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Camino de Perfección (IX)

Capítulo 38

Que trata de la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre eterno nos conceda lo que pedimos en estas palabras: «Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo», y declara algunas tentaciones. -Es de notar.

1. Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de las tentaciones ni persecuciones y peleas. Que éste es otro efecto muy cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y mercedes que Su Majestad les diere; porque, como poco ha dije, antes los desean y los piden y los aman. Son como los soldados, que están más contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia. Si no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.

2. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora que pelear; nunca temen mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma, no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes, y andamos en la misma tentación y no lo entendemos.

De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación; que no nos traigan engañadas, que se descubra la.ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!

3. Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en hacernos entender que los gustos que pueden fingir en nosotros y regalos son de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte, que ellos pueden hacer; antes podrá ser que con esto hagan caminar más aprisa, porque, cebados de aquel gusto, están más horas en la oración; y como ellos están ignorantes que es del demonio y como se ven indignos de aquellos regalos, no acabarán de dar gracias a Dios, quedarán más obligados a servirle, esforzarse han a disponerse para que les haga más mercedes el Señor, pensando son de su mano.

4. Procurad, hermanas, siempre humildad y ver que no sois dignas de estas mercedes, y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí que muchas almas pierde el demonio por aquí, pensando hacer que se pierdan, y que saca el Señor del mal que él pretende hacer, nuestro bien. Porque mira SuMajestad nuestra intención, que es contentarle y servirle estándonos con El en la oración, y fiel es el Señor. Bien es andar con aviso no haga quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os libre en esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de nadie, sino de Sí.

5. Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia. Porque en los gustos y regalos parece sólo que recibimos y que quedamos más obligados a servir; acá parece que damos y servimos y que está el Señor obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de adquirir aquella virtud, que nos parece la tenemos ya ganada.

Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor es lo que nos enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que no permita que andemos en tentación.

6. También os quiero decir otro alguno: que, si nos parece el Señor ya nos la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos le puede tornar a quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por.vosotras, hermanas? Pues yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad, venido a la prueba, lo estoy; otra vez me hallo tan asida y de cosas que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco. Otras veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios si en ello hallase contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me murmurasen ni dijesen de mí no se me da nada; y probado, algunas veces es así, que antes me da contento; vienen días que sola una palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y sé que pasa así.

7. Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se halla de ella pobre? -Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada; y si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra -que es el emprestar que digo-, quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es que, sirviendo con humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy de veras esta virtud, a cada paso -como dicen- os dejará el Señor. Y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad que no tenemos nada que no lo recibimos.

8. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el demonio que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos y hacemos muy continuos actos de pasar mucho por Dios; y parécenos en hecho de verdad que lo sufriríamos, y así estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso de estas virtudes, ni pensemos las conocemos sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba; porque acaecerá que a una palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriereis, alabad a Dios que os comienza a enseñar esta virtud, y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis sino como en depósito, como ya queda dicho

9. Trae otra tentación, que nos parecemos muy pobres de espíritu, y traemos costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da nada de nada. No se ha ofrecido la ocasión de darnos algo -aunque pase de lo necesario- cuando va toda perdida la pobreza de espíritu. Mucho ayuda el traer costumbre de decirlo, a parecer que se tiene.

Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para entender esta tentación, así en las cosas que he dicho, como en otras muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar que, aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis.

Porque el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.

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