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Gregorio el Taumaturgo
Gregorio el Taumaturgo nació de una familia de noble alcurnia en Neocesarea del Ponto, hacia el año 213. Parece que primeramente se llamaba Teodoro y recibió el nombre de Gregorio en el bautismo. Estudió retórica y derecho en su ciudad natal. Cuando estaba a punto de partir para Berilos, en Fenicia, para completar sus estudios, con su hermano Atenodoro, su hermana le invitó a ir a Cesárea de Palestina, ya que su marido había sido nombrado gobernador imperial de Palestina. Estando allí, siguió algunos cursos de Orígenes. Fue éste el periodo decisivo de su vida:
Como una centella que se encendiera en mi alma, prendió y se inflamó mi amor, tanto hacia Aquel que sobrepuja todo deseo por su inefable belleza, el Verbo santo y totalmente amable, como hacia este hombre, que es su amigo y profeta. Profundamente impresionado, abandoné todo lo que hubiera debido interesarme: negocios, estudios, incluso aquellos por los que sentía más predilección: el derecho, mi casa y mis parientes, hasta aquellos con quienes vivía. Solamente una cosa amaba y me afectaba: la filosofía y su maestro, aquel hombre divino (Discurso 6).
Permaneció en Cesárea con su hermano cinco años (233-238), a fin de seguir el curso completo de Orígenes. Ambos abrazaron el cristianismo. La víspera de su partida Gregorio dio las gracias a Orígenes en un discurso académico de despedida, que se ha conservado y que constituye una preciosa fuente de información para la historia personal de Orígenes y para su método de enseñanza (véase p.339 y 341). Pocos años más tarde, Fedimo, obispo de Amasea, lo consagró como primer obispo de su ciudad natal, Neocesarea. Gregorio predicó el Evangelio, en la ciudad y en el campo, con tanto celo y éxito, que a su muerte solamente quedaba un puñado de paganos en todo el Ponto. Tomó parte en el concilio de Antioquía del año 265 y murió durante el reinado de Aureliano (270-275). Las leyendas que se formaron pronto en torno al primer obispo de la provincia le valieron el título de Taumaturgo o Milagrero; dan también testimonio de la extraordinaria personalidad de este discípulo del gran maestro. Los Padres Capadocios del siglo IV lo valoraron como fundador de la iglesia de Capadocia. Gregorio de Nisa escribió su vida, y, además de ésta, existen tres biografías más, todas de carácter legendario.
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