conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Primera época.- Fidelidad a la Revelacion Desde 1450 Hasta la Ilustracion » Período segundo.- La Escision de la Fe. Reforma, Reforma Catolica, Contrarreforma » Capitulo tercero.- La Contrarreforma

Visión general

1. En el imperio, Fernando I (1556-1564) sucedió a su hermano Carlos V. La lucha contra los turcos y contra Francia le absorbió todas sus fuerzas y no le permitió dar un solo paso político en contra de los protestantes. La Compañía de Jesús se extendió por Alemania. Maximiliano II (1564-1576) se opuso en un primer momento a la promulgación de las decisiones conciliares en el Imperio. En muchos aspectos este emperador pasó por ser un protestante secreto; de diez partes del imperio, casi siete eran luteranas. El país bávaro (aunque no primeramente su Iglesia, es decir, sus obispos) pasó a ser el bastión más seguro del catolicismo en Alemania; el duque Guillermo V de Baviera, forzando el nombramiento de su hermano Ernesto como arzobispo de Colonia, impidió la incursión del protestantismo en el oeste de Alemania, evitando así que el arzobispo Gebhard II Truchsess de Waldburg (1577- 1583), que se pasó al protestantismo, secularizase aquella región. El príncipe Ernesto de Colonia fue al mismo tiempo obispo de Münster, Lüttich, Freising y Hildesheim. Las diócesis del bajo Rin permanecieron todavía más de ciento veinte años en manos de los hijos menores de los Wittelsbacher.

Rodolfo II (1576-1612), hijo de Maximiliano II, cumplió las prescripciones del Tridentino y allanó el camino a la Contrarreforma. Al agudizarse la oposición entre católicos y protestantes, hubo entre estos últimos algunos intentos de unificación en el campo religioso (La «fórmula de la concordia» de 1577, cf. § 83, I). En el terreno político se establecieron dos ligas entre los príncipes: en 1608 la Unión protestante (Palatinado, Brandenburgo, Hesse-Kassel y diecisiete ciudades imperiales del norte de Alemania) y en 1609 la Liga católica (Baviera, los obispos del sur de Alemania, los tres príncipes eclesiásticos del Rin y la mayor parte de los estamentos católicos).

2. Francia. Enrique II (1547-1559), merced a la ayuda de los protestantes alemanes, conquistó las ciudades de Metz, Toul y Verdún (§ 83, II), pero dentro de Francia persiguió a los hugonotes. A su muerte fue su viuda, Catalina de Médicis (sobrina de León X y Clemente VII), quien desempeñó la regencia en lugar de sus hijos menores de edad (Francisco II y Carlos IX). De 1562 en adelante hubo duros y continuos combates entre los católicos y los hugonotes, quienes a la sazón se habían convertido en un partido político y reaccionaban con gran violencia (los católicos acaudillados por el lorenés Guisa, los hugonotes dirigidos por la casa de Condé-Borbón). Catalina intentó afianzarse entre los dos partidos. Cuando la influencia del almirante Coligny (hugonote) sobre su hijo, ya mayor de edad, se hizo demasiado fuerte (Coligny provocó la guerra contra España, aliada de Francia en ese momento; Felipe II estaba casado con Isabel, hija de Catalina), la reina aprovechó la presencia de todos los hugonotes notables en las celebraciones nupciales de Enrique de Borbón-Navarra con su hija Margarita (1572) para hacer asesinar a Coligny y miles de hugonotes con él. La guerra civil en Francia duró hasta 1598, pues después de desaparecer la casa de los Valois en 1589 fue reconocido universalmente como rey Enrique de Borbón-Navarra, que era el pretendiente más próximo de la casa de los Capetos. Fue entronizado con el nombre de Enrique IV (1589-1610). Este monarca publicó en 1598 el Edicto de Nantes, por el que se concedía a los hugonotes la libertad de religión. Consiguió reconstruir el país, duramente asolado. En 1610 fue asesinado por el fanático Ravaillac, que estaba medio loco (la implicación de la Compañía de Jesús en este asesinato es una de tantas «fábulas de jesuitas», § 88).

3. En Inglaterra, los regentes (durante la minoría de edad de Eduardo VI, 1547-1553, hijo de Enrique VIII) introdujeron la doctrina protestante, si bien la forma externa de la Iglesia siguió siendo católica (§ 83). En 1549 apareció el Common Prayer Book. Muerto Eduardo a los pocos años, le sucedió su hermana mayor, María (1553-1558). Su intento de restaurar el catolicismo fracasó. Isabel I (1558-1603) volvió a introducir el protestantismo y dio forma definitiva a la alta Iglesia anglicana. Todo el poder y el prestigio de Inglaterra en la época moderna quedaron asentados durante este reinado; los ingleses comenzaron a ser un pueblo marinero; surgen las primeras colonias inglesas. Tras la destrucción de la «Armada Invencible» española en 1588, Inglaterra pasó a ocupar el lugar de España como primera potencia naval. María Estuardo, reina de Escocia, prima de Isabel y legítima heredera del trono de Inglaterra según los católicos, no logró afianzarse frente a un pueblo que ya tenía mentalidad calvinista y puritana y huyó a Escocia, donde fue ajusticiada en 1587. Su hijo, no obstante, fue reconocido por Isabel como heredero de la corona inglesa.

4. En España, Felipe II (1556-1598) sucedió a su padre, Carlos. Católico riguroso, Felipe II intentó en vano, empleando métodos inadecuados, reprimir la Reforma en los Países Bajos y en Inglaterra. La Inquisición, alentada por él, lo que hizo fue más bien arrastrar a los Países Bajos a la apostasía. La formidable «Armada Invencible» fracasó estrepitosamente ante Inglaterra. Judíos y moriscos fueron expulsados de España. Con el reinado de Felipe III (1598-1621), hijo de Felipe II, el poderío mundial de España empezó a declinar.

El jesuita Francisco Suárez (1548-1617) abrió nuevos caminos en el campo de la teología (doctrina de la gracia; esencia del estado religioso) y de la teoría del derecho natural; en su concepción del derecho de gentes se anticipó a Hugo Grocio; también ejerció gran influjo en la ortodoxia protestante.

5. En parte como compensación de los territorios perdidos en Europa, gracias a los descubrimientos de ultramar se registró un reflo recimiento de las misiones (§ 94). En las colonias españolas, el mismo Estado promovió la cristianización de los indios; los métodos y efectos concomitantes no siempre se correspondieron con el espíritu del mensaje de Jesús. En 1541 los misioneros consiguieron una legislación humana para la protección de los indios (el padre Las Casas).

6. Desgraciadamente, la expresión «contrarreforma» se emplea harto frecuentemente de forma imprecisa y con significados diversos. Aquí lo distinguimos del conjunto de la reforma interna de la Iglesia, entendiendo por «contrarreforma», literalmente, las tentativas emprendidas por los católicos contra los movimientos protestantes. Evidentemente, las manifestaciones que vamos a considerar en este capítulo guardan relación con aquel concepto de poder que, como hemos visto (§ 48), jugó un papel central en la conciencia de los papas desde Gregorio VIL Ahora bien, atribuir tales manifestaciones únicamente a un afán egoísta de dominio sería juzgar de forma demasiado superficial y simplista. En el conjunto de la reacción católica, que obedeció tanto al instinto de autoconservación como al mandato misionero universal, podemos constatar un sinnúmero de impulsos religiosos.

Por otra parte, también hay que tener en cuenta que esta tarea constituyó una piedra de toque especialmente dura para el amor cristiano. La dureza de la controversia fue grande por ambas partes, en los estamentos rectores seculares como en los eclesiásticos. Atendiendo al conjunto, hay que decir que a menudo tal dureza, aun en los casos de la más sincera entrega personal de cada jerarca a su misión, no marchó acorde con el espíritu del evangelio. Los católicos necesitaban: a) contener el ataque, b) sofocar los gérmenes de protestantismo dentro de la Iglesia y c) recobrar los territorios perdidos. Para solventar estas tres tareas se emplearon todos los medios: religiosos, teórico-teológicos, políticos y materiales (la Inquisición). No cabe afirmar que se hicieran suficientes esfuerzos para tratar de comprender y aceptar las justificadas aspiraciones religiosas de los innovadores.

En la esfera de los intereses políticos, el concepto de Contrarreforma cobró un significado especial, más estricto (§ 91, II). Mas también aquí hay que tener en cuenta que el frente político y político-eclesiástico de los católicos siguió desunido, aun después de la celebración del Concilio de Trento (sobre todo a causa de la rivalidad entre los Habsburgos y los Borbones).

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