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Capítulo 25
En que trata el modo y manera cómo se entienden estas hablas que hace Dios al alma sin oírse, y de algunos engaños que puede haber en ello, y en qué se conocerá cuándo lo es. Es de mucho provecho para quien se viere en este grado de oración, porque se declara muy bien, y de harta doctrina. *
1. Paréceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda [1]. Porque desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta merced [2], es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que está por decir.
Son unas palabras muy formadas [3], mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos o advertir a otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que, aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me duró casi dos años el resistir [4], con el gran miedo que traía, y ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.
2. Yo querría declarar los engaños que puede haber aquí (aunque a quien tiene mucha experiencia paréceme será poco o ninguno, mas ha de ser mucha la experiencia) y la diferencia que hay cuando es espíritu bueno o cuando es malo, o cómo puede también ser aprensión del mismo entendimiento [5] -que podría acaecer- o hablar el mismo espíritu a sí mismo. Esto no sé yo si puede ser, mas aún hoy me ha parecido que sí.
Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me decían dos o tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta ahora ninguna ha salido mentira, y otras cosas adonde se ve claro ser espíritu de Dios, como después se dirá.
3. Paréceme a mí que podría una persona, estando encomendando una cosa a Dios con gran afecto y aprensión, parecerle entiende alguna cosa si se hará o no, y es muy posible; aunque a quien ha entendido de estotra suerte [6], verá claro lo que es, porque es mucha la diferencia, y si es cosa que el entendimiento fabrica, por delegado que vaya, entiende que ordena él algo y que habla; que no es otra cosa sino ordenar uno la plática, o escuchar lo que otro le dice; y verá el entendimiento que entonces no escucha, pues que obra; y las palabras que él fabrica son como cosa sorda, fantaseada, y no con la claridad que estotras. Y aquí está en nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro no hay términos.
Y otra señal más que todas: [7] que no hace operación. Porque estotra que habla el Señor es palabras y obras; y aunque las palabras no sean de devoción, sino de reprensión, a la primera disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.
4. Paréceme que hay la diferencia que si nosotros hablásemos u oyésemos, ni más ni menos. Porque lo que hablo, como he dicho [8], voy ordenando con el entendimiento lo que digo. Mas si me hablan, no hago más de oír sin ningún trabajo.
Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es, como uno que está medio dormido; estotro es voz tan clara que no se pierde una sílaba de lo que se dice. Y acaece ser a tiempos que está el entendimiento y alma tan alborotada y distraída, que no acertaría a concertar una buena razón, y [9] halla guisadas grandes sentencias que le dicen, que ella, aun estando muy recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo, la mudan toda. En especial si está en arrobamiento, que las potencias están suspendidas, ¿cómo se entenderán cosas que no habían venido a la memoria aun antes? ¿Cómo vendrán entonces, que no obra casi, y la imaginación está como embobada?
5. Entiéndase que cuando se ven visiones o se entienden estas palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma en el mismo arrobamiento; que en este tiempo -como ya dejo declarado, creo en la segunda agua- [10] del todo se pierden todas las potencias y a mi parecer allí ni se puede ver ni entender ni oír: está en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve, no me parece la deja el Señor para nada libertad. Pasado este breve tiempo, que se queda aún en el arrobamiento el alma, es esto que digo; [11] porque quedan las potencias de manera que, aunque no están perdidas, casi nada obran; están como absortas y no hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas.
6. Y digo que si es alma ejercitada y está sobre aviso, lo verá muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he dicho [12], ningún efecto hace, ni el alma lo admite (porque estotro, mal que nos pese) [13], y no se da crédito, antes se entiende que es devanear del entendimiento, casi como no se haría caso de una persona que sabéis tiene frenesí.
Estotro es como si lo oyésemos a una persona muy santa o letrada y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja comparación, porque traen algunas veces una majestad consigo estas palabras, que, sin acordarnos quién las dicen [14], si son de reprensión hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas, como he dicho [15], que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada de nosotros.
Así que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella misma de advertencia no se quiere engañar.
7. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo que me dicen, y pensar si se me antojó (esto después de pasado, que entonces es imposible), y verlo cumplido desde a mucho tiempo; [16] porque hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede olvidar. Y lo que es del entendimiento [17] es como primer movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho tiempo o son palabras de favor o doctrina; mas de profecía no hay olvidarse, a mi parecer, al menos a mí, aunque tengo poca memoria.
8. Y torno a decir que me parece [18] si un alma no fuese tan desalmada que lo quiera fingir (que sería harto mal) y decir que lo entiende no siendo así; mas dejar de ver claro que ella lo ordena y lo parla entre sí, paréceme no lleva camino, si ha entendido el espíritu de Dios, que si no, toda su vida podrá estarse en ese engaño y parecerle que entiende, aunque yo no sé cómo. O esta alma lo quiere entender, o no: si se está deshaciendo de lo que entiende y en ninguna manera querría entender nada por mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de estar quieta en su oración sin estas cosas, ¿cómo da tanto espacio al entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto. Acá [19] sin perder ninguno, quedamos enseñadas y se entienden cosas que parece era menester un mes para ordenarlas, y el mismo entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se entienden.
9. Esto es así, y quien tuviere experiencia verá que es al pie de la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido así decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento [20], cuando lo quisiésemos lo podríamos entender, y cada vez que tenemos oración nos podría parecer entendemos. Mas en estotro no es así, sino que estaré muchos días que aunque quiera entender algo es imposible, y cuando otras veces no quiero, como he dicho [21], lo tengo de entender.
Paréceme que quien quisiese engañar a los otros, diciendo que entiende de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir que lo oye con los oídos corporales; y es así cierto con verdad, que jamás pensé había otra manera de oír ni entender hasta que lo vi por mí; y así, como he dicho, me cuesta harto trabajo [22].
10. Cuando es demonio [23], no sólo no deja buenos efectos, mas déjalos malos. Esto me ha acaecido no más de dos o tres veces, y he sido luego avisada del Señor cómo era demonio. Dejado la gran sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras muchas veces que ha permitido el Señor que tenga grandes tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me atormenta hartas veces, como adelante diré [24], es una inquietud que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el alma y se alborota y aflige sin saber de qué, porque lo que él dice no es malo sino bueno. Pienso si siente un espíritu a otro. El gusto y deleite que él da, a mi parecer, es diferente en gran manera. Podrá él engañar con estos gustos a quien no tuviere o hubiere tenido otros de Dios.
11. De veras digo gustos [25], una recreación suave, fuerte, impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas del alma, de lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecución se pierden estas florecitas, no las llamo devociones, aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para determinar estos efectos de buen espíritu o malo. Y así es bien andar siempre con gran aviso, porque cuando a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto, fácilmente podrían ser engañadas si tuviesen visiones o revelaciones [26].
Yo nunca tuve cosa de estas postreras hasta haberme Dios dado, por sólo su bondad, oración de unión, si no fue la primera vez que dije, que ha muchos años [27], que vi a Cristo, que pluguiera a Su Majestad entendiera yo era verdadera visión como después lo he entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el alma, sino como espantada y con gran disgusto [28].
12. Tengo por muy cierto que el demonio no engañará -ni lo permitirá Dios- a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones pueda imaginar -aunque viese abiertos los cielos- un punto de lo que tiene la Iglesia [29]
Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, o detenerse en decir: «pues si Dios me dice esto, también puede ser verdad, como lo que decía a los santos» (no digo que lo crea, sino que el demonio la comience a tentar por primer movimiento; que detenerse en ello ya se ve que es malísimo, mas aun primeros movimientos muchas veces en este caso creo no vendrán si el alma está en esto tan fuerte como la hace el Señor a quien da estas cosas, que le parece desmenuzaría los demonios sobre una verdad de lo que tiene la Iglesia, muy pequeña) 14, digo que si no viere en sí esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoción o visión, que no la tenga por segura [30].
Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría hacerse grande. Que, a lo que yo veo y sé de experiencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque entonces no es menester andar a buscar señales ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería.
El caso es que, cuando es demonio parece que se esconden todos los bienes y huyen del alma, según queda desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno. Porque aunque parece pone deseos, no son fuertes. La humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad. Paréceme que a [31] quien tiene experiencia del buen espíritu, lo entenderá.
14. Con todo, puede hacer muchos embustes el demonio, y así no hay cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer e ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con esto ningún daño puede venir; aunque a mí hartos me han venido por estos temores demasiados que tienen algunas personas.
En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a quien yo daba gran crédito -y era razón se le diese- que, aunque yo ya no trataba sino con uno, y cuando él me lo mandaba hablaba a otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían mucho amor y temían no fuese engañada. Yo también traía grandísimo temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y haciéndome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran cinco o seis, todos muy siervos de Dios [32]. Y díjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad.
Yo era temerosa en extremo, como he dicho [33]. Ayudábame el mal de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban y yo no lo podía creer, diome grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos eran [34] más de buena vida sin comparación que yo, y letrados, que por qué no los había de creer. Forzábame lo que podía para creerlo, y pensaba que mi ruin vida [35] y que conforme a esto debían de decir verdad.
15. Fuime de la iglesia con esta aflicción y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro demonio; sólo el confesor [36], que, aunque conformaba con ellos por probarme -según después supe-, siempre me consolaba y me decía que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me podía hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios. Y él y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras muchas, y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me duró no sé si dos años, que era continuo pedirlo al Señor.
16. A mí ningún consuelo me bastaba, cuando pensaba que era posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo excusar, me decía lo que era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír.
17. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué hacer de mí. En esta aflicción me vi algunas y muchas veces, aunque no me parece ninguna en tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco horas, que consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros. ¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando queréis podéis, y [37] nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos Señor de todas ellas, nunca faltáis. Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh Señor mío!, ¡qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! ¡Quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se entienda el mayor extremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mío, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los letrados; persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios, no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía.
18. Pues estando en esta gran fatiga (aún entonces no había comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas [38]. Paréceme a mí, según estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie.
Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios. ¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras [39]. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!
19. Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando se levantó la tempestad [40] y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién da este ánimo? Que me acaeció pensar: ¿de qué temo? ¿Qué es esto? Yo deseo servir a este Señor. No pretendo otra cosa sino contentarle. No quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad (que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía afirmar). Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay que dudar, pues es fe) [41], siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?
Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos [42], que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos. Y así dije: «ahora venid todos, que siendo sierva del Señor yo quiero ver qué me podéis hacer».
20. Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy. Porque, aunque algunas veces los veía, como diré después [43], no los he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí.
Quedóme un señorío contra ellos bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No saben estos enemigos de hecho acometer, sino a quien ven que se les rinde, o cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos que los tienten y atormenten.
Pluguiese a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello así.
21. ¡Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites! [44], que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán. Porque con nuestras mismas armas les hacemos que peleen contra nosotros, poniendo en sus manos con las que nos hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es amigo de mentiras, y la misma mentira; no hará pacto con quien anda en verdad [45].
Cuando él ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo cosa de juego de niños, ya él ve que éste es niño, pues trata como tal, y atrévese a luchar con él una y muchas veces [46].
22. Plega al Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés, y ¡una higa [47] para todos los demonios!, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: «¡demonio! ¡demonio!», adonde podemos decir: «¡Dios ¡Dios!», y hacerle temblar [48]. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el Señor que tan de veras me ha ayudado!.
Notas
De nuevo introduce en el relato autobiográfico un paréntesis doctrinal. Lo motiva la «palabra interior» referida en el c. 24, 5, que resolvió su problema afectivo. Desde ella se propone explicar «las hablas místicas»: en qué consisten y cómo discernirlas. La exposición se ilustra con hechos personales (nn. 7, 14-15), y culmina en el relato de una nueva «palabra interior», decisiva: «no hayas miedo, hija, yo soy» (n. 18). - Desarrollará el tema en el lugar paralelo de las Moradas VI, c. 3.
[1] El capítulo reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. Al final del capítulo, el diálogo se extenderá a todo el grupo de letrados asesores.
[2] Se refiere a la palabra escuchada en ese «primer arrobamiento», referido en el c. anterior, n. 5.
[3] Palabras muy formadas: en acepción mística. Son experiencias místicas con contenido ideológico y expresión verbal, por oposición a las noticias puras, comunicadas en las visiones intelectuales, sin verbalización. Véase la nota 18 al capítulo 27, n. 6, y las anotaciones al c. 3 de las Moradas VI. - San Juan de la Cruz emplea una terminología parecida («palabras sucesivas, formales y sustanciales» pero en un cuadro doctrinal diverso del teresiano (Subida II, c. 28, 2; y cc. 30-31).
[4] Duró casi dos años el resistir a las hablas interiores, a pesar de la respuesta de san Francisco de Borja (24, 3). De nuevo testificará esa dolorosa resistencia en el n. 15 y en el c. 27, 1.
[5] Aprensión del mismo entendimiento (en el autógrafo: apreensión, repetido en el n. 3). Término que proviene del léxico escolástico de sus letrados asesores. «Aprehensio» era el acto germinal de la mente que concibe una idea. En el texto teresiano indica la formulación de una palabra interior por la propia mente (autoescucha, autosugestión), en contraposición a las otras dos formas de palabra interior: la sugerida por el demonio, o la infundida por Dios. Para la autora el problema del capítulo es cómo discernirlas.
[6] Entendido de estotra suerte: en forma de habla mística, como ha dicho en el n. 1. - A partir del n. 2 establece la Santa un paralelo entre las hablas místicas y las ficticias (fantaseadas por el sujeto o sugeridas por el demonio). El término «estotro» designará constantemente las hablas místicas, por contraposición a las otras dos.
[7] Otra señal más distinta (= más señal) que todas es que no hace operación. Es decir, que las hablas fantaseadas no producen efectos interiores. Al contrario las del Señor, «son palabras y obras»: alusión bíblica a Fil. 4, 13, insinuada dos veces en este número; y ya antes en el c. 13, 3.
[8] En los nn. 2-3.
[9] «Y»: en cambio...
[10] No en la segunda sino en la cuarta agua: c. 18, 1 y s.; y c. 20, 3 y ss.
[11] Lo ha dicho al final del n. 4. - Las dos cosas que aquí afirma son: que durante el arrobamiento propiamente dicho (con suspensión de las potencias), no se dan las hablas místicas; que después de él, al cesar dicha suspensión, «aún queda en una especie de arrobamiento el alma...». Entonces «es esto que digo»: entonces tienen lugar las hablas místicas (como ha dicho del «primer arrobamiento»: c. 24, 5). - Para inteligencia de todo este pasaje, téngase en cuenta la doctrina teresiana del éxtasis: cc. 18 y 20; especialmente, los nn. 12-13 del c. 18.
[12] Por donde se ve lo que he dicho: la diferencia entre hablas místicas y pseudomísticas, de que viene hablando desde el n. 2.
[13] Es decir: «porque estotro (las hablas místicas) lo admitimos mal que nos pese». Véase el mismo pensamiento formulado en el n. 1.
[14] Quien las dicen: fray Luis corrige el probable lapsus: «quién las dice» (p. 295).
[15] Dicho en el n. 4.
[16] O sea, «de allí a mucho tiempo».
[17] Y en cambio, lo que es fabricado del entendimiento... - La Santa usa con frecuencia la conjunción «y» en sentido adversativo: en cambio, sin embargo (cf. nota 9).
[18] Frase incompleta: me parece imposible engañarse. El «torno a decir» enlaza con el final del n. 6. - Alma tan desalmada: «Desalmado, el que tiene mala conciencia y no cura de vivir como hombre de razón» (Cobarruvias).
[19] Acá: en las genuinas hablas místicas. - Sin perder ningún tiempo.
[20] Es decir: «acabo diciendo que me parece que, siendo fantaseado por el entendimiento, cuando lo quisiéremos lo podríamos entender».
[21] Lo ha dicho en los nn. 1 y 6.
[22] Se refiere a los episodios narrados en el c. 23.
[23] Cuando es demonio: cuando las hablas provienen del demonio.
[24] Hablará de ello especialmente en el c. 31. Cf. además los cc. 32, 1; 36, 7-11; 38, 23-24; 39, 4.
[25] De veras digo gustos: digo gustos, que sean realmente tales, en la acepción mística del término.
[26] Frase inconclusa. Fray Luis la reelaboró a su modo (p. 299). Podría completarse así: porque cuando es a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto (= a personas que en la oración no han llegado más que a devocioncitas y lágrimas...), fácilmente podrían ser engañados (= engañadas).
[27] Alude a la visión del rostro de Cristo en el locutorio de la Encarnación: c. 7, 6-7.
[28] Se sobreentiende «cuando es cosa del demonio».
[29] Vea los cielos abiertos: frase bíblica de los Hechos (7, 55). Lo que tiene la Iglesia: fórmula usada por la Santa (dos veces en este mismo número) para designar lo que la Iglesia cree o enseña en materia de fe (cf. los prólogos a Moradas, n. 3 y Fundaciones, n. 6; la Protestación de Camino; y Vida, c. 30, 12).
[30] Periodo diversamente puntuado por los editores de la Santa. Seguimos la puntuación de fray Luis (p. 300). La frase «digo que si no tiene...» reanuda el pensamiento que dejó suspenso antes del largo paréntesis: «Si alguna vez se viese vacilar...».
[31] Es redundante esa «a».
[32] Los cinco o seis: podemos indicar únicamente nombres probables: como Gaspar Daza, Gonzalo de Aranda, Baltasar Alvarez (o su predecesor, P. Prádanos), y quizás Alonso Alvarez Dávila. - Mi confesor: probablemente el P. Baltasar Alvarez, joven jesuita de San Gil, ordenado sacerdote en 1558, a los 25 años de edad. Tanto F. de Ribera (Vida de la Santa, I, c. 11), como L. de la Puente (Vida del P. Baltasar, c. 11), afirman que este último fue quien la sometió a esa prueba.
[33] Lo ha recordado en el c. 23, 13.
[34] En el autógrafo siguen unas palabras borradas e ilegibles. No aparecen en la ed. de fray Luis (p. 302).
[35] Fray Luis corrigió: «pensaba en mi ruin vida» (p. 302).
[36] Probablemente el P. Baltasar Alvarez. - El dolor de esas jornadas, especialmente la privación de la comunión, será recordado por la Santa en Fund. 6, 20.
[37] Probable reminiscencia bíblica: Lc 5, 12.
[38] Son un condensado de las palabras del Resucitado; Lc 24, 36, y de su promesa en Jn 14, 18.
[39] Fil. 4, 13 (cf. n. 3).
[40] Mc 4, 39.
[41] Es fe: es verdad de fe.
[42] Tomarme con ellos a brazos: luchar cuerpo a cuerpo: Cf. Camino 16, 3.
[43] En los cc. 31, 32, 38 y 39. (cf. nota 24 de este c.).
[44] Honras, haciendas, deleites: categorías frecuentes en la Santa: cf. c. 20, 26-28.
[45] Las dos afirmaciones tienen ascendencia evangélica: Satanás es «el mendaz» y «el padre de la mentira» (Jn 8, 44). Andar en verdad (cf. Jn 8, 44) será la famosa definición de la humildad según la Santa (Moradas 6, 10, 7; y Vida 26, 1).
[46] Sobre el mismo tema véase Camino 23, 4-5.
[47] Cobarruvias en su Tesoro de la lengua define así la higa: «Es una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando el dedo pulgar por el índice y el medio: es disfrazada pulla». Más adelante reaparecerá el término en contexto más doloroso (c. 29, 5 y 6; cf. Moradas 6, 9, 13 y Fund. 8, 3).
[48] Alude irónicamente al grupo de letrados miedosos (n. 14) que la amedrantaron. Más adelante, uno de sus teólogos asesores reconocía: «Hale dado Dios un tan fuerte y valeroso ánimo, que espanta. Solía ser temerosa; agora atropella a todos los demonios. Es muy fuera de melindres y niñerías de mujeres; muy sin escrúpulos. Es rectísima» (Dictamen del P. Pedro Ibáñez, escrito poco antes que estas páginas de Vida: BMC, t. 2, p. 132, n. 28).
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