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Pablo de Samosata y Malquión de Antioquía
Pablo, natural de Samosata, capital de la provincia siria de Comagena, fue gobernador y ministro del tesoro (procurator ducenarius) de la reina Zenobia de Palmira y, desde el año 260, obispo de Antioquía. Eusebio (Hist. eccl. 7,27,2) nos informa que, a poco de su consagración episcopal, "pensaba de Cristo cosas bajas y mezquinas, contrarias a la enseñanza de la Iglesia, como si hubiera sido por naturaleza un hombre ordinario." Entre los años 264-268 se celebraron tres sínodos en Antioquía para tratar de su herejía, los dos primeros sin ningún resultado práctico. El tercero, el año 268, declaró que la doctrina de Pablo era insostenible y pronunció contra él una sentencia de deposición. Al presbítero Malquión de Antioquía le cabe el honor de haber probado el carácter herético de las doctrinas de Pablo y haber conseguido su condenación:
En tiempo de Aureliano se reunió un último sínodo, al que asistió un número extraordinariamente grande de obispos; en él fue desenmascarado el jefe de la herejía de Antioquía y abiertamente condenado por todos como culpable de heterodoxia; fue excomulgado de la Iglesia católica que está bajo el cielo. El que más se distinguió en pedirle cuentas y en probarle la acusación de disimulo fue Malquión, varón docto, que era asimismo director de la enseñanza de retórica en las escuelas helénicas de Antioquía; había sido distinguido con el presbiterado en la comunidad de aquella ciudad por la extraordinaria sinceridad de su fe en Cristo. Se levantó, pues, contra Pablo este hombre, y los taquígrafos tomaron su disputa con él, que sabemos ha llegado hasta nuestros días. Sólo él, de entre todos ellos, fue capaz de desenmascarar a este hombre ladino y solapado.
Los pastores que se hallaban reunidos en el mismo lugar redactaron de común acuerdo una sola carta dirigida a Dionisio, obispo de Roma, y a Máximo, de Alejandría, y la enviaron a todas las provincias. En ella exponen sus esfuerzos en favor de todos y la perversa heterodoxia de Pablo; refiere los argumentos y preguntas que le hicieron, y, además, describen toda la vida y conducta de aquel hombre (Eusebio, Hist. eccl. 7,29,1-30).
Del debate entre Pablo y Malquión, del que se tornaron notas taquigráficas, quedan fragmentos en Leoncio de Bizancio, en el emperador Justiniano y en Pedro Diácono. Según San Jerónimo (De vir. ill. 71), Malquión fue también el autor de la carta encíclica enviada por los obispos después del sínodo. Eusebio (ibid.) cita varios pasajes de esta carta, que tratan sobre todo de la conducta moral y del carácter de Pablo, puesto que junto con las cartas iban copias de las minutas del concilio. San Hilario (De synodis 81,86) y San Basilio (Epist. 52) dicen que el concilio que condenó a Pablo repudió expresamente la palabra ομοούσιος (consubstantialis), por considerarla inadecuada para expresar la relación entre el Padre y el Hijo. No sabemos, sin embargo, en qué sentido usaba Pablo esta palabra. Seguramente le daba un tinte modalista, suprimiendo la diferencia, de personalidad entre el Padre y el Hijo. No reconocía tres personas en Dios, sino que, según Leoncio (De sectis 3,3), ?dio el nombre de Padre al Dios que creó todas las cosas; de Hijo, al que era meramente hombre, y el de Espíritu, a la gracia que residía en los Apóstoles.? Jesús era superior a Moisés y los profetas, pero no era el Verbo. Era un hombre igual que nosotros, solamente que era mejor en todos los aspectos. Así, pues, la trinidad admitida por Pablo era solamente una trinidad nominal; evidentemente compartió las opiniones de los monarquianos; su cristología recuerda la forma modalista del adopcionismo.
La llamada Carta a Himneo, que se supone que seis obispos escribieron a Pablo antes del sínodo de 268, contiene un símbolo detallado y pide a Pablo que suscriba esa regla de fe. A pesar de que, según Eusebio (Hist. eccl. 7,30,2), los seis obispos, cuyos nombres da la carta, participaron en el concilio, la autenticidad de este documento no está probada. Lo mismo hay que decir de los cinco fragmentos de los Discursos a Sabino de Pablo, descubiertos en el florilegio Doctrina Patrum de incarnatione Verbi, compilado en el siglo VII.