conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » II.- Edad Media: El Periodo Romano-Germánico » Cuarta época.- La Baja Edad Media Disolucion de los Factores Especificamente Medievales y Aparicion de Una Nueva Edad

§61.- Caracteristicas Generales

1. La Edad Media fue la época del universalismo, del objetivismo, del clericalismo (§ 34). A estas fuerzas, representadas y resumidas en el Imperio universal y en el papado, con el correr del tiempo (ya en los siglos XII y XIII) se opusieron otras fuerzas disgregantes, esto es, que perseguían fines individuales (particulares). A este respecto hay que tener en cuenta que la tendencias centrífugas hostiles a lo «medieval» no procedían del exterior. Más bien se debían, en parte, a aquella trágica evolución a la que ya nos hemos referido varias veces, esto es, a las consecuencias de la lucha recíproca mantenida por los grandes poderes universales. Al no haber sido posible lograr una unidad fecunda, interiormente regulada mediante la coordinación de las partes (en sí autónomas), con toda consecuencia lógica se inició un proceso múltiple (pero no por la vía legal) que tenía que desembocar en la separación hostil. Durante el proceso parece que retornaron, dentro de la Iglesia territorial o «nacional», fases de la antigua organización de las Iglesias territoriales. De ahí en adelante fueron otra vez los poderes políticos los que tuvieron prioridad sobre la jerarquía y consiguieron hacerse dueños de ella (de su riqueza como de su poder espiritual), si bien en una escala reducida al plano «nacional» y, por ello, multiplicada.

En el campo político despertó lo que para aquella época podríamos llamar conciencia nacional y que condujo a la formación de Estados nacionales y, consiguientemente, a diferentes formas de Iglesias nacionales de distinto sello; también el papado intentó, desde luego, seguir afirmando sus aspiraciones universalistas en lo político-eclesiástico, pero en realidad las tuvo que sacrificar, principalmente por la dependencia de Francia y, más tarde, por las aspiraciones dinásticas en el mismo Estado pontificio.

En el campo de la vida intelectual y espiritual se impuso cada vez con mayor fuerza el juicio personal (subjetivo) del individuo.

Junto con el clero, el mundo laico tomó parte esencial en toda la vida, y la cultura adquirió un color más mundano. Esto significa también que el clero no logró la completa educación cristiana del mundo laico; no fue capaz de integrar en el campo religioso-eclesiástico ni la legítima independencia de los seglares, que despertaba en todos los órdenes, ni los valores intramundanos inherentes a esta independencia: aumentó la tendencia al laicismo y a la secularización.

Se manifestó un cambio social, entre otras cosas, en el avance de ciertos pensamientos e impulsos democráticos. En parte fueron una reacción contra la monarquía exagerada en lo eclesiástico como en lo estatal y contra el mayor bienestar económico y cultural del alto clero y de la nobleza.

2. Todas estas conmociones de la conciencia nacional que despertaba, de la crítica subjetiva, de la secularización y de la democracia no sólo transformaron al pueblo cristiano, sino que penetraron hasta en la misma dirección de la Iglesia y lograron desde allí influir sobre la vida de la Iglesia: a) El papado de Aviñón dependiente de la Francia nacional, los papas del cisma de Occidente excomulgándose unos a otros y los papas- príncipes políticos y nacionales del Renacimiento fueron una clara demostración de la pérdida del universalismo eclesiástico medieval y de la prevalencia del pensamiento nacional sobre la cumbre de la Iglesia, b) La Escolástica tardía manifestó la disolución de la armonía entre fe y razón, al mismo tiempo que afirmó la crítica subjetiva. Esta última apareció dentro de la Iglesia con el nominalismo de Ockham y el ockhamismo, y a su lado (y principalmente) en los movimientos heréticos nacionales de Inglaterra y de Bohemia, c) La forma de vida de la curia pontificia en Aviñón y, más aún, en la Roma del Renacimiento, como también la de amplios círculos del alto y bajo clero, acusaron mucho más que todo lo anterior uña fuerte penetración del sentido secular en el ámbito eclesial y un relajamiento de lo religioso y creador, d) La lucha por la reforma, como también los concilios de la reforma, con su constitución nacional y democrática y su teoría conciliar, demostraron cómo la conciencia nacional particularista, el espíritu laical y el pensamiento democrático trataban de penetrar también por este lado en el interior de la Iglesia.

3. Mas la baja Edad Media no fue sólo disolución; también fue la cimentación de una construcción nueva. Surgieron (muy paulatinamente) actitudes espirituales nuevas, «modernas», que han prevalecido hasta hoy en el mundo, y bajo su decisivo influjo, según los planes de Dios, incontables millones de almas inmortales tuvieron y tienen que seguir el camino hacia su eterno fin. Demuestra ser muy necio quien se empeñe en negar todo valor y toda justificación a esas actitudes fundamentales del espíritu sólo por sus numerosas desventajas, que llegan hasta afectar lo esencial.

a) Más allá de todo esto, también la alta Edad Media trajo consigo algo muy valioso. Ante todo es preciso mencionar el inapreciable tesoro que la Iglesia regaló al mundo con la mística. La Iglesia, además, trabajó en la educación religiosa del pueblo cristiano, con tanta eficacia que al final del Medievo tenía el pueblo una religiosidad mucho más pura de cuanto la investigación hasta hace pocos decenios generalmente aceptaba. Como es natural, también aquí hubo no sólo graves, sino terribles anomalías (extrañamientos de todo tipo); pero mientras los príncipes espirituales, tanto en las sedes episcopales como en los ilustres capítulos catedralicios, con harta frecuencia ni siquiera sabían ya lo que era propiamente católico y, a consecuencia de esta debilidad y confusión, sucumbieron a la presión intelectual y cultural del Renacimiento y a la tormenta religiosa de la Reforma, gran parte del pueblo cristiano fue relativamente más valiente, a su manera, para mantenerse fiel a los ideales de fe y de vida cristiana. No obstante, no se debe pasar por alto la especial peligrosidad de la contraposición de aquel extrañamiento y de esta interiorización.

b) El escenario de estos sucesos continuó siendo el Occidente. Pero se efectuó un desplazamiento de fuerzas. Alemania, el país más significado en la evolución político-nacional desde hacía mucho tiempo, retrocedió. Hemos visto que el centro de gravedad se desplazó paulatinamente hacia Francia. Luego pasó a primer plano Italia (Humanismo y Renacimiento). Y en el campo del pensamiento cobró importancia Inglaterra, patria de Ockham y de Wiclef.

c) El curso de los acontecimientos puede resumirse en estas palabras: Exilio de Aviñón - Cisma de Occidente - Concilios de la Reforma. Esta evolución exterior encerró en sí, a su vez, la interior, que se caracterizó por las controversias 1) entre Felipe IV y Bonifacio VIII, 2) Luis de Baviera y Juan XXII y, finalmente, 3) por la teoría conciliar. En el orden religioso, dentro de la Iglesia se llegó 1) al florecimiento de la mística, 2) a un nuevo empuje de la piedad popular; fuera de la Iglesia, a las herejías de Wiclef y, en parte, de Hus.

El final de la Edad Media no se caracterizó por la Reforma. Si no queremos prolongarla hasta la Ilustración (Troeltsch), oscureciendo con ello lo que en general se considera «medieval», es preciso decir que el nuevo tiempo comenzó cuando las nuevas actitudes espirituales caracterizaron la totalidad del Occidente. La novedad se concentró en el Humanismo; él fue el fundamento de la época moderna. La Reforma, por el contrario, a pesar de sus marcadas características y de su oposición al Humanismo, fue un movimiento que sin él no hubiera podido prosperar.

El resultado eclesiástico final del Medievo tardío fue un considerable descenso del sentido eclesial y de la autoridad papal, unido al afloramiento de una nueva búsqueda religiosa variadísima y, las más de las veces, insatisfecha.

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