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§46.- Arte Cristiano. Arquitectura Romanica

1. La Iglesia trajo a los pueblos occidentales el cristianismo y, a una con él, les transmitió la civilización antigua. Con las múltiples reacciones de los nuevos pueblos, tan diversas en tiempo, lugar y cualidad, y también de ellas, en la Europa medieval fue poco a poco creciendo una vida cultural propia y variopinta. Uno de los frutos de las susodichas raíces fue el primer estilo artístico creado por el Occidente: el románico. El nombre mismo indica exactamente su relación con el arte romano antiguo; pero no significa que ese arte surgiera en los países románicos. Desde el punto de vista espiritual-cultural y geográfico es más bien de origen germánico, por herencia de Roma.

Los elementos estilísticos dependen en gran parte de las formas romanas (cf. de entre la gran cantidad de monumentos, por ejemplo, la catedral de Tréveris). Si incluimos (como hacemos aquí) la fase previa del arte carolingio y otónico, debemos mencionar también importantes influencias sirias y bizantino-orientales (Rávena y Espoleto; ilustración de libros; miniaturas catalanas de la Biblia).

Aquí se trata casi exclusivamente de arte eclesiástico[17].Desde el punto de vista de la historia de los estilos, sus manifestaciones están muy lejos del arte cristiano antiguo; en la arquitectura eclesiástica esto significa que su evolución arranca ya de la basílica.

El verdadero arte románico no apareció hasta finales del primer milenio, cuando épocas de relativa paz favorecieron la construcción de importantes obras arquitectónicas y las convicciones religiosas y la conciencia eclesial fueron universales y bastante fuertes para dejar constancia de sí mismas en muestras arquitectónicas históricamente importantes (con su correspondiente pintura y ornamentación). En esencia, la arquitectura es, por cierto, un desarrollo continuado (con gran amplitud, riqueza y autonomía) de motivos ya previamente estimados. Mas el espíritu que en este caso actuó y dio forma a lo nuevo fue, como se ha dicho, el de los jóvenes pueblos germánicos. Sus construcciones se inspiraron en la idea de un Occidente primitivo, sin barreras nacionales, el Occidente que desarrolló este estilo tanto en Francia y en Italia como en Alemania. En la construcción de iglesias Italia se atuvo durante mucho más tiempo al estilo basilical, para pasar luego rápidamente por el románico al Renacimiento. En la parte central y septentrional de Francia se desarrolló muy pronto el estilo gótico. Y en Alemania, especialmente en Renania (a lo que hay que añadir las magníficas construcciones del Harz), el románico clásico fue la expresión más propia y genuina del estado de fuerzas espirituales, políticas y eclesiásticas. En este proceso marchó en cabeza la última tribu ganada para el cristianismo, los sajones; hasta Worms, Augsburgo, Bamberg, las grandes catedrales fueron construidas por los príncipes sajones.

2. El nuevo estilo se desarrolló paulatinamente. La primera etapa la cubrió el arte carolingio, arte todavía no del todo autóctono. Pero ya en ella la planta del templo comenzó a tomar la forma de una cruz latina. La transformación completa tuvo lugar cuando el ábside, antes adosado inmediatamente a la nave transversal, fue alejado un arco más hacia el oriente: una nave principal cortada por otra transversal. Para la concepción del interior se hizo así fundamental el crucero. La misma nave mudó su aspecto de conjunto porque, desde el año 850 aproximadamente, los pilares macizos rompieron la línea de las antiguas columnas, muy caras (así, naturalmente, también quedó interrumpida la procesión unitaria hacia el altar con fines litúrgicos: un primer desdoblamiento de los elementos, que luego se harán autónomos, pero que ahora aún constituyen una rica unidad). La torre dejó de estar a un lado del edificio; se comenzó a levantar torres orgánicamente en el mismo edificio y, luego, a darles una estructura más ornamental. Con ello y con una pieza sobrepuesta al crucero se logró, aparte de la interrupción del movimiento longitudinal, una nueva línea de movimiento vertical. Tanto el interior como el exterior cobró un aspecto más imponente. Las paredes tenían pocas aberturas, y así se disponía de grandes superficies que facilitaban la ejecución de ricas pinturas ornamentales. (A menudo encontramos ciclos completos: monasterio de Reichenau; la doble iglesia de Schwarzrheindorf; la capilla de Todos los Santos de Ratisbona). A veces el exterior recibía un adorno especial con una galería en el ábside. Las ventanas, los portales y la unión de los pilares formaban arcos de medio punto; de medio punto es también la bóveda, que apareció de nuevo, tras un tiempo de olvido a causa de la invasión de los bárbaros, y sustituyó la cubierta plana de madera de las antiguas basílicas (también hay, sin embargo, toda una serie de hermosísimas iglesias románicas con cubierta plana).

Bajo el ábside se construía (ya en tiempos carolingios) la cripta, de muy variadas formas. El doble coro, tomado de la basílica carolingio-otónica, siguió evolucionando. Con el coro de poniente fue debilitándose el anterior movimiento unitario hacia oriente. En el alto románico, incluso, tal orientación se encuentra en algunos casos completamente invertida (San Miguel de Hildesheim).

La última y más radical innovación en la planta y en la ornamentación la trajo san Bernardo con sus severas prescripciones, que desterraron de las iglesias conventuales de la propia orden (¡no de todas las iglesias en general!) todos los elementos de color y aparentemente sólo ornamentales, tan copiosamente cuidados en las iglesias de los enriquecidos cluniacenses. El espíritu de pobreza y de oración logro así una poco menos que milagrosa reducción del espacio configurado a lo esencial, que es lo que inmediatamente seduce con fuerza sin igual. La influencia de los cistercienses en la arquitectura de las iglesias fue enorme.

Con la arquitectura románica, en la parte superior y lateral de los portales o en los atrios de entrada comenzó a asentarse todo un mundo de mensajes cultuales (el ya tardío paraíso de la catedral de Münster en Westfalia, cuyas estatuas están fechadas después del año 1225).

El efecto de conjunto, tanto en el exterior como en el semioscuro interior, es de una poderosa, grave y seria objetividad y monumentalidad; hay hasta una especie de grandiosa dureza y misterioso rigor (el mundo, naturalmente, está también incluido), que tan bien se avienen con el carácter de la liturgia, antiguo en su forma y místico en su contenido, y con la actitud sumisa de los germanos ante la divinidad (importante diferencia con la actitud confidencial de los romanos posteriores). Esta discreción, esta sensación de segura quietud y de misterio, esta atmósfera de cuasi eternidad llegará un día, en las magníficas catedrales góticas, a ceder el puesto a las creaciones de una época mucho más sensible, a un dinamismo tormentoso e impulsivo: la dinámica contra la estática. (En general, las distintas particularidades señaladas como características del estilo románico, se comprenden mucho mejor si se comparan con las características de la arquitectura gótica; no hay que perder de vista que ya en la arquitectura románica esa vigorosa plenitud de vida no expresa solamente quietud, sino también tensión; confróntese § 60).

El arco de medio punto, característico del estilo románico, ejerce una especial fascinación gracias a su gran dignidad y particular armonía. Se manifiesta de modo impresionante, por ejemplo, en la puerta dorada de la catedral de Freiberg en Sajonia, en la fachada del coro de los Santos Apóstoles de Colonia, en las líneas redondas que espléndidamente se entrecruzan y, por decirlo así, recíprocamente se responden en el vano que circunda el ábside oriental de la catedral de Spira.

3. Ejemplos de importantes iglesias románicas, que por cierto sólo aparecen en cantidad entre los años 1000 y 1250, cubriendo toda la Europa cristiana, son: Gernrode, Osterode, San Miguel de Hildesheim (¡otra vez la zona de los sajones a la cabeza!), las catedrales de Tréveris, Maguncia, Bamberg, Limburgo, Spira, Worms; la iglesia de la abadía de María Laach; la doble iglesia de Schwarzrheindorf (con valiosas pinturas románicas), muchas iglesias de Colonia y de Münster, Soest, Essen, Xanten, Gandersheim, Freckenhorst. En Francia: la gran cantidad de obras galo-románicas al sur del país; Cluny; Vézelay; en París: St. Denis; en Tolosa: St. Sernin; en Caen: St. Etienne; en España: partes de Santiago de Compostela; en Inglaterra: la catedral de Petersborough; en Italia: San Zeno, Verona; San Ambrosio de Milán; la catedral de Módena.

4. El arte de la miniatura, cultivado de distintas formas en los escritorios de los conventos (y sólo en ellos), es, en parte, una simple ilustración de artesanía. Pero, en otra buena parte, constituye una manifestación artística de primera calidad. Las combinaciones de líneas y cintas (cordones) de la escuela irlandesa son inagotables. También encontramos representaciones de escenas bíblicas y de visiones de una sugestión y seguridad artísticas grandiosas, que nos dan testimonio de una sorprendente riqueza espiritual y de un gran dominio de la composición externa.

Motivos de cintas (cordones), de riqueza casi inagotable, se encuentran también en las esculturas de la época, en los capiteles y basamentos de las columnas o en fundidos de bronce. La impresión general queda enriquecida con la ornamentación escultural del espacio y con los utensilios litúrgicos: cruces y altares portátiles, relicarios, cálices, candelabros y puertas de bronce (por ejemplo, Bernward). Las imágenes del crucificado en madera y piedra, con su vigorosa monumentalidad, profundamente religiosa, figuran entre lo más importante que el arte ha creado jamás.

Si consideramos cuán escasa y lenta, en general, fue la asimilación del auténtico contenido del mensaje cristiano (el nivel alcanzado con Carlomagno no se pudo mantener), estas realizaciones nos demuestran la profundidad con que el mensaje evangélico se apoderó en algunos lugares del hombre germánico. El contacto con lo divino fue en muchos casos extraordinariamente intenso, lleno de temor reverencial y de respetuosa cercanía.

Los sorprendentes, más aún, los increíbles efectos profundos del mensaje cristiano en el alma de los jóvenes pueblos romano-germánicos, documentados como están en el arte románico de forma tan vigorosa y conmovedora, deben ser incluidos con todo su peso en el análisis de la primera Edad Media eclesiástica (especialmente en su último período); es una importante compensación de tantos elementos no cristianos y/o infracristianos que hemos tenido que reseñar.

Notas

[17] En el arte profano habría que tener en cuenta el modelado de adornos y de armas; en la arquitectura habría que recordar, por ejemplo, los palacios imperiales.

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