conoZe.com » bibel » Espiritualidad » Vidas de Cristo » La Historia de Jesucristo (por Bruckberger - 1964) » Segunda Parte.- La Vida de Jesucristo

XV.- La Iglesia en Ciernes (I)

31. Ahora seria el lugar para hacer una larga pausa en esta historia y explicar al lector lo que fue la enseñanza de Jesús. Diría el contenido de esa enseñanza, su esencial novedad dentro de una tradición, no renegada, sino consumada; diría el estilo de esa enseñanza y hablaría de ese género literario llamado parábola. Tal explicación tomaría enseguida tales proporciones que se convertiría en un libro dentro de mi libro. El ritmo que trato de mantener aquí quedaría definitivamente roto.

Aunque no haya nadie en el mundo que se haya identificado con su enseñanza más que Jesús, sigue siendo cierto que la historia de Jesucristo y su doctrina son dos cosas que el espíritu puede distinguir perfectamente. Para mantener el equilibrio y el movimiento del presente libro, me veo obligado a dejar fuera de sus fronteras la exposición de la enseñanza de Jesús, sin perjuicio de volver más adelante sobre ella, en un segundo libro que titularé La doctrina de Jesucristo. Si no se puede llevar todo en un viaje, hay que hacer dos viajes. Así pues, aquí me limitaré a evocar de la enseñanza de Jesucristo sólo lo que me parezca indispensable para la comprensión de la historia de Jesucristo, es decir, me esforzaré en el presente libro por no salir de mi tema presente.

Mateo, escribiendo ante todo para los judíos, escribió el Evangelio que es por excelencia el del "Reino de Dios". Edificó la estructura de su relato en torno a esa noción tradicional en su nación. Quiso probar que Jesús personificaba y colmaba la esperanza de su nación. Su Evangelio es como un rostro vuelto hacia el pasado, no en busca del tiempo perdido, sino con la tranquila confianza de que el tiempo pasado se vuelve a hallar entero en su cumplimiento perfecto, de que el pasado ha hecho lo suyo, que era dar a luz el presente de que estaba preñado. Este Evangelio es el grito de alegría de la liberación.

Lucas, griego que escribe para los gentiles, tiene el rostro vuelto hacia el porvenir. Cierto que habla del Reino de Dios, porque es historiador, y Cristo hablaba de él, pero -sin que se pronuncie nunca la palabra-su Evangelio es por excelencia el de la Iglesia. Su Evangelio es sin duda el de arquitectura más complicada, más armoniosa, más sólida y más significativa Se parece a la arquitectura de una catedral gótica. Todo está en su sitio en Lucas; el menor detalle, la menor palabra, se han sopesado como oro fino; cada elemento tiende y se incorpora orgánicamente al conjunto.

* * *

32. Se sabe que los Sinópticos tienen un orden más geográfico que cronológico: cuentan ante todo lo que pasó en Galilea, donde Jesús empezó su ministerio, y luego todo lo que pasó en Judea, donde lo terminó. En realidad, si, mucho más tarde, no hubiera intervenido Juan para precisar la cronología y las idas y venidas, podríamos creer que la vida pública del Señor no duró un año, y que, en el curso de su ministerio, Jesús sólo subió a Jerusalén una vez, para morir allí.

Pero aunque, siguiendo la regla de los tres Sinópticos, Lucas cuenta los hechos de una manera tan elíptica, los elige y los coloca cuidadosamente, los construye de manera muy sabia, quiero decir, muy artística, con vistas a producir cierto efecto muy puro, hasta el punto de que el desarrollo de los hechos más indiscutibles y más reales a voces se dobla, por su arreglo minucioso y voluntario, de una significación parabólica suplementaria. La continuación de mi relato me dará ocasión para explicarme más claramente.

Hemos visto que Juan comenzó expresamente su Evangelio con las mismas palabras que comienzan el libro del Génesis, y toda la Biblia: "En el principio..." Por análogo mimetismo, que creo también muy consciente al comenzar el relato de la vida pública de Cristo, Lucas cuenta cómo fue expulsado de Nazaret. El recuerdo, aquí, es el de la vocación de Abraham, que sirve de telón de fondo.

"Yahvé dijo a Abraham: -Sal de tu país, de tu patria, de la casa de tu padre, hacia el país que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré y aumentaré tu nombre. Tú serás bendición, bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré al que te maldiga. En ti serán benditas todas las familias de la tierra-. Abraham se fue, pues, como se lo había dicho Yahvé..."

Volvamos a Lucas. Tras el bautismo en que se proclamó solemnemente la vocación de Jesús, tras la tentación en el desierto, donde se confirmó solemnemente en un combate singular y brutal, Jesús vuelve a su pequeña ciudad, donde había crecido, donde le conocían desde siempre, donde viven su madre y todos sus parientes. Y es expulsado brutalmente de allí. En realidad, Lucas encaja en una visita lo que parecen ser tres visitas a Nazaret. Lo que él quiere mostrar-y allí está el sentido parabólico de su relato, es que, una vez que Jesús había recibido una vocación de Dios absolutamente auténtica, le hacía falta, como a Abraham, romper con su clan natural. Aquí está su relato. Es un díptico: Jesús comunica a los suyos su vocación, y, en la segunda parte, es expulsado del clan.

"Fue a Nazaret, donde se había criado, entró, siguiendo su costumbre, el día de sábado, en la sinagoga, y se levantó a hacer la lectura. Le dieron el libro del profeta Isaías, y, abriendo el rollo, encontró el lugar donde está escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ungió para dar la Buena Noticia a los pobres.

Me envió a anunciar a los prisioneros la liberación,

y a los ciegos, que verían otra vez; a llevar la libertad a los oprimidos, a anunciar el año de gracia del Señor.

Y enrollando el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. En la sinagoga, todos los ojos estaban fijos en él. Y él se puso a explicarles: -Hoy se ha cumplido esta escritura ante vuestros oídos-. Y todos dieron testimonio de él y quedaron admirados de las palabras de gracia que salían de su boca."

Así pues, la primera reacción no era mala. Pero, tras ese primer movimiento de admiración, el espíritu de familia y de campanario vuelve a prevalecer enseguida; un espíritu blasfemador de todo lo que le supera. "Este muchacho es uno de nosotros: ¿cómo puede ser alguien?" Lucas continúa:

"Y decían: -¿No es este el hijo de José?-. Él les dijo: -Seguramente me diréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Todo lo que hemos oído que ocurrió en Cafarnaum, hazlo también en tu tierra-. Y dijo: -Os doy mi palabra de que ningún profeta es grato en su patria. Os digo la verdad: muchas viudas había en Israel, en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró sin llover tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país, y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidonia, a una mujer viuda. Y muchos leprosos había en Israel cuando Eliseo el profeta, y ninguno de ellos se curó sino Naamán el Sirio-. Todos los que le oían en la sinagoga se llenaron de rabia, y, levantándose, le echaron fuera del pueblo, y le llevaron hacia un precipicio del cerro sobre el cual estaba construido el pueblo, para tirarle abajo. Pero él pasó por en medio de ellos y se marchó."

¡No importa! Jesús ha cumplido su deber, también con su pueblo: incluso ha comenzado por él. Ha tenido ese candor. Comentando a Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí...", debió contar la teofanía del Jordán, en que el Espíritu se puso sobre él en forma corporal de paloma. A los suyos, a sus vecinos, a sus primos, a sus compañeros de infancia es a quienes ha empezado por explicar la "Buena Noticia dada a los pobres", su evangelio de perdón, de liberación y de misericordia. Ellos no han querido saber nada.

Igual que las madres ven siempre a sus niños muy pequeños, los compañeros de infancia se juzgan entre sí según su mediocridad común. ¿Qué era para ellos Jesús? El hijo del humilde carpintero José, y, como para Renan, no era más que eso. El universo de las apariencias sociales estaba para ellos tan cerrado sobre sí mismo, tan coherente, tan consistente, que ¿cómo iban a ir más allá? Sí que habían oído hablar de los primeros milagros realizados por Jesús en Cafarnaum, y se reían mucho de ellos tomando el té con menta o cualquier bebida que les sirviera de aperitivo. Hoy se ejecuta a los profetas en las cocktail-parties. Entonces conminaban a Jesús a que hiciera ante ellos algún prodigio que tampoco les habría convencido.

Cierto que debemos respeto y gratitud a nuestros orígenes. Lo que se reprocha a la familia, al clan, a la patria, no es que existan; lo que se les reprocha es su carácter cerrado y totalitario. Existen, pero quieren ser lo único que exista, y que no exista nada fuera de ellos. Eso es alusivo: por eso, situándose enseguida en el punto de vista irrefutable de Dios, que hace llover y salir el sol sobre malos y buenos, Jesús recuerda a sus compatriotas que, para Dios, una viuda pagana de Sidón puede valer por todas las viudas de Israel, y un leproso pagano de Siria puede merecer curarse antes que todos los leprosos de Israel.

Nadie es profeta en su país, se le hizo ver muy bien. Todos aquellos, los compañeros de infancia, los primos, la parentela, la vecindad, llenos de furor porque se les afirmara en la cara que podía existir algo más que ellos, se lanzaron sobre Jesús, le arrastraron a la fuerza a la montaña escarpada de fuera de la ciudad y trataron de precipitarle... No se hacen preguntas, no tienen complejo de inferioridad; para ellos el instinto domina a todo, lo justifica todo, incluido el asesinato. Esa escena de violencia extremada, en el comienzo de su ministerio, es una prefiguración de lo que pasará cuando, al final, Jesús sea llevado fuera de Jerusalén para ser muerto. Ante esa noticia, la patria chica debió festejarlo.

Paseándome por las avenidas del cementerio del PèreLachaise en París, para rezar sobre las tumbas de algunos escritores que admiro, y aun sobre las de otros que admiro menos, me sorprendía, no tanto esa reunión silenciosa de hombres célebres, cuanto las inscripciones en lo alto de monumentos de piedra feos y absurdos: "Familia... Familia..." La familia es una enterradora: en el cementerio triunfa y proclama bien alto su victoria. Allí recupera a todos los suyos, a los hijos avaros como a los pródigos, y los pone definitivamente en orden, sujetándolos bien sin soltarlos: ¡descansen en paz! Más aún que el comienzo, la familia es el fin de los fines.

Así, como Abraham y por la misma razón, a causa de su vocación, Jesús inaugura su vida pública rompiendo con su clan de origen. "Sal de tu país, de tu parentela, de la casa de tu padre; sal, te lo digo, sal..." Ahora ya, más pobre que los pájaros del cielo que tienen sus nidos, más despojado que las fieras salvajes, que tienen sus madrigueras, el Hijo del Hombre ni siquiera poseerá una piedra en que apoyar la cabeza. Cuando afirmaba eso, como siempre, decía la verdad: la piedra en que descansará en su tumba se la habrá prestado otro.

En esa tumba no se inscribirá el nombre de ninguna familia. Jesús no será sepultado en Belén, donde nació, ni en Nazaret donde creció, sino en Jerusalén, que es el centro del mundo.

Así es como se afirmó la vocación de Jesucristo. Como Abraham había llevado a su sobrino detrás de sí, Jesús se llevó consigo a dos primos y, claro está, a su madre, en su aventura. Pero la puerta de Nazaret se había vuelto a cerrar definitivamente detrás de él: nunca volverá a poner los pies allí. Hay lugares a los que no hay que volver jamás.

* * *

33. Emancipado Jesús de los suyos y despejado el terreno, igual que

Abraham habla inaugurado un nuevo clan, Jesús se preocupa enseguida de fundar su Iglesia.

Lucas compone su Evangelio como quien carga un barco. Ha recogido todos los hechos que ha podido, los ha sopesado, verificado, criticado; como para el Arca de Noé, sólo embarca una pareja de cada especie, y los que conserva, los carga en su Evangelio con vistas a un equilibrio final, que, una vez que se percibe, es realmente impresionante. Podría ser sistemático. Pero el toque de Lucas es tan ligero, y el emplazamiento de cada cosa es tan juicioso, que uno acaba por dejarse llevar en el ritmo de su movimiento.

En el relato del ministerio en Galilea, Lucas acaba por darnos un cuadro completo, de pintura delicada y sugestiva, de la primitiva Iglesia y de su jefe. Pues la Iglesia empezó con toda naturalidad en torno a Jesús, por su autoridad. Lucas tiene igual cuidado de marcar el carácter tradicional de esa institución aparecida en el interior de la continuidad espiritual y carnal de Israel, su novedad y su carácter universal, su jerarquía, su función, la solidez de sus pruebas y su finalidad. Pero Lucas es poeta y, por lo regular, prefiere sugerir a declarar. Avanza por esta historia como quien anda por las aguas. Eso lo noto muy bien, al tratar de seguirle con mis gruesos zuecos.

Dejando aparte el desgraciado episodio de Nazaret, que, por lo demás, no resulta sino demasiado humano cuando se sabe lo que son las parentelas, el ministerio de Jesús en Galilea parece haber sido un triunfo. Es cierto que Jesús hacía muchos milagros. Pero es conmovedor observar que lo que parece haber impresionado más a las multitudes, es la extraordinaria autoridad de ese hombre. De esa autoridad nació la Iglesia, es decir, la reunión en torno a Jesucristo de los hombres de buena voluntad. "Y se admiraban de su enseñanza, porque su palabra era con autoridad." Tenía tal poder que la atracción que ejercía con su palabra, sus hechos y sus gestos, estaba mezclada de terror. "A todos les entró gran terror, y lo hablaban unos con otros: -¡Qué palabra esta, que manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen!-. Y se extendió su fama por todos los lugares de la comarca."

No menos celosamente velaba por su libertad. De repente, desaparecía, se escapaba a la soledad para rezar largamente. Su Iglesia también está fundada en la oración. Las multitudes le buscaban. Cuando le habían encontrado, le escuchaban ávidamente, nunca fatigadas, nunca decepcionadas. Querían retenerle. Pero él sólo obedecía a su vocación. "-También debo dar a las demás ciudades la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado-." Todo le salía bien, esa fue la edad de oro de su ministerio, su campaña napoleónica de Italia. Había en el aire el gozo de las primaveras y la alegría de los desposorios. En esa felicidad nació la primitiva Iglesia. Esa atmósfera de regocijo es la que Juan quiso describir a su manera, contando el gozoso milagro del agua cambiada en vino en las bodas de Caná.

No se puede pensar sin gratitud en esas multitudes judías, mezcladas con muchos paganos, por lo demás, en aquel país: las primeras que admiraron a Jesús, que le amaron, que le siguieron, olvidando el comer, el beber, la fatiga, y que le apretaron por todas partes para tocar la orla de su traje: "Porque salía de él una fuerza que les curaba a todos". Esas multitudes ingenuas eran tan apremiantes que un día él hubo de subir en una barca para tomar alguna distancia y hablarles, Precisamente en esa circunstancia tuvo lugar un milagro que, en el relato de Lucas, prefigura la esencia de la Iglesia de Jesucristo. "Y ocurrió que la gente se agolpó a su alrededor a oír la palabra de Dios, cuando él estaba junto al lago de Genezareth, y vio dos barcas junto a la orilla; los pescadores habían bajado de ellas para lavar las redes. Subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla y desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando dejó de hablar, dijo a Simón: -Entra hacia lo hondo, y echad vuestras redes para pescar-. Simón contestó: -Maestro, después de fatigarnos toda la noche, no hemos pescado nada; pero, sobre tu palabra, echaré las redes-. Y, al hacerlo así, pescaron gran abundancia de peces, tanto, que se les rompían las redes. Hicieron señales a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Y vinieron y llenaron las dos barcas hasta que se hundían. Al verlo, Simón Pedro se arrojó ante las rodillas de Jesús, diciendo: -Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador-... Y Jesús dijo a Simón: -No temas: desde ahora, capturarás hombres-.

Al contar este milagro, Lucas busca un efecto preciso. Claro que no ignora que Simón Pedro no estaba solo, pero encuadra sobre él. Lo que le interesa es el milagro mismo y su simbolismo revelador de la misión de Pedro, subrayado por el propio Jesús: "Capturarás hombres". Pero lo que interesa sobre todo a Lucas es el primer plano que maneja tan bien, haciendo abstracción de todo el resto; Jesús, de pie en la barca llena de peces hasta hundirse, y Pedro ante él, de rodillas, confesando que es pecador. En el Evangelio, es la primera confesión de Pedro; hay otras.

Claro, como soy católico, adivino una pre-investidura del primer Papa en el modo como Lucas cuenta la escena. Los no católicos no me seguirán hasta ahí. No pueden. Lo que es terriblemente irritante, cuando leemos hoy día el Evangelio, es que las posiciones de cada lector estén tan solidificadas que todo sea materia de controversia, controversia, por lo demás, por completo platónica... Es una guerra de trincheras, inmovilizada para siglos, con simbólicos intercambios de cañonazos por encima de la cabeza de los combatientes que juegan a las cartas, pues no tienen otra cosa que hacer. ¡Ah, si esa guerra de repente se volviera un dialogo de sorpresas y de movimiento...! No importa: este libro no es un libro de controversia, o al menos, no querría que lo fuese. Pero, teniendo alguna experiencia del cine, sé lo que es un encuadre, y sé que, en una película bien hecha, un primer plano siempre quiere decir algo preciso, porque siempre marca una intención creciente y persistente del autor.

A mí me parece que Lucas quiso darnos su primera imagen simbólica de la naturaleza esencial de la Iglesia: una barca en el mar y bajo el cielo, no una embarcación de recreo para dorarse al sol o hacer esquí acuático, sino una verdadera barca de pescador, capaz de resistir en todos los tiempos y en todas las latitudes. Esta barca está llena de peces. Jesús está de pie en esa barca, Pedro está arrodillado ante él, y, por primera vez en el Evangelio, llama a Jesús "Señor". Toda la noche, Pedro ha echado las redes sin pescar nada, pero ahora, sólo por la palabra de Jesús, ha vuelto a echar la red con el milagroso resultado que ya se sabe.

Siempre hay que echar la red una vez más de lo que se había creído necesario.

Ahora en...

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