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Escabrosa polémica sobre «Apocalypto» y la leyenda negra española
«Los mayas eran pacíficos; mataban por honor». «España hizo un genocidio en América». «La Inquisición torturaba a los indios». «Apocalypto es un lavado de cerebro». Topicazos. Ignorancia.
Los tópicos son duros de roer. La leyenda negra antiespañola tiene hoy más fuerza que la verdad histórica. Nuestro comentario a propósito de Apocalypto, la semana pasada, ha despertado una intensa corriente de simpatía y, al mismo tiempo, otra no menos intensa de correo hostil. Los argumentos de los hostiles son muy reveladores. Pongamos los puntos sobre las íes.
Argumento 1: Está usted justificando la conquista de América, algo que es, a todas luces (salvo las suyas que parecen pocas, o muy de derecha) injustificable, porque fue un genocidio. Uno de los mayores genocidios de toda la historia.
Omito la alusión a la derecha, tópico recurso progre al balbuceo «facha-culo-pedo-pis». En todo caso, mis escasas luces de bestia reaccionaria me alcanzan para conocer los estudios del último medio siglo sobre el supuesto «genocidio» americano. Hoy nadie con un mínimo rigor puede utilizar ese término para el caso de la conquista de América. El genocidio presupone una voluntad de exterminio de un grupo humano, y tal cosa jamás existió en la política española en América. Al contrario, es el primer caso de conquista en toda la historia que proscribe desde el principio la esclavitud de los vencidos, persiguiendo a quienes vulneran esa prohibición y tolerando un proceso de mestizaje. Sí hubo, y esto es igualmente indudable, una catástrofe demográfica sin paliativos que diezmó a la población amerindia por millones, y hoy todo el mundo sabe (o debería saber) que obedeció, sobre todo, a los virus llevados a América por los españoles, por sus animales domésticos y, después, por los esclavos negros. El origen de la viruela, que fue la enfermedad más mortífera en América, se ha situado en un esclavo negro de Pánfilo de Narváez. En todo caso, incluso los críticos más severos de la culpabilidad española en la catástrofe demográfica amerindia evitan el término «genocidio»: sencillamente, es falso.
Argumento 2: ¿Cómo puede ser que Vd. justifique el accionar de los españoles en América, las matanzas, los ríos de sangre, en nombre de Cristo? Los indígenas Mayas mataban porque era un honor y formaba parte de su cultura, diferente a la nuestra.
No recuerdo haber justificado nada en mi artículo sobre Apocalypto; al revés, sostengo que la Historia se compadece mal con los juicios morales. En todo caso, ese argumento es un típico ejemplo de indulgencia relativista según la ley del embudo: hemos de aceptar que matar fuera un honor en el caso de los mayas porque «era su cultura», pero no podemos aceptar lo mismo en el caso de los españoles de hace quinientos años. ¿Y por qué? ¿Acaso convertir infieles y, si no, guerrear contra ellos no formaba parte también de su cultura, que era igualmente diferente a la nuestra? Si se aplica el cliché del relativismo cultural, ha de aplicarse a todos, no sólo a unos.
Argumento 3: En cuanto al paso de la barbarie al catecismo, le cito a usted: «Hay un mensaje evidente: el mundo amerindio era un pozo de muerte; la llegada de los españoles acabó con eso». Vale, si no tenemos en cuenta que acabamos con eso para cambiárselo por esclavitud, torturas por parte de la Santa Inquisición, y vejaciones de todo tipo.
¿Los indios torturados por la Inquisición? Qué osada es la ignorancia. La labor de la Inquisición en América fue comparativamente minúscula. Por ejemplo: una sola ejecución en todo el siglo XVIII. Y sobre todo, rarísima vez se aplicó sobre los indios: los casos tempranos (el cacique Don Carlos de Texcoco, los tres indios de Tlaxcala) fueron tan polémicos en Nueva España que llevaron a la propia Inquisición a prohibir expresamente que se persiguiera a los indios, «neófitos en la fe». La Inquisición en América actuó muy específicamente sobre judíos conversos, generalmente portugueses (aquí sí hizo estragos), y sobre luteranos franceses o flamencos, además de algún dominico de bragueta ligera o cristianos viejos de conducta escandalosa. Léase la Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, de José Toribio Medina, por poner un sólo ejemplo. En cuanto a la esclavitud, sabemos que la historia de la colonización es una permanente pugna de la Corona y la Iglesia contra quienes —españoles y, sobre todo, portugueses— querían implantarla. Hubo, sin duda, otras formas de explotación de los indios, pero no la esclavista. Ésa la hubo en la América pre-hispana.
Argumento 4: Sólo leyendo su reseña de la película muestra gran ignorancia sobre la cultura maya. (...) Son tantos los errores de la película, que no podría explicarlos todos en 1.000 caracteres.
Es verdad que la película contiene errores históricos y anacronismos, pero de ahí no puede deducirse que el retrato de Gibson sobre la sociedad maya sea globalmente falso. Sobre la realidad amerindia, recomiendo un libro de dos autores mexicanos: Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, El pasado indígena, Fondo de Cultura Económica, 1996.
Argumento 5: Es increíble que una persona que escribe en un diario de prestigio haya hecho semejante reseña. (...) La cita del principio de la película es un lavado de cerebro: «Los indios estaban divididos, eran salvajes, cometían sacrificios bárbaros y por suerte que llegó el buen español para conquistarlos».
La cita de Durant dice literalmente que ninguna civilización es conquistada desde fuera si antes no se ha hundido desde dentro. Viendo la historia universal, es difícil discutirlo. El lector que nos reprueba coge la cita de Durant, la reinterpreta a su modo y después devuelve contra Durant —y contra un servidor— un reproche que no corresponde a la cita original, sino a la reinterpretación del lector. Solipsismo polémico, se llamaría la figura. Pero vamos a lo mollar: en el caso concreto de los amerindios, Durant tiene razón, lo dicen las fuentes de la época y los estudios posteriores lo corroboran. La civilización maya se colapsó antes de la llegada de los españoles, México vivía en guerra perpetua, los incas del Perú habían entrado en barrena a causa, según el jesuita mestizo Blas Valera, de los matrimonios incestuosos de la familia imperial... «Por suerte que llegó el buen español para conquistarlos», termina nuestro crítico. Eso lo dice él. Pero los españoles, en efecto, acabaron con los sacrificios humanos.
Y ya está bien de flagelarnos, ¿no?
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