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Teognosto
Teognosto fue probablemente el sucesor de Dionisio el Grande como director de la escuela de Alejandría. La dirigió del año 265, poco más o menos, hasta 282. Eusebio y Jerónimo no lo mencionan, mas Focio (Bibl. cod. 106) da un resumen de su obra, las Ηyροtyposeis(Ύποτυπώσεις), y relaciona sus ideas con las de Orígenes:
Se leyó la obra de Teognosto de Alejandría titulada Los esquemas del Bienaventurado Teognosto de Alejandría, intérprete de las Escrituras. Comprende siete libros. En el primero trata del Padre, y se aplica a demostrar que El es el creador del universo, contra quienes suponen que la materia es coeterna con Dios; en el segundo expone argumentos para probar que es necesario que el Padre tenga un Hijo; hablando del Hijo, demuestra que es una criatura, que se encarga de los seres dotados de razón. Al igual que Orígenes, dice otras cosas por el estilo acerca del Hijo. Quizás lo haga seducido por la misma impiedad. Quizás (a lo que parece) por el deseo de salir en su defensa, presentando todos estos argumentos a manera de ejercicios retóricos, no como expresión de su verdadera opinión. También es posible, en fin, que se permita apartarse un poco de la verdad por consideración a la débil condición de su auditorio. Este ignora quizá totalmente los misterios de la fe cristiana y es incapaz de recibir la verdadera doctrina. Teognosto puede pensar que es más provechoso para el auditorio tener cualquier conocimiento del Hijo que no haber oído de El e ignorarlo completamente. En una discusión oral no parece absurdo o censurable usar de un lenguaje incorrecto; en ella dominan el juicio, la opinión y la energía del disputante. En cambio, en el discurso escrito, que debe presentar el rigor de una ley universal, el presentar, para disculparse, la manera en que acaba de defenderse la blasfemia, es una justificación muy débil. Como en el libro segundo, así también en el tercero, al tratar del Espíritu Santo, el autor aduce argumentos para probar la existencia del Espíritu Santo; pero, por lo demás, habla tan desatinadamente como Orígenes en sus Principios. En el libro cuarto dice análogos desatinos sobre los ángeles y demonios, atribuyéndoles cuerpos sutiles. En el quinto y sexto relata cómo se encarnó el Salvador, e intenta demostrar, a su manera, la posibilidad de la encarnación del Hijo. Aquí también divaga mucho, especialmente cuando se aventura a decir que nos imaginamos al Hijo, ora confinado en un lugar, otra en otro, y que es ilimitado únicamente en su energía. En el libro séptimo, titulado "Sobre la creación de Dios," discute otras cuestiones con profundo espíritu de piedad - especialmente hacia el fin de la obra, cuando habla del Hijo.
Su estilo es vigoroso y exento de superfluidades. Usa un lenguaje magnífico, comparable al ático ordinario, pero sin sacrificar su dignidad en aras de la claridad o de la propiedad.
De la descripción de Focio se ve claro que la obra de Teognosto era una especie de suma dogmática, que seguía la doctrina de Orígenes y especialmente su subordinacionismo. A excepción de un pequeño fragmento del libro segundo, que Diekamp descubrió en un manuscrito veneciano del siglo XIV, nada queda de las Hypotyposeis.
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