conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (II): La edad de oro de la literatura patrística griega » 4. Los Escritores de Antioquía y Siria » Historiadores Eclesiásticos de Constantinopla

Sócrates

El historiador de la Iglesia Sócrates nació hacia el año 380 en Constantinopla, donde fue educado por los gramáticos paganos Eladio y Ammonio. Más tarde se hizo abogado.

A instancias de un tal Teodoro escribió una Historia eclesiástica en siete libros, que pretendía ser una continuación del tratado de Eusebio, como lo anuncia expresamente en la introducción. Se extiende desde la abdicación de Diocleciano, el año 305, hasta el 439. Cada libro cubre el reinado de un emperador hasta su muerte. Es, con mucho, la mejor continuación de Eusebio, a quien sobrepasa en objetividad y sinceridad, aun cuando su manera de tratar los hechos adolezca de cierta falta de colorido y de interés teológico. Su atención se concentra principalmente en las vicisitudes de la Iglesia, aunque no descuida absolutamente la historia profana. Atraen su interés especialmente los acontecimientos relacionados con Constantinopla. Los novacianos despiertan en él cierta simpatía. Examina concienzudamente sus fuentes y las menciona en la mayoría de los casos. Toma de Rufino, Eusebio, de los tratados históricos y polémicos y de las cartas de Atanasio, de Gelasio de Cesarea, de Eutropio, de listas episcopales, y especialmente de una colección de actas conciliares publicadas hacia el 375 por el macedoniano Sabino de Heraclea, de cartas de emperadores y obispos. Como reproduce muchas de estas fuentes al pie de la letra, su obra, que se conserva íntegramente, sigue siendo un almacén inapreciable de información para el historiador.

El texto actual representa una segunda edición. Después de haber publicado la primera, Sócrates se dio cuenta de que algunas de las fuentes que había empleado (especialmente Rufino) no eran seguras. Por eso se creyó obligado a hacer una revisión drástica. Las razones con que justifica esta segunda edición al principio del libro segundo son un testimonio en favor de su escrupulosidad histórica:

Rufino, que escribió una Historia eclesiástica en latín, se equivocó en cuestiones de cronología. Por ejemplo, piensa que la persecución contra Atanasio tuvo lugar después de la muerte de Constantino. Ignora también el destierro que hubo de pasar en las Galias y otras muchas rosas. Nosotros escribimos antes los dos primeros libros de nuestra historia siguiendo a Rufino; pero a partir del tercer libro hasta el séptimo hemos compuesto la obra lomando unos hechos de Rufino, recogiendo otros de distintos autores, y otros, en fin, de boca de gente que aún vive. Más tarde, habiéndonos hecho con los escritos de Atanasio, donde se lamenta de sus sufrimientos y descubre cómo fue desterrado por calumnias de los eusebianos, nos convencimos de que más se debe creer al que ha sufrido y a los testigos de los acontecimientos que a quienes los han conjeturado y, consiguientemente, han errado. Además, habiendo conseguido varias cartas de gente de aquella época, hemos indagado la verdad en lo posible. Por estas razones nos hemos visto obligados a revisar totalmente los libros primero y secundo, conservando aquellos datos en que Rufino no se aparta de la verdad. Ha de saberse también que en la primera edición no pusimos la sentencia de deposición de Arrio, ni las cartas del emperador, sino que nos limitamos a narrar los hechos, para que, al hacerse prolija, la historia no resultara pesada a los lectores. Mas, como había que hacer también esto en atención a ti, Teodoro, santo varón de Dios, para que no ignores lo que los príncipes escribieron expresamente y lo que promulgaron los obispos de diferentes sínodos modificando poco a poco la fe, por lo tanto, en la presente edición hemos insertado todo lo que hemos creído necesario. Habiéndolo hecho va, en el libro primero, trataremos de hacerlo también en este que tenemos entre manos, quiero decir en el segundo.

Este Teodoro a quien dedicó su obra parece que fue miembro del clero o de una orden religiosa, mientras que el propio Sócrates era seglar.

Los mejores manuscritos son los dos Cod. Florentini, de los siglos X y XI. Se echa mucho de menos una nueva edición crítica, que ya se está preparando para GCS. En 1897 se publicó una traducción armenia del siglo VII.

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