron en las coronillas de los santos católicos».
El traductor quiso decir las «aureolas» de los santos. Los halos o aureolas eran un recurso habitual en las iconografías precristianas para distinguir de los mortales a los seres divinos con forma humana. No era un recurso exclusivo de la cultura egipcia, también la griega y la romana lo usaban. Se trata de un «concepto» que pertenece a un lenguaje pictórico, del mismo modo como una palabra pertenece a un lenguaje de hablado o escrito. Éste es un buen ejemplo de cómo el cristianismo no sentía esa necesidad de «romper» radicalmente con las culturas previas, de ser «original». Cristo trajo la novedad más absoluta y para expresarla se podía hacer uso de todo lo decente que había producido el ser humano hasta entonces. Los cristianos no inventaron una jerga especial para comunicarse. Hablaban las lenguas de todo el mundo. Para expresar conceptos artísticos también dependieron de los lenguajes poéticos y artísticos de las distintas épocas. Los pintores medievales y renacentistas pintaron a Jesucristo o a Santa María con los trajes de sus contemporáneos sin ningún problema.
Los pictogramas de Isis amamantando a su hijo Horus, concebido de manera milagrosa, que «fueron el modelo de nuestras modernas imágenes de la Virgen María amamantando al Niño Jesús»:
De nuevo, Brown no quiere comprender la naturaleza de las cosas. María fue una mujer de carne y hueso que dio a luz a un hijo de carne y hueso. María amamantó a Jesús, porque María era una mujer, madre de Jesús, un niño real. Los cristianos no necesitaban un modelo para las «modernas» imágenes de la Virgen María dando pecho a Jesús, porque precisamente con sus imágenes, cuadros y esculturas, representaban un detalle de la vida cotidiana de Cristo. Isis no puede aportar ninguna originalidad o unicidad, respecto a un acto tan universal. Además, Isis era un producto de la imaginación dentro de un mito religioso, atemporal, sin relación con la historia, mientras que los pies de María y de Jesús pisaron el polvo de los caminos de esta tierra.
Prácticamente todos los elementos del ritual católico, la mitra, el altar, la doxología y la comunión, el acto de «comerse a Dios», que «se tomaron de ritos mistéricos de anteriores religiones paganas. [...] Nada en el cristianismo es original»:
La mitra es una especie de toca alta y apuntada que usan los obispos u otros eclesiásticos que tienen esa prerrogativa. Es una señal de dignidad. La prenda en sí tiene un origen remoto entre los persas, pero en Occidente no se asoció al episcopado hasta el siglo x y parece que entre los obispos de Oriente no comenzaron a usarla hasta después de la caída de Constantino-pla a manos de los turcos (1453). Sea cual sea su origen lejano, cuando se incorporan a la ornamentación cristiana hace siglos que han desaparecido las religiones mistéricas... y ese supuesto préstamo no habría tenido ninguna relevancia.
En cuanto al altar, el mismo Cristo habla de su sacrificio y San Pablo habla del altar del sacrificio de Jesucristo[26], como San Juan[27], y los Padres de la Iglesia. Por lo demás, siendo judíos los primeros cristianos, no parece probable que tomaran prestado de las religiones paganas el altar del sacrificio cuando habían nacido en una cultura y una religión en la que los sacerdotes ofrecían en el altar del templo sacrificios ante Yahveh.
Las doxologías son himnos litúrgicos de gloria y de alabanza a Dios. Como el que sigue al Kyrie Eleison en la Misa: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos...», que tiene su origen en los textos y en la Teología del Nuevo Testamento. Expresan conceptos exclusivos de la fe cristiana: «Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros...».
La Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo no tiene parangón en la historia de las religiones. Algunas -no todas- de las religiones mistéricas incluían entre sus ritos las comidas o los banquetes sagrados, en los que los iniciados consumían bienes ofrecidos a los dioses. Lo que Brown no parece comprender es que la Comunión en la misa es dependiente de la Consagración. Es decir, lo primordial es que el sacrificio de la Misa es la actualización del sacrificio de Cristo en la Cruz. Es realmente el mismo sacrificio. Como consecuencia el pan y el vino de la ofrenda dejan de ser pan y vino y se convierten realmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El cristiano come el Cuerpo de Cristo, mientras que ningún rito pagano pretendía consistir en comer el cuerpo de ningún dios. En el caso de la comida sagrada del culto mitráico, ni siquiera hay indicios de que ésta representara simbólicamente a Mitra.
Notas
[26] Hb 13, 10.
[27] Ap 6, 9; 8, 3-5; 9, 13; 11, 1; 14, 8; 16, 7.
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