conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Segunda época.- Hostilidad a la Revelacion de la Ilustracion al Mundo Actual » Período primero.- El Siglo Xviii: la Ilustracion » Capitulo segundo.- Influencias de la Ilustracion en la Iglesia » §104.- El Estado Omnipotente y los Derechos de la Iglesia

I.- El Estado Nacional Autonomo

1. Al iniciarse el gran proceso de descomposición que lleva de la Edad Media cristiano-eclesiástica a la Edad Moderna, tropezamos con una idea básica: el Estado autónomo (Federico II, Felipe IV, Defensor pacis, § 65). Autonomía quiere decir aquí, en primer lugar, independencia de la Iglesia (§ 78). Esta idea se había realizado prácticamente en las Iglesias territoriales de variada forma, fuesen católicas o protestantes. El siglo de la Ilustración fue, sin embargo, el que le dio forma radical. A partir de entonces el Estado es el compendio y la representación de toda razón y todo derecho. Hemos llegado a la cima de todos los ataques contra las pretensiones de soberanía de la Iglesia. Desde este momento la idea del Estado omnipotente -principalmente en la forma del Estado nacional- dominará el desarrollo histórico de la vida hasta la Segunda Guerra Mundial. A pesar de todo, esta concepción sigue vigente hasta hoy en gran parte de las democracias libres antiguas o recientes, al igual que en los Estados totalitarios comunistas. Toda la labor de reconstrucción que la Iglesia ha realizado desde entonces está condicionada por este hecho. Debido a ello, en el siglo XIX la tarea fundamental de la Iglesia consiste en promover de una nueva forma las antiguas aspiraciones a la libertas: conquistar dentro de este Estado omnipotente[1] la libertad necesaria para su propio y libre trabajo.

2. Este Estado omnipotente se inmiscuyó con frecuencia en los derechos de la Iglesia, causándole notables perjuicios. Pero esto no ocurrió sin que desde dentro de la propia Iglesia se produjeran actitudes teóricas y prácticas que favorecieron las injerencias estatales. Desgraciadamente se trataba a menudo de un retroceso lleno de buenas intenciones, pero en una dirección fundamentalmente equivocada. A finales del siglo el resultado era un inusitado debilitamiento de la Iglesia y del pontificado. Al acabar la Revolución francesa con toda tradición y toda autoridad, parecía que el sueño de Diderot se convertía en realidad: el último rey sería ahorcado con los intestinos del último cura. La primera que sucumbió fue la Compañía de Jesús. Luego vinieron las «ilustradas» intromisiones de algunos príncipes católicos alemanes, especialmente de José II. Más tarde llegó la Revolución francesa con su terrible acción destructora, que creó una situación completamente nueva.

Notas

[1] El concepto no tiene naturalmente durante el siglo XIX el mismo significado que en el XVIII. Pero el elemento esencial, es decir, el intento de llevar las competencias del Estado a la esfera eclesiástica y, por tanto, la presión por conseguir una iglesia estatal es también determinante durante todo el siglo XIX. Cf., por ejemplo, el Kulturkampf, § 115, III.

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