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Tertuliano

Quinto Septimio Florencio Tertuliano, natural de Cartago, nació hacia el año 155. Su padre era un centurión de la cohorte proconsular. Eran paganos tanto el padre como la madre. Tertuliano tenía una sólida formación jurídica y adquirió gran fama como abogado en Roma. Con toda probabilidad hay que identificarle con el jurista Tertuliano, de quien citan varios pasajes los digestos del Corpus Iuris Civilis. Después de su conversión, ocurrida hacia el 193, se estableció en Cartago, e inmediatamente puso toda su cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio de la fe cristiana. Por Jerónimo (De vir. ill. 53) sabemos que fue ordenado sacerdote. El no hace mención nunca de su estado clerical, pero su posición única y su preponderante papel de maestro difícilmente se podrían explicar si hubiera permanecido siempre en el laicado. Fue entre los años 195-220 cuando desplegó su actividad literaria. El gran número de escritos que compuso durante este tiempo han ejercido una influencia duradera sobre la teología. Hacia el año 207 pasó abiertamente al montañismo, y llegó a ser jefe de una de sus sectas, llamada de los tertulianistas, que perduró en Cartago hasta la época de San Agustín. Se desconoce el año de su muerte, que debió de ocurrir después del 220.

Excepción hecha de San Agustín, Tertuliano es el más importante y el más original de los autores eclesiásticos latinos. Combina un profundo conocimiento de la filosofía, de las leyes y de las letras latinas y griegas con un vigor inagotable, con una retórica inflamada y una sátira mordaz. Su actitud no admite compromisos. Luchador empedernido, no concede tregua a sus enemigos, sean paganos, judíos, herejes o, más tarde, católicos. Todos sus escritos son polémicos. No dice las razones que le indujeron a convertirse. No fue evidentemente una concienzuda comparación de los diversos sistemas filosóficos la que le llevó a la fe, como en el caso de San Justino. Parece que lo que más influyó en él fue el heroísmo de los cristianos en tiempos de persecución, puesto que en uno de sus escritos dice: "Todo el mundo, ante constancia tan prodigiosa, se siente como sobrecogido por una inquietud y desea ardientemente averiguar su causa; en cuanto descubre la verdad, la abraza inmediatamente" (Ad Scapulam 5). La verdad fue el objetivo supremo de su defensa del cristianismo, de sus ataques contra el paganismo y la herejía:

Veritas nihil erubescit nisi solummodo abscondi

escribe en Adv. Valent. 3. De temperamento violento y de ardiente energía, alimentó dentro de sí una pasión fanática por la verdad. En una de sus obras, la palabra veritas aparece ciento sesenta y dos veces. Todo el problema del cristianismo y del paganismo se reduce para él a la vera vel falsa divinitas. Cuando Cristo fundó la nueva religión, lo hizo para conducir la humanidad in agnitionem veritatis (Apol. 21,30). El Dios de los cristianos es el Deus verus; los que le hallan, encuentran la plenitud de la verdad. Veritas es lo que odian los demonios y rechazan los paganos; los cristianos sufren y mueren por ella. Veritas distingue al cristiano del pagano. En todas estas afirmaciones hay un profundo sentimiento religioso y un ardiente deseo de sinceridad. No es justo presentar a Tertuliano como un jurisconsulto y retórico inclinado al sofismo. Tertuliano habla con el corazón en la mano. En su defensa del espíritu religioso se muestra inflexible. "Todo hombre tiene derecho - dice - a escoger su propia religión" (Ad Scapulam 2). No puede ponerse en duda que él estaba dispuesto a morir por su fe. En las últimas palabras de su Apologeticum da libre curso a su apasionado deseo de sufrir el martirio. Se opone a la fuga en tiempo de persecución. A esta firmeza de convicción sabe juntar la sinceridad acerca de su persona. Conoce sus defectos; cuando escribe sobre la paciencia, se compara a un inválido que hablara de la salud, porque se sabe enfermo con la fiebre de la impaciencia. Fue, en efecto, esa impaciencia la que con harta frecuencia le privó del éxito. Aunque sabe que "la verdad persuade enseñando, pero no enseña al querer persuadir" (Adv. Val. 1), siempre trata de probar demasiado. Cuandoquiera que habla, actúa como un abogado preocupado únicamente de ganar su causa y de aniquilar al adversario. Por esto, en más de una ocasión puede ser que reduzca a silencio a sus adversarios, pero no los convence.

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