conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » II.- Edad Media: El Periodo Romano-Germánico » Primera época.- Fundamentos de la Edad Media Epoca de los Merovingios » §39.- Alianza del Papado con los Francos. el Estado de la Iglesia. Ruptura con Bizancio » Período primero.- Lucha VIctoriosa de la Iglesia por la «Libertad». Reforma Interna de la Iglesia y Sus Efectos

Visión general

Tras los períodos de predominio de los poderes político-seculares sobre los eclesiásticos, en especial del imperio sobre el papado (carolingios y otones), siguieron los de la supremacía del papado. Esta tuvo que ser primero conquistada (siglo XI) y luego defendida dos veces (siglos XII y XIII) en duras luchas contra el imperio. Fue expresión de la nueva conciencia de autonomía e independencia de la Iglesia, conciencia que ya había ido abriéndose paso en el partido clerical bajo el reinado de Ludovico Pío (en parte también en contra suya, ya que tuvo que cumplir la penitencia impuesta por la Iglesia) y bajo el pontificado de Gregorio IV (§ 41) y Nicolás I (con las Decretales pseudo-isidorianas). Esta conciencia llegó a manifestarse plenamente en Cluny y Gorze (§ 47); el movimiento reformista fue el predominante. También ahora, como en aquellos primeros impulsos, se trataba de la libertad de la Iglesia. Pero si el objetivo reformista en los tiempos de la supremacía del imperio se había, por así decir, retraído al orden interno, ahora, en cambio, en la época de la reforma gregoriana, se hizo decididamente agresivo. La exigencia de libertas, programáticamente agudizada y ampliada, pasó a ser el objetivo central: es la idea nuclear según la cual, en sentido agustiniano, debía ejercerse el poder y realizarse la justicia y la paz en todo el mundo cristiano. Dado que esta «libertad» fue entendida como libertas ecclesiae, se efectuó una limitación de la idea de Iglesia de graves consecuencias: la «Iglesia» propiamente dicha se constituyó preferentemente, casi exclusivamente, con sus representantes oficiales; los seglares, en este aspecto, fueron más bien objetos de asistencia y cuidado que miembros adultos y activos.

Es importante que fueran las fuerzas religioso-eclesiásticas, básicamente renovadas, las que iniciaran, y en los primeros tiempos incluso sostuvieran, tan decisiva lucha. En el siglo XI ésta se centró en la investidura de los seglares, siendo las principales figuras del drama Gregorio VII y Enrique IV (§ 48). Como primer fruto de esta ascensión, con carácter determinante para la historia universal, vemos en seguida al papa constituido en jefe del Occidente para la primera cruzada; como segundo fruto surge una mayor y sustancial interiorización de la piedad occidental, que encuentra su máxima expresión en la figura de san Bernardo y en su Orden de los cistercienses: santidad en la Iglesia, a diferencia (y, en buena parte, en oposición) de una conciencia eclesiástica en la que la idea de poder había adquirido excesiva importancia. Bernardo-Cîteaux, en efecto, no sólo es un fruto de la reforma gregoriana, sino también su corrección. Pues si tal reforma hubiera podido extenderse a toda la Iglesia jerárquica, tal vez hubieran podido evitarse, siguiendo una evolución auténtica, las falsas orientaciones de la alta Edad Media que hemos de ver más adelante[1].

Vamos ahora a seguir este proceso evolutivo, que nos retrotrae hasta comienzos del siglo X.

Notas

[1] La exposición que sigue ilustrará lo que pretendemos decir; considérese, por ejemplo, la diferencia del concepto de sanctitas en Gregorio VII y en el monje «político», místicamente orante, Bernardo de Claraval; en Gregorio tiene un sello oficial y objetivo, que es extraño a Bernardo.

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