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La Caridad, fuente y criterio de la misión
60. «La Iglesia en todo el mundo —dije en mi primera visita pastoral al Brasil— quiere ser la Iglesia de los pobres... quiere extraer toda la verdad contenida en las bienaventuranzas de Cristo y sobre todo en esta primera: "Bienaventurados los pobres de espíritu...". Quiere enseñar esta verdad y quiere ponerla en práctica, igual que Jesús vino a hacer y enseñar».[114]
Las jóvenes Iglesias que en su mayoría viven entre pueblos afligidos por una pobreza muy difundida, expresan a menudo esta preocupación como parte integrante de su misión. La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, después de haber recordado el ejemplo de Jesús, escribe que «los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aun escarnecida. Por eso, Dios toma su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús».[115]
Fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo. Por esto, exhorto a todos los discípulos de Cristo y a las comunidades cristianas, desde las familias a las diócesis, desde las parroquias a los Institutos religiosos, a hacer una sincera revisión de la propia vida en el sentido de la solidaridad con los pobres. Al mismo tiempo, doy gracias a los misioneros quienes, con su presencia amorosa y su humilde servicio, trabajan por el desarrollo integral de la persona y de la sociedad por medio de escuelas, centros sanitarios, leproserías, casas de asistencia para minusválidos y ancianos, iniciativas para la promoción de la mujer y otras similares. Doy gracias a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos por su entrega. También aliento a los voluntarios de Organizaciones no gubernamentales, cada día más numerosos, los cuales se dedican a estas obras de caridad y de promoción humana.
En efecto, son estas numerosas «obras de caridad» las que atestiguan el espíritu de toda la actividad misionera: El amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también «el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno».[116]
Notas
[114] Discurso a los habitantes de la «Favela Vidigal» era Río de Janeiro, 2 de julio de 1980, 4: AAS 72 (1980), 854.
[115] Documentos de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, México, 3757 (1142).
[116] Isaac de Stella, Sermón 31: PL 194, 1793.
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