conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (II): La edad de oro de la literatura patrística griega » 4. Los Escritores de Antioquía y Siria » Cirilo de Jerusalén

Sus Escritos

1. Las Instrucciones catequéticas

La serie de veinticuatro conferencias catequéticas, que probablemente pronunció en su mayor parte en la iglesia del Santo Sepulcro, es uno de los más preciados tesoros de la antigüedad cristiana. Una nota que se conserva en varios manuscritos hace constar que están tomadas taquigráficamente, lo cual quiere decir que estamos ante una transcripción hecha por uno de sus oyentes, y no ante un escrito del obispo. Las instrucciones se dividen en dos grupos. El primero comprende la Procatechesis, o discurso introductorio, y dieciocho Catecheses dirigidas a los candidatos para el bautismo, a los φωτιζόμενοι, habνan de recibir este sacramento en la Pascua próxima. Las pronunció durante la cuaresma. El segundo grupo lo forman las cinco últimas instrucciones, llamadas Catequesis mistagógicas y dirigidas a los neófitos (νεοφώτιστοι) en la semana de Pascua.

La Procatechesis se abre con unas palabras entusiastas de bienvenida. "Ya llegáis a percibir el olor de la bienaventuranza, ¡oh iluminados!; ya estáis recibiendo las flores de la vida sobrenatural para tejer las coronas celestiales; ya se derramó la fragancia del Espíritu Santo. Ya estáis ante la puerta del palacio real, y ojalá seáis introducidos por el mismo Rey." Luego el obispo recalca la seriedad del paso que van a dar los candidatos, la necesidad de hacer penitencia y oración, de dominarse y fortalecer la voluntad, de tener recta intención y motivos muy puros al acercarse al sacramento de la iniciación. Insiste grandemente en la disciplina del arcano (disciplina arcani). Advierte solemnemente a los candidatos que no revelen lo que aprendan, ni siquiera a los catecúmenos ordinarios:

Cuando se pronuncie la catequesis, si algún catecúmeno te pregunta qué dijeron los maestros, no le digas nada, pues te encomendamos los misterios y la esperanza del siglo futuro. Guarda el secreto a quien te hace la merced. Y no te diga nadie: "¿Qué mal te va a ti con que yo también lo sepa?..." Tú ya estás en la proximidad [de los misterios], pero guárdate de hablar nada temerariamente (12, trad. A. Ortega, p.22s).

Este aire de misterio invade todos los sermones, especialmente los cinco últimos.

La primera catequesis prebautismal trata del temple de espíritu que hace falta para recibir el bautismo. Se insiste en que se ha de renunciar a toda preocupación mundana, perdonar a los enemigos personales y nutrir el espíritu con la lectura de la Biblia. La segunda trata de la penitencia y del perdón de los pecados, del demonio y sus tentaciones. La tercera, del bautismo y de la salvación, del rito bautismal, de su significado y efectos. La cuarta da un resumen de la doctrina cristiana. En la quinta se discuten la naturaleza y el origen de la fe. Las restantes trece catequesis (6-18) contienen una exposición de los siguientes artículos del símbolo jerosolimitano, que presenta grandes semejanzas con el llamado símbolo del concilio Constantinopolitano del año 381.

Las cinco Catequesis mistagógicas (19-23) parten de las ceremonias litúrgicas de los tres sacramentos que han de recibir los neófitos en el transcurso de la noche de Pascua. Las dos primeras (19-20) tratan del bautismo; la tercera (21), de la confirmación; la cuarta (22), de la doctrina eucarística, y la quinta (23), de la liturgia de la misa.

Los sabios no han llegado a un acuerdo acerca del año exacto en que se pronunciaron estos sermones. Se ha intentado determinar la fecha a base de una o dos referencias incidentales, especialmente de la afirmación que se hace en la Cat. 6,20 de que la herejía de Manes empezó setenta años antes de la fecha en que estaba hablando San Cirilo. Según esto, resultaría el año 347 o 348, lo cual implicaría que predicó estos sermones siendo todavía presbítero, ya que en la cuaresma del año 348 seguía en vida su predecesor Máximo, pues, según la Crónica de Jerónimo, murió entre mayo del 348 y mayo del 349. Sin embargo, no hay nada en sus sermones que dé a entender que Cirilo está hablando como un presbítero a quien su obispo le ha encomendado el oficio de instruir a los candidatos. Por esta razón, otros estudiosos han concluido que era ya obispo cuando pronunció estos sermones, y la fecha más probable es la del año 350.

Son más serias las diferencias de opinión respecto de la autenticidad. Si bien todos aceptan unánimemente como auténticas las catequesis prebautismales, en nuestros días se han formado dudas acerca de la autenticidad de las Catequesis mistagógicas. Es un hecho que el Codex Monac. gr. 394 atribuye expresamente estas últimas al sucesor de Cirilo, al obispo Juan de Jerusalén (386-417). Otros tres manuscritos, Ottobon.; 86 y Monac. gr. 278, las atribuyen a Cirilo y a Juan, mientras que otros traen solamente las instrucciones prebautismales y no las suplementarias. Esta prueba manuscrita es la razón principal que aducen Th. Schermann, W. J. Swaans, M. Richard, W. Telfer y otros para pensar que las Catequesis mistagógicas se han de atribuir a Juan y no a Cirilo. Los demás argumentos no parecen tan convincentes. Swaans considera relativamente tardíos los testimonios externos, puesto que es Eustracio de Antioquía quien por vez primera en el siglo VI o VII cita explícitamente los sermones mistagógicos como de Cirilo. Schermann y Telfer opinan que algunos detalles característicos de la liturgia descrita en estas cinco catequesis se comprenden en una obra del año 390, pero sorprenderían cincuenta años antes. F. L. Cross y otros han señalado cierto número de referencias de un grupo al otro, que arguyen una paternidad común. Así, por ejemplo, en la Cat. 18,33, Cirilo anuncia las Catequesis mistagógicas:

Después de la santa y saludable fiesta de Pascua, a partir del lunes, oiréis, Dios mediante, nuevas instrucciones, si es que venís todos los días de la semana de Pascua, después de la liturgia, al lugar santo de la resurrección. En ellas se os enseñarán nuevamente las razones que hay para cada una de las cosas que se hicieron. Se os darán pruebas tomadas del Antiguo y Nuevo Testamento, en primer lugar, naturalmente, de las cosas que se hicieron inmediatamente antes del bautismo; luego, cómo has sido purificado de tus pecados por el Señor "con el lavacro del agua por la palabra"; después, cómo has adquirido el derecho a que te llamen "Cristo" en virtud de tu "sacerdocio"; después, cómo has recibido el "sello" de amistad con el Espíritu Santo; luego, sobre los misterios del altar de la nueva alianza que tuvieron su origen aquí, lo que la Escritura dice acerca de ellos, de qué virtud están llenos; luego, cómo hemos de acercarnos a estos misterios y cuándo y cómo hemos de recibirlos, y, finalmente, cómo has de comportarte durante el resto de tu vida, dignamente, conforme a la gracia que has recibido, tanto de obra como de palabra, de manera que todos alcancéis el goce de la vida eterna. Así, pues, se os darán, Dios mediante, estas instrucciones.

No cabe duda de que el contenido de las cinco Catequesis mistagógicas corresponde muy de cerca a lo que promete aquí Cirilo. Con todo, queda la dificultad de que anuncia una instrucción para cada día de la semana de Pascua y sólo hay cinco en los manuscritos. Esto no prueba que las cinco no sean de Cirilo, sino parece indicar que, si lo son, no pertenecen al mismo año que las catequesis prebautismales. Además, en 16,26 da a entender que en una instrucción posterior hablará a sus oyentes de cómo la imposición de las manos les traerá el don del Espíritu:

En tiempo de Moisés era comunicado el Espíritu por la imposición de las manos, y Pedro le daba también de la misma manera. También a ti, cuando seas bautizado, ha de llegar esta gracia. Mas de qué modo se hará eso, no quiero decírtelo ahora para no anticipar los misterios (trad. A. Ortega).

Pero no llegó a cumplir esta promesa, pues en la tercera catequesis mistagógica, sobre la confirmación, no hace ninguna referencia a la imposición de las manos, aunque aluda a la unción de Aarón por Moisés. Por otra parte, las Catequesis mistagógicas contienen varias alusiones claras (19,9; 23,1) a una serie anterior de instrucciones prebautismales.

En estas circunstancias, no parece que la tradición manuscrita ni las alusiones basten a establecer o rechazar la paternidad de Cirilo. Tampoco vale como argumento para dilucidar la cuestión la liturgia que describe el autor de las Catequesis mistagógicas. El hecho de que contengan una epiclesis, la recitación del Padrenuestro y una oración por el emperador en plural, no demuestra que estas cinco instrucciones se hayan atribuido erróneamente a San Cirilo y que haya que atribuírselas a Juan de Jerusalén. Tampoco es argumento el que el autor atribuya a la tercera Persona de la Trinidad el efecto de la confirmación y que enseñe una presencia eucarística de Cristo por metabolismo de los elementos. A pesar de todo, Telfer se inclina a pensar que las instrucciones de Cirilo, pero sólo las que dio antes de Pascua, fueron transcritas efectivamente, y que para el año 390, más o menos, la falta de instrucciones mistagógicas se empezó a sentir como un defecto del libro que estaba en circulación y se le añadieron cinco que había compuesto Juan, pero sin que esta atribución a Juan se hiciera constar siempre. Sin embargo, se podría dar otra explicación al argumento de los manuscritos: Que uno de los códices haya atribuido a Juan las instrucciones mistagógicas y otros tres a Cirilo y a Juan podría indicar que fue Cirilo quien las preparó y las pronunció primero, pero que más tarde las revisó su sucesor Juan.

2. Carta al emperador Constancio

La carta da cuenta de la aparición milagrosa de una cruz luminosa que se vio desde Jerusalén el 7 de mayo del año 351:

En estos mismos días de la santa fiesta de Pentecostés, en las nonas de mayo, hacia la hora tercera, una gigantesca cruz luminosa apareció en el firmamento por encima del santo monte Gólgota, que se extendía hasta el santo monte de los Olivos. No fueron uno o dos los que la vieron, sino que se dejó ver con toda claridad por toda la población de la ciudad. Ni tampoco desapareció inmediatamente, como alguno podría creer, como fruto de la imaginación, sino que estuvo visible sobre la tierra durante algunas horas, brillando más que los rayos del sol; a buen seguro hubiera sido dominado y ocultado por ellos si es que no hubiera presentado a los que lo vieron un brillo más potente que el del sol. Así es crue todos los habitantes de la ciudad corrieron raudos al martirio, presa de temor mezclado con alegría por la celeste visión Jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, de toda edad, llegaron... no sólo cristianos, sino también paganos de fuera que estaban en Jerusalén. Todos ellos, como con una sola boca, elevaron un himno de alabanza a Jesucristo nuestro Señor, Hijo unigénito de Dios, hacedor de milagros (4).

La carta termina deseando al emperador que Dios le conceda salud y perseverancia en su habitual solicitud por las santas iglesias y la soberanía de Roma durante muchos ciclos de años pacíficos, "para que sea siempre glorificada la santa consubstancial Trinidad, nuestro verdadero Dios, a quien sea, como es justo, dada toda gloria por generaciones sin fin. Amén." Siendo así que Cirilo, en sus Catequesis, nunca emplea la palabra homoousios, la presencia de esta expresión en este pasaje ha dado pie a algunos sabios para poner en tela de juicio la autenticidad de la carta. Pero no hay razón para ello. El vocabulario y el estilo son, decididamente, de Cirilo. Se dan, además, muchas coincidencias sorprendentes con el lenguaje de las instrucciones. Sozomeno (Hist. eccl. 4,5) menciona la carta de Cirilo al emperador y dice que los peregrinos esparcieron por todo el mundo la noticia del milagro del año 351. Los manuscritos atribuyen unánimemente la carta a Cirilo. De la palabra homoousios son posibles dos explicaciones. Puede ser que, entre tanto, Cirilo hubiera cambiado de actitud respecto de la expresión o que un escriba haya añadido la doxología al final de la carta con el ánimo de vindicar la ortodoxia de Cirilo. El fundamento para esta segunda hipótesis está en que toda la frase desde "para que sea siempre glorificada" falta en el ejemplar que hizo Andrés Damarius en el siglo XVI.

Otro aspecto interesante de la carta lo constituye la referencia que hace de paso a la Invención de la Vera Cruz, "preñada de salvación," en los días de Constantino Magno (c.3). Este hecho lo menciona también en Catecheses 4,10; 10,19, y 13,4. Con todo. Cirilo no alude para nada a la leyenda posterior de los milagros relacionados con el descubrimiento.

3. Homilías

De sus homilías sólo poseemos una completa, la del paralítico: In paralyticum iuxta piscinam iacentem (Io 5,5). La debió de pronunciar Cirilo cuando aún era presbítero, pues Menciona (c.20) la exhortación que el obispo había de dirigir después de la suya. Esta homilía presenta paralelismos sorprendentes de expresión con las Catequesis.

De sus restantes homilías no quedan más que cuatro breves fragmentos. La homilía sobre la fiesta de Hypapante y otros escritos que se le atribuyen no son suyos.

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